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martes, 3 de abril de 2018

Sentimiento y razón




Últimamente me encuentro con un recurrente argumento frente a mi defensa de la razón frente al sentimiento: el sentimiento -dicen- es la experiencia y es previa a la razón, por lo tanto debe ser predominante.

Los partidarios de la experiencia, del sentimentalismo, del desnudo de las emociones, me suelen mirar con pena, como diciendo “pobre, si supiese lo que se pierde al no expresar los sentimientos”. Creo que pensé en este artículo cuando un profesor budista me decía que él lloraba varias veces al día (o a la semana) y que había que “sacar” todos los sentimientos en todo momento, yo -la verdad- pensé que no debería llevar una vida buena para llorar tanto. Pero esto de "sacar" sentimientos es más que una moda. De hecho hay grupos de risoterapia, lloroterapia, teatralización, gritoterapia, cantoterapia (creo que no lo llaman así), etc. A algunos grupos de Iglesia les encantan las lágrimas grupales, las confesiones a la comunidad, los "testimonios" de personas que estaban en lo peor y que al conocer a Dios cambiaron radicalmente. En los debates sobre el nacionalismo, cuando les digo lo bien que viven los nacionalistas españoles en comparación con los países con los que les gusta compararse, me dicen que los sentimientos de los catalanes independentistas son muy importantes, casi tanto como el derecho o la economía. 

En fin, de nuevo otro fantasma recorre Europa: el del sentimentalismo, que ya pasó en el siglo XIX y dejó muy mal la cosa…

Mi tesis es que la experiencia sentimental ni es ni previa a la razón ni debe ser predominante. No es previa porque el ser humano no puede dejar la razón a un lado para tener experiencias y luego recogerla para analizarlas. La percepción no funciona así, la razón no está para analizar, quizá confunden el término razón con la ciencia, quizá, o quizá estemos estrenando un  tiempo de renacimiento del irracionalismo.

La razón es lo que nos permite ver el mundo como seres humanos, es decir, desligarnos del espacio y del tiempo y poder salirnos de lo cotidiano, de la percepción inmediata, del carpe diem y crear una realidad consistente e intersubjetiva. Los animales y los niños perciben así, sin razón: lo que hay es lo que ven, sin un posible análisis, y lo que ven es lo que su instinto -o su inteligencia- le permite ver. Pero nosotros, los humanos adultos,  no vemos lo que tenemos que ver, vemos lo que queremos ver, seleccionamos de toda la realidad lo que nos interesa por situación, por ideas preconcebidas o por historia personal. Por eso necesitamos un análisis de esta realidad, porque nosotros construimos la realidad y le damos sentido como sociedad.

Si después de percibir, de tener una experiencia sentimental, queremos salir de nuestro solipsismo y comunicarla a los demás, no nos vale con la experiencia nuda, necesitamos salirnos de lo inmediato, romperla, analizarla y descubrir la verdad objetiva que pueda haber en ella, porque sí, puede haber experiencias que no merecen ser tenidas en cuenta. 

Así podemos distinguir dos niveles de verdad: un primer nivel donde lo que se siente, lo que se percibe, no es discutible, es verdad el sentimiento (es verdad que sientes lo que sientes); y otro nivel superior donde esa verdad se pone a prueba con la realidad intersubjetiva y se integra en un proyecto de vida donde se ordena. No son dos actos, es un mismo acto con dos niveles o momentos. En el primer momento no hay discusión, lo que percibimos percibido queda y no hay forma de convencernos de que lo sentido es real o falso. Aquí no hay diálogo ni posibilidad de cambiar, solo hay tolerancia: tú con tu verdad, yo con la mía, nadie puede quitárnosla. Pertenece por lo tanto al mundo de la opinión, donde no podemos entrar más que a clasificar las opiniones y experiencias, todas al mismo nivel. Si uno siente la energía del Universo, el Amor de Dios, la humanidad de su perro, la opresión del Estado, la soledad o la tristeza nadie puede decirle nada, nadie puede quitarle esta idea previa, digamos que es su experiencia y por lo tanto es verdad para la persona que lo experimenta. Solo queda mirar al otro con pena, con alegría, abrazarlo o apalearlo.

Pero con estas experiencias y sentimientos no hacemos nada, no nos formamos como comunidad ni como sociedad, ni como personas. Como mucho podemos buscar quienes hayan tenido experiencias similares y por lo tanto la forma de unidad que genera este sentimentalismo es la de grupos de reafirmación del sentimiento: grupos religiosos que se esmeran en vivir las experiencias místicas (música, color, iluminación, cánticos), grupos de nacionalistas donde todos comparten el amor a la patria utópica basado en experiencias inmarcesibles: las montañas, la lengua, los ríos y las fuentes de Rosalía de Castro son compartidos por un pequeño grupo de experimentadores que excluyen por lógica a aquellos que no lo han vivido. La raza, la lengua, la patria chica, la pacha mama: abracémonos todos en la lucha…

Claro que del sentimiento espontáneo pasamos fácilmente a la manipulación: bien dirigidos, con un conductismo social, puede hacerse que un grupo grande de personas se enciendan con estas experiencias previas, personales, incomunicables; e incluso personas que no las vivieron originalmente vivan las experiencias al ver a los demás contarlas, al repetir esquemas, canciones, lemas, imágenes, relatos. Entramos en el resbaladizo terreno del populismo y de la postverdad.

Pero por encima de este sentimentalismo existe la razón que siente, la que aplica los criterios de verdad sobre la experiencia sensible. Vemos el mundo que queremos, pero ¿podemos ponernos en el lugar del otro para sentir lo mismo? Ciertamente en el primer nivel no, como mucho podemos reproducir la experiencia, pero en el segundo nivel podemos hacer abstracción y por medio de comparaciones comprender lo que no hemos experimentado o no experimentamos por nuestra perspectiva, podemos ir a la realidad a comprobar si ese sentimiento es adecuado. Lo que hacemos en este segundo momento es despegarnos de nuestra realidad y ponernos en el lugar del otro y por lo tanto podemos tener experiencias para compartir, para pensar en común. Aquí ya no está solo tu verdad y mi verdad, aquí entramos en una nueva realidad que no es ni tuya ni mía, una verdad que hay que buscar en común.

La razón es pues una especie de mediador entre nosotros, que tiende a unir experiencias para poder llegar a una verdad. Ya no es la tolerancia, virtud del relativista, la que prima por encima de la búsqueda en común de la verdad. Ahora es la veracidad la virtud que nos mueve. 

La razón hace que las experiencias vividas sean aprovechables y permitan la vida en común y el crecimiento personal. Podemos dialogar con Platón y con Nietzsche porque ambos usan la razón (y vean que pongo ejemplos de filósofos no racionalistas), y con Lao Tse o con Ana Catalina Emmerick no, solo su experiencia nos vale como punto de partida, pero no hay razones detrás, hay videncias, experiencias directas que solo pueden servir si se integran en un proyecto vital.

El sentimentalismo de experiencia vital, alejado de la razón, nos inunda desde que Freud descubrió el inconsciente, Nietzsche y Schopenhauer las fuerzas ocultas de la vida y Marx las de la historia: como la razón nos lleva a un estado de cosas que no queremos tenemos que sacudirnos de la misma para progresar y entonces crear una realidad paralela donde la experiencia individual sea el centro de la vida. Muchas vidas se mueven, cada vez más, en esta irrealidad de lo sentimental, buscando acumular experiencias para sentir la vida, creando un mundo ficción solipsista o en grupo, donde las cosas suceden de acuerdo a estas experiencias. Y lo peor es que los medios de comunicación y audiovisuales con frecuencia apoyan esta ficción retroalimentando la experiencia previa. 

Si dejamos actuar al sentimiento, el amor se convierte en sensualismo, en seducción, en enamoramiento. Aunque el amor también es razón, propósito, promesa, de lo contrario ocurriría lo que suele ocurrir con demasiada frecuencia: que cuando el sentimiento se apaga o aparece otro sentimiento las relaciones se rompen. El amor no es enamoramiento.

En la lógica del sentimiento la realidad se convierte en la realidad experimentada y querida. Pero la realidad debe ser medida, articulada, probada, de lo contrario las convicciones de hoy mañana pueden ser desarticuladas sin prueba alguna, simplemente porque se me presenta con mayor atractivo la tesis contraria.

La religión tampoco puede reducirse a la experiencia religiosa. La religión, que puede comenzar por el sentimiento de unidad con Dios, por una experiencia, no es lo que debe primar, sino la racionalización de la misma y la integración en la vida, en toda la vida, como proyecto de salvación que haga más fecundo el diálogo con Dios y no se quede en pura experiencia.

Cada vez más el arte se quiere reducir a obras que dicen algo a alguien en un momento estético, el efecto Stendhal. El arte es sentimiento, sí, pero también trascendencia y canon, y forma, y sentido.

La nueva política quiere ser un juego de encandiladores atacando a los sentimientos más bajos del pueblo (el resentimiento ante la riqueza, el sentimiento nacional, el sentimiento de abandono, la desafección…). La política puede tener que ver con la psicología social, pero hay que tener claro el fin práctico de la misma: el bien común.

La educación se está convirtiendo en un juego para despertar las emociones del niño. La educación tiene mucho de encandilamiento, pero éste debe fluir hacia el conocimiento y hacia la formación de la persona completa, no solo de sus emociones.


La experiencia auténtica debemos integrarla en la vida sin darle más importancia que la que tiene, porque todos los sentimientos son iguales, pero algunos nos pueden llevar al error, en cambio la razón puede descubrir el error y permite el diálogo.

lunes, 7 de diciembre de 2015

Otra vez el Islam



Sobre el Islam y el terrorismo entramos en un diálogo en Facebook con personas que me constan bien informadas, racionales y con criterio, pero con una preferencia clara y definida por los musulmanes y, por ende, contra el sionismo, EEUU y Europa. 

Mi tesis es que la religión musulmana genera el odio. Pero eso no supone para mi tomar partido por uno de los contendientes de la tercera guerra. No creo que sea una cuestión de buenos y malos. Tomar partido por unos o por otros no es mi tarea porque los valores de occidente son universales y por lo tanto no pueden ser propiedad de un bando. Lo que trajo el cristianismo al mundo fue precisamente esa llamada a la universalidad, a la unidad de todos y a la creencia en que hay una verdad, un bien y una belleza a la que todos (incluidos los terroristas, Putin, los americanos y Bin Landen) tendemos. Si en la guerra hay dos bandos (los del petroleo y los yijadistas) en el plano de las ideas solo hay razón y sinrazón. 

Pero no se asusten, no identifico la razón con Occidente y la sinrazón con Oriente. No. Identifico solo la idea generadora del cristianismo con la razón y la idea generadora del islamismo con la sinrazón. Esto, evidentemente no es afirmar que todos los musulmanes son unos descerebrados, no es así, los hay por millones buenos. No se trata tampoco de decir que en Occidente todos son racionales, no. Occidente creó el barroco y el fútbol. Los Derechos Humanos y las cámaras de gas. Los grandes santos que se fueron (y se van) por el mundo a predicar y los que matan por petróleo. Todo está mezclado, porque todo en cada ser humano está mezclado. 

Creo que la idea cristiana conviene al hombre, le hace mejor, le eleva, le hace artista y filósofo, le hace bueno. Y sin embargo creo que la antropología musulmana (si la hubiera) hace al hombre peor, mantiene la sociedad dividida y empobrecida, genera odio y luchas, impide el crecimiento y el desarrollo de los pueblos. 

Efectivamente si usted está contento de leer estas líneas o terriblemente enfadado es normal, estamos ante un tema donde los sentimientos priman sobre la razón. Pero lo que digo es verdad, así que si le irrita o le emociona es su problema. Porque si vemos el asunto desde el punto de vista sentimental no hay nada que hacer. Cualquier razón que se dé es siempre inferior a la experiencia previa, al prejuicio. Poco o nada se puede hacer desde el plano intelectual, porque si esas ideas son defendidas rápidamente se asocia a una enfermedad mental ("islamófobo"), a un problema de ignorancia y hasta me han llegado a decir que me pagan por defender estas ideas (cosa que -por otro lado- no estaría mal). 

Los temas sentimentales no se pueden solventar así por las buenas, entran a través de la experiencia y forman parte de la vida de las personas. Por eso es imposible acabar con el nacionalismo por muchos programas políticos que se impongan. La única manera es sembrar en la escuela sentimientos correctos de universalidad y esperar treinta años a que la educación dé sus frutos. En España, que somos más chulos que nadie permitimos que se cree ese sentimiento nacionalista desde el Estado, pero este es otro cantar. No hay palabra que pueda decir que cambie lo más mínimo lo que se piensa del Islam, del puesto de las mujeres en la sociedad o de la necesidad o no de un Estado de Israel. 

Tampoco se trata de débiles y fuertes. Los débiles están en todos los lados, son los que reciben las bombas terroristas y las bombas del ejército ruso. Los poderosos son los jequecillos e imanes y los políticos europeos.

Por otro lado, Internet no es lugar para el pensamiento racional. Es el reino de taifas del relativismo. Un reino (red) donde todo es posible. Para defender el buenismo del islam se pueden ver vídeos y webs en las que se dice que los americanos volaron las torres gemelas o cómo los americanos montaron el ISIS o los atentados de París. Facebook tampoco es lugar para debatir, les contesto a todos por aquí, dejando claro que es imposible el diálogo y por lo tanto no queda más que el monólogo a dos voces.

Volvamos a la tesis. Yo afirmo que el islam solo ha traído sangre, pobreza y división y que lo que tiene de bueno (esa moral hacia el grupo) es lo que pudo entender Mahoma del cristianismo que conoció a través de las conversaciones con un cristiano antes de comenzar todas sus aventuras como jefe militar.

Agrupo los argumentos en tres tipos:

1. Por un lado lo personal frente a lo científico: vivir con musulmanes, compartir su techo, disfrutar de su hospitalidad no aclara nada sobre un juicio al islam, al contrario, te llena de pre-juicios sobre la cultura. Creo que la ciencia no se puede hacer con estos presupuestos. A la experiencia de convivencia pacífica con musulmanes puede oponerse otra experiencia similar de otra convivencia con judíos, por ejemplo, que están todos los días sometidos al terrorismo de baja -o alta- intensidad; o con la experiencia de quienes sufren directamente el terrorismo islámico. No es argumento a favor del PP decir que uno conoce a políticos de éste partido honrados, ni ser del PP te da derecho a juzgarlo mejor, creo que lo ideal es no tomar partido para juzgarlo. Creo que si queremos hacernos un juicio de algo debemos hacer una epojé (ἐποχή) de las experiencias positivas y negativas y ver el cuadro en su conjunto. Pero el sentimiento no permite hacer este cuadro, el sentimiento no toma distancia de perspectiva y se empasta con la realidad que juzga.

Lo particular es justo lo contrario: hay que tomar distancia para hacer juicios: leer de todo, no solo lo que apoya nuestra idea y si se convive, con todos, no solo con una parte del conflicto.

He visto la película El fundamentalista reticente que me recomendaban en un debate para que "comprendiese" la realidad del Islam, como si los libros no bastasen. Y vuelvo a decir que eso no dice nada de la realidad del islam. Dice que personas particulares que inician una guerra política por la defensa de un país. En la película, es verdad, hay frases lapidarias, cuando el editor turco que ha hecho quebrar su editorial le compara con los jenífaros... "cuando decidas cuál es tu posición el color volverá a tu mundo". O "muchos musulmanes pueden participar de forma pasiva, pero un muyaidin actúa. "Nuestra única esperanza son las verdades fundamentales que nos dieron en el Corán"... Está claro: así se hace un terrorista. No quiere decir que el islam sea terrorista, pero sería imposible que miles de niños y adultos tirasen piedras y granadas contra Israel durante 50 años sin el componente político-religioso. El nacionalismo no da para tanto. 

Otra idea previa precientífica es creer que demostrando el origen corrupto de algo se ataca a todos los miembros actuales. Por ejemplo, demostrando el origen antipersona del Islam no se dice nada de los musulmanes actuales; o demostrando el origen americano del ISIS tampoco se dice nada de su barbarie actual. O el origen franquista de nuestra democracia no dice nada de nuestras leyes. Pero creo que es correcto tenerlo presente para juzgar y cambiar algo, porque las instituciones crecen solo bebiendo de sus ideas originales. Es decir, es bueno conocer el origen de algo para juzgarlo, pero no es determinante.

2. Por otro lo político. Si enfrentamos a las ideas sobre la religión ideas políticas no podemos tampoco tener un diálogo fructífero. La política es como el fútbol: a unos le gusta un equipo y a otros otro, todo el mundo opina y nunca puede darse un cambio de posiciones. La política así entendida demoniza a una parte del mundo y diviniza a otra. En este caso si el islam es siempre bueno por definición, todo mal que hace el islam es bueno y si hacen algo malo es consecuencia directa de "Los Otros", los malos (los americanos, los occidentales, el petroleo, la industria armamentística, Israel, la Trilateral, los iluminati, por ejemplo). Tampoco tiene el islam la culpa de la miseria de los pueblos donde se instala, de las lapidaciones, de las ablaciones, de los homosexuales colgados en grúas, de los talibanes, el ISIS, las gargantas cortadas o de los atentados de Madrid, París o Nueva York. La política hace cerrar los ojos a estas realidades y buscar un responsable fuera.  Si Mahoma a priori era un santo de mofletes colorados, nada de esto tiene que ver con Mahoma, y resulta que quizá sean santos Almanzor Solimán, Bin Laden y Jomeini.

Yo creo que el que empuña un arma y se lanza contra sus hermanos a acribillarlos a tiros, el que recomienda cortar el cuello a los enemigos, el que pone una mochila llena de bombas en un tren, el que se lanza contra unas torres llenas de personas es un criminal y su causa queda criminalizada. Las causas de los conflictos hay que buscarlas en la historia de las ideas y no en sus antagonistas. 

Si tenemos la idea previa, el pre-juicio, de que el islam es paz y amor, por ejemplo, no hay posibilidad de pensamiento recto si los que matan en nombre del Islam resulta que no son más que "malos musulmanes", "armados por los servicios secretos de los países occidentales" , o simplemente agentes secretos disfrazados... mal andamos. La prueba de realidad que debe tener cualquier idea política es simple: si uno mata en nombre de una idea no pasa nada (puede ser un loco) pero si en todas las latitudes, en todos los momentos históricos en todas las clases sociales hay musulmanes que matan en nombre de Alá, y los que le rodean no le denuncian y anulan. Quizá -solo quizá- sea el islam favorable al crimen político / religioso. 

3. Por otro lado lo religioso. Se dice que todos los libros religiosos tienen incitación a la guerra y a la violencia. No es cierto. En el Nuevo Testamento no hay ninguna incitación al asesinato o a la violencia. En el Tao Te King tampoco. La religión cristiana se funda bajo el signo del amor. En los primeros años del cristianismo el número de mártires es directamente proporcional a su expansión por el mundo. No hubo batallas ni guerras ni violencias. El cristianismo avanzó y se hizo religión oficial del Estado. Entonces sí, cuando se mezcló lo político comienza el lado oscuro del cristianismo, que -por otro lado- no hacía más que defenderse para llegar al estadio actual en el que ningún cristiano querría matar por expandir el cristianismo, pero sí dar su vida; Cristo predicó justo lo contrario, por lo que es fácil inferir que el cristianismo que mata es una deformación del mismo. El cristianismo avanzó sobre territorio de barbarie, templando el espíritu y haciéndolo más refinado. Allá donde triunfó el progreso, la unidad y la paz se instauraron. Eso sí, esta unidad costó muchos años de sufrimiento y de guerra, sobre todo para frenar el avance de la barbarie en los primeros años y del Islam después.

Y está claro quién es el agresor y el agredido. Si el Islam se hubiese quedado en la Península Arábiga no habría habido ni reconquista ni cruzadas. Los cristianos salieron a defender lo suyo y las batallas siempre se dieron en casa, no en territorio árabe. Roma y Jerusalén fueron atacadas pero La Meca y Medina no.

Una persona poco ilustrada me decía en Facebook que "si identifico el cortar cuellos, hacer explotar personas o lapidar adúlteras como barbarie" luego (forzosamente) tengo que decir, que hay que aniquilarlos a todos. Pues no, lo que hay que hacer es civilizarlos. Como hicimos con los alemanes del norte a lo largo de 1000 años (es cierto que el espíritu de barbarie afloró con el nazismo, pero en todo caso ahora parece que ya están civilizados). Civilización y barbarie son dos vórtices de la acción humana que están en todos, dependiendo de qué alentemos tendremos una sociedad bárbara o una sociedad civilizada. La cultura es importantísima para crear sociedades respetuosas con el vecino. Mi crítica a la religión musulmana es que hace poco, muy poco, por aniquilar la barbarie. Que si hiciese más habría movimientos de masas contra el terrorismo en Siria, Gaza o Libia y realmente estos movimientos brillan por su ausencia. Cuando hay elecciones salen elegidos los partidos más radicales, cuando hay bombas contra Israel no hay ni un musulmán que lo denuncie. Por ejemplo, en la Mezquita de la M30 se recogían fondos para mandar a yijadistas a Siria ¿Cuántos musulmanes pacíficos lo denunciaron? ¿Imaginan la reacción de la Iglesia romana si un grupo terrorista se dedicase a cortar cuellos? ¿Creen que podría hacerse una colecta para comprar armas en una Iglesia? 

Los datos dicen que algunos de los musulmanes, muy pocos, son terroristas, un 4% los apoya moral o logísticamente y un 20% ve bien que se mate, aunque no harían nada por los terroristas. Si el 80% de los musulmanes quisiese acabar con la violencia acabarían en dos días. Lo que ocurre y esto es tesis y no dato, es que en la propia religión está la violencia. 

Y no es una cosa que me invente, es fruto del propio pensamiento de Mahoma y de lo supuestamente dictado. Me decía ese señor desleído que el Islam nació en un contexto de guerra. Pues no. Cuando nació el Islam no había guerra en Arabia, fue el islam el que empezó la guerra que casi dura hasta nuestros días. Que Mahoma organizó asesinatos políticos (¿Quien quiere desembarazarme de Kaab ibn ´Asraf?) no hay duda, que Mahoma inició guerras y persecuciones, tampoco, y que sus seguidores continuaron no es tampoco algo que haya que demostrar ¿Decir esto es incitar al odio? Pues yo creo que no, que el odio surge de la ignorancia ¿Qué tenemos que hacer? ¿Mirar para otro lado? ¿Saltarnos las suras que hablan de odio y hacer un cortapega de Islam moderado? ¿No quedamos en que el Corán es un libro dictado por el Arcángel? Entonces no hay interpretación. La cosa es si el arcángel manda matar cristianos o si no. 

Yo creo que si queremos pensar y desentrañar el problema tendremos que ir a la raíz, a la religión, y más en concreto al fundador. Hágase lo mismo con la religión cristiana, vayan al Fundador, vayan a Cristo.





lunes, 23 de diciembre de 2013

Feliz Navidad ¿virtual o real?


El término virtual viene a ser lo que tiene virtud para producir un efecto, que parece real, pero no lo es, o más exactamente, no lo es del todo, necesita de otros para ser perfectamente real.

La realidad no es lo que vemos, ni siquiera es lo que podemos ver de algún modo, aunque no lo podamos ver ahora. Tampoco es lo que podemos medir, lo que impresiona nuestros aparatos de medida, etc. No, eso no es la realidad, es una parte de la misma. 

La realidad es más de lo que aparece. La realidad está más allá de las cosas que vemos, éstas nos indican qué es la realidad, apuntan a ella, pero si no aprendemos a ver más allá de las cosas aparentes no veremos nada.  Es como estar presente en un cine, pero sin enterarnos de qué va la película. 

Ver: ésa es la clave, experimentar de verdad la realidad es lo que nos da sentido, por ejemplo en este cuadro de EL Greco hay tres realidades sin las cuales no se entiende nada de nada. Sin la realidad empírea, celeste, no hay cuadro, o el cuadro sería una escena costumbrista sin importancia. 

Recortar el cuadro en busca de "lo esencial" equivale a quitarle realidad al hecho histórico, porque la "gracia" del cuadro, la gracia de lo que pasó en Belén, es decir, la realidad que muestra no es otra que la encarnación del hijo de Dios, por eso el cuadro no se puede romper sin romper la realidad, no se debe obviar lo que pasa en el cielo, porque sin ello lo que pasa por aquí no tiene importancia. 

Lo importe del cuadro está arriba y abajo, no en el centro. Hay que saber mirar. Arriba tenemos dos ángeles que se parecen un poco a los pastores: 



Y debajo está casi lo más importante: el pastor arrodillado, porque si en el cielo hay fiesta y se baila y en la Tierra a nadie le importa, y nadie se entera, pues no sería muy de recibo. Tampoco lo sería estar como si nada hubiese pasado y sí.


Así que el cuadro es completo y muestra la realidad auténtica: el hombre de rodillas, los ángeles cantando y haciendo cantar a todos para darles una realidad que no tendrían.

La realidad del portal de Belén solo se explica en estos tres planos, como la realidad de cada uno. Eso sí cada uno, quod naturam non dat, ve lo que puede.

En definitiva: felíz Navidad

lunes, 11 de noviembre de 2013

La ciencia no niega a Dios

Artículo de Javier Igea publicado en El MUNDO el 08/11/2013

SIEMPRE me ha impresionado la seguridad con la que algunos ateos niegan la existencia de Dios. Sin embargo, he buscado en internet los argumentos más comunes para probar su no existencia y no los he encontrado. Es más, muchos ateos reconocen la dificultad de probar lo que se llama un «universal negativo», esto es, demostrar con certeza lógica que algo no exista. Cuando los debates llegan a este punto pasan al ya citado ataque a las religiones o a admitir que se puede ser moralmente bueno sin reconocer la existencia de Dios (por cierto, algo que me parece muy difícil viendo el panorama que nos rodea). Sólo he encontrado un argumento para probar que algo no pueda existir y es el de que su existencia llevase a contradicciones lógicas, como por ejemplo el famoso círculo cuadrado. Personalmente no me cuadra este argumento en las dos aplicaciones que se me ocurren, que son las de conjugar mi libertad con la omnisciencia divina o el problema del mal. Por ello me parecería más coherente que el ateo se declarase agnóstico antes que ateo.
Una de las contradicciones que se plantean es la imposibilidad de creer en Dios en la era de la ciencia. Como este tema me afecta personalmente porque soy sacerdote, esto es, hombre de fe en un Dios personal y que interviene en la historia, y además científico, doctor en astrofísica, el tema de las relaciones fe-ciencia me afecta por partida doble, y por eso me he decidido a escribir con la honradez del científico y del sacerdote que intenta vivir conforme a su fe. Me guía la primera frase latina atribuida a Aristóteles, y de la que se hace eco Cervantes en el Quijote. Soy amigo tanto de Platón y de Aristóteles como de Benedicto XVI o de Piergiorgio Odifreddi, pero soy más amigo de la verdad, que creo que existe y que es cognoscible, que está fuera de mí y que nunca abarcaré totalmente. Pero basta de introducciones y vayamos al grano.
Considero que existen al menos tres puntos de diálogo entre la neurociencia y la religión: la cuestión del alma y su relación con el cerebro, las experiencias religiosas ordinarias y las experiencias religiosas psicóticas. La primera cuestión, desde el punto de vista filosófico, es simple: alma y cuerpo (no cerebro) se relacionan como materia y forma mediante una unión substancial. Esta es la manera habitual de evitar el monismo materialista y el dualismo cartesiano salvando que en el hombre hay un componente espiritual que explica nuestra libertad y capacidad de conocimiento abstracto. Sin embargo, para que esto pueda ser aceptado es necesario que la materia (en este caso las neuronas, sus sinapsis u otras estructuras cerebrales) tengan propiedades que permitan una correlación alma-cuerpo. Una hipótesis sobre como este contacto puede darse es la propuesta por Beck y Eccles en 1994, quienes desarrollaron un modelo cuántico para un proceso de la exocitosis en las sinapsis cerebrales basándose en el efecto túnel de los electrones. Una física no determinista como es la cuántica posibilitaría la acción del «yo» en el cerebro. Para ser honestos hay que decir que este modelo no ha sido universalmente aceptado, pero la hipótesis es sugerente.
La neurociencia actual indaga otras líneas de investigación para explicar los fenómenos conscientes del hombre y busca sus mecanismos. En general saca como conclusión que la postura que se debe mantener es la de un monismo emergentista. La mente sería el resultado de la interacción de miles de millones de neuronas a través de sus sinapsis en el cerebro y del cerebro con otros órganos del cuerpo y con el mundo que nos rodea. Este sería, en resumen, el modo como el cerebro crea la mente o, en otras palabras, como la mente emerge del cerebro.
Yo sostengo que la opción por el monismo en base a unos datos científicos es una opción más filosófica que científica. El ánima es el principio que anima un cuerpo vivo, lo que distingue un ser inanimado de un ser animado. Por ello, ánima es lo que hace que exista vida. Y también el ánima es lo que da forma a la materia, esto es su in-formación. Por ello, no es incompatible conocer los mecanismos con los que se maneja la información en el cerebro y los mecanismos de la vida humana y creer en el alma tal como se concibe en la filosofía aristotélica: por medio de la causalidad formal. Es más, no me terminan de convencer las propuestas monistas para explicar el más sagrado de los elementos del hombre: su libertad. Por todo esto no veo ninguna incompatibilidad entre la neurociencia y la existencia de Dios.
Otro punto que la neurociencia analiza es el de los mecanismos cerebrales que explicarían las experiencias religiosas. Se han hecho experimentos para ver qué zonas del cerebro están activas en los momentos de meditación en los que dicen experimentar la presencia de Dios. Se han descubierto dichas zonas e incluso se formulan teorías evolutivas del cerebro que explican el origen de la religión en base a estos descubrimientos. Algunos incluso llegan a decir que si se suprimieran estas áreas cerebrales desaparecería la fe en Dios. Sin embargo, se puede argumentar que relacionar la fe en Dios con la existencia de estas áreas es lo mismo que decir que los olores se deben a que existe la nariz. ¡Amputemos la nariz y desaparecerán los olores! Aun cuando es cierto que durante la oración pueden activarse determinadas áreas del cerebro, la existencia de Dios no depende de que uno lo llegue a experimentar por medio de lo que los creyentes llamamos la experiencia mística. Ésta es subjetiva, mientras que Dios es para el creyente un ser objetivo independiente de él, y del que tiene serias razones metafísicas para admitir su existencia. Pero basta con esto en lo referido a la neurociencia.
El filósofo Piergiorgio Odifreddi nos argumentaba a favor del ateísmo poniendo como prueba que sólo un 7% de los científicos de altura creen en Dios. Este porcentaje tan pequeño me recuerda al número tan pequeño de sabios que creían en la Edad Media que la Tierra era redonda; era bajo el porcentaje, pero tenían razón. Y uno de los que lo sostuvo fue San Alberto Magno. Encuentro que lo más peculiar de la negación de Dios desde la matemática es la rotundidad de la misma. Yo no me atrevería a tanto. Sostengo que ni la física ni la matemática pueden afirmar o negar la existencia de Dios por una razón muy simple: el teorema de Gödel que limita la posibilidad de hacer afirmaciones absolutas. John Barrow lo expone de la siguiente manera: si se define una religión como un sistema de pensamiento que requiere una creencia en unas verdades que no se pueden probar, entonces la matemática es la única religión que puede probar que es una religión. Y la física también tiene limitada la posibilidad de hacer afirmaciones porque se basa en la matemática, aunque según algunos es posible que se den las condiciones para que no se le apliquen a la física las limitaciones impuestas por el teorema de Gödel.
PERO VOLVIENDO a Odifreddi, no veo coherente su afirmación de que existen solo logoi en matemáticas; es cierto que la matemática contiene logoi, pero la existencia de estos logoi lleva a la existencia de un único logos, que él reconoce; las razones que él expone para llamarlo Dios vienen más bien de no creer en el misterio de la Encarnación o en la historicidad de Jesucristo. Con razón el papa Benedicto XVI le dice que si el logos es racional y existe, teniendo en cuenta las limitaciones de la teología apofática y la analogía para hablar de Dios, podemos afirmar la existencia del Logos con mayúscula que los creyentes llamamos Dios. Por ello, el ateísmo de Odifreddi es más bien un rechazo del cristianismo que una negación de la existencia de Dios, pero el análisis de la coherencia de su rechazo del cristianismo no es el objeto de este artículo.
Pero no todos los matemáticos han sido ateos. Gödel fue un hombre de fe, conocedor de la filosofía de Leibniz. Esto le distinguió de Einstein, conocido seguidor de Spinoza. El planteamiento religioso de Einstein se puede resumir en su siguiente afirmación, que leída con atención no afirma la existencia de un Dios personal: todo aquel que está seriamente comprometido con el cultivo de la ciencia, llega a convencerse de que en todas las leyes del universo está manifiesto un espíritu infinitamente superior al hombre, y ante el cual, nosotros con nuestros poderes debemos sentirnos humildes. Gödel fue más lejos. Estudió el argumento ontológico incluyendo las modificaciones de Leibniz. Una revisión de la literatura sobre el tema indica un creciente interés en el argumento ontológico por parte de lógicos y filósofos.
En conclusión, la negación de Dios se hace muchas veces a la ligera. La fe en Dios tampoco es fácil para quien quiere tomársela en serio. El creyente tiene en la fe un tesoro que, por desgracia, no siempre vive. Pero también desde la fe el creyente aprende a ver a todos con los ojos del Dios en que cree, y asume las palabras que el libro de la sabiduría predica de Dios: «Te compadeces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado» (Sab 11,23).
Javier Igea es sacerdote y doctor en Astrofísica por la Universidad de Nueva York.

miércoles, 28 de agosto de 2013

La tercera guerra mundial


Aunque parezca que me salgo de mis temas habituales no lo voy a hacer demasiado, porque lo que me importa de este conflicto no es decantarme por uno o por otro, realmente no tengo favoritos en la zona, o dicho de otro modo creo que son tan criminales los opositores rebeldes como los gobernantes golpistas. Me interesan los malabares dialécticos que tienen que hacer en Occidente unos y otros para justificar su apuesta por un bando en un escenario de locura absoluta y falta de realidad.

Este verano estamos asistiendo a un espectáculo dialéctico de lo más interesante, los demócratas liberales tienen que apoyar un Golpe de Estado para evitar que el islam (real) se haga con el poder; los "rojillos sin fronteras" -esos ninis del pañuelo palestino-, tienen que ver a cientos de niños gaseados y apoyar al criminal ejército que los mató, simplemente porque Rusia y China lo apoyan y porque defendiendo a los criminales atacas, de algún modo, a Estados Unidos e Israel.

Vemos a Obama (que no es Bush) muy serio pidiendo pruebas a los expertos de la ONU mientras los niños muertos se apilan sobre su escritorio. Rusia jugando al pío pío que yo no he sido para lograr con ello energía barata o vender algún arsenal mortífero. Pakistán al fondo con la bomba atómica, cuarenta muertos al día en Irak, Irán apuntando a Israel, etc. etc. 

Y mientras el mundo democrático aplaudiendo a un ejército golpista en Egipto que juzga al ahora "dictador Mubarak" (el que era hasta hace bien poco "presidente Mubarak" y había garantizado la seguridad de millones de viajes de turistas occidentales) por haber acabado con los cabecillas de los Hermanos Musulmanes, que habían obtenido el poder democráticamente...

Todos estamos viendo una serie de movimientos dialécticos que en el fondo esconden una verdad tremenda: la democracia no es compatible con el Islam, porque cuando llega el Islam al poder en cualquier territorio extermina a toda la oposición e impone su ley sobre todos, ley que elimina los derechos a la libertad religiosa (con las dictaduras "laicas" en Irak y en Egipto quedaban grupos cristianos, ahora ya no queda nada) y somete a las mujeres a una vida de segunda, elimina a los homosexuales y mata o expulsa a las religiones cristianas presentes en la zona. Y eso sin hablar del antisemitismo, las lapidaciones o los castigos corporales.

Y para colmo el fantasma de lo políticamente correcto hace sospechoso este discurso mío que apunta como enemigo de la razón, la paz y la libertad al Islam. Y hay que hablar a continuación de esa entelequia que se llama "islam bueno" o "islam democrático"; pues bien, no solo es una entelequia, sino que también es un oxímoron.

Yo creo que no puede existir en este mundo eso que llaman islam democrático. Existe tanto como el nazismo bueno, es decir, no existe en absoluto o, de existir, no lo hace como una idea política, sino como un ideal de vida de una o varias personas aisladas. 

En pequeñas comunidades, sin oposición, puede existir paz y reinar el amor... tal y como reinaba en el refugio de montaña donde Hitler pasaba sus vacaciones o en la casa de Goebels en Navidad; pero eso no es ni el verdadero nazismo ni el verdadero islam porque no son políticos. Ambos son una fe que sirve a la política.  

El islam, el que creó Mahoma es religión y política, y lo uno no se entiende sin lo otro. Lo que quiso el islam desde el principio, lo que quería Mahoma, era un proyecto político-militar apoyado en una religión, un proyecto geoestratégico: quería dominar Medina, y luego la Meca y luego el espacio intermedio, y los reinos vecinos.... Algo así como el nazismo inicial, que quería en un principio compartir el poder para luego hacerse con todo el poder de Alemania y más tarde de toda Europa.

Con los criterios occidentales de bien y mal, que no son otros que los cristianos, plasmados en los derechos humanos, es imposible aceptar como válido un grupo religioso-político o político-religioso que en su naturaleza religiosa o ideológica lleve inserto el control total del Estado, porque esto elimina la disidencia y lleva al fanatismo por el camino más rápido: la acumulación de poder. 

En Siria y en el resto del mundo habrá paz cuando se identifique al enemigo correctamente y se le neutralice para siempre, como se está pidiendo desde hace años: con una guerra total y sin cuartel.