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lunes, 2 de enero de 2017

El vestido de la Pedroche


Conste que soy el menos indicado para escribir de estas cosas. Primero porque no sé quién es Cristina Pedroche, bueno, sí la acabo de ver en la foto que todo el mundo comenta, pero no sé a qué se dedica (ni me importa). Segundo porque no tengo televisión (y me gusta decirlo, tomé las uvas con la Bárbara Archilla e Isabel Lobo en la COPE). Tercero porque no me interesa el asunto rosa.

[Y entonces ¿por qué escribe sobre algo que no le interesa y de lo que no tiene ni idea?]

Escribo esta primera entrada del año sobre ese asunto porque el tema no es ni Cristina Pedroche ni su vestido. Me interesa la estupidez humana como tema filosófico, y este asunto del vestidito es un ejemplo paradigmático. En concreto me mueven a escribir dos artículos: el primero de Lucía Etxebarria en El periódico  y el otro en El Huffingtonpost de Yolanda Domínguez, artista.

Se trata de una mujer que se viste como le da la gana y que gana un montón de euros, por hacer lo que le gusta. Y eso les escandaliza como mujeres y como feministas. El escándalo que mueve a las autoras es inmarcesible. Se escandalizan y no saben por qué, no saben dónde poner la crítica ¿en el vestido? ¿en la chica? porque están cansadas de decir que una mujer puede ponerse lo que quiera y que nadie puede juzgarla. ¿Quiénes son ellas para meterse con Cristina Pedroche y su traje de fiesta/baño? 

Como no pueden arremeter contra ella disparan contra el hombre que sale vestido a su lado o contra la empresa (ambos opresores en el imaginario marxista-feminista). 

Pero no es un caso fácil de opresion 'heteropatrialcal'. Porque lo que están diciendo es que una mujer semidesnuda es un objeto-propiedad-de-un-hombre y eso es muy grave en una sociedad en que se desnudan voluntariamente muchísimas mujeres y "muestran sus encantos" quienes así apetecen, como y cuando quieren; tan  libre y voluntariamente como Cristina Pedroche ¿Son todas las mujeres que enseñan parte de su cuerpo víctimas del heteropatriarcado? ¿Son todas esclavas? Porque también se dice esto de las que van con burka. Estaríamos ante un hecho terrible donde las mujeres que enseñan y las que no son esclavas del machismo.

Y es que el problema no está en las mujeres, el problema está en La Tele. No en la cadena, no en la empresa ni por supuesto en el hombre que viste elegante. En el concepto de La Tele. La misma que da de comer a Cristina Pedroche y, en parte, a las dos sesudas analistas: Etxebarría y Domínguez. 

El falso debate versaría sobre si es posible una televisión en la que no ocurriesen estas cosas... Pero si no hubiese mujeres desnudas saldrían las feministas a ponerlas (véase años 70). Si no hay censura no hay otra televisión posible, porque La Tele es un aparato que lanza imágenes que tienen que atraer la atención de mayoría, de la audiencia, y la mayoría es, por definición vulgar. A los hombres y a las mujeres vulgares les gusta la belleza sexuada de las mujeres (y de los hombres). No podemos luchar contra eso. Por eso la publicidad busca modelos con alto contenido erótico, solo porque eso gusta, atrae, acerca. La desnudez en las mujeres bellas gusta tanto a los hombres como a las mujeres.  

Además el propio medio lleva a lo superficial, a la mirada, a la corporeidad más que a la espiritualidad, como es lógico. Se trata de atraer, atrapar a la audiencia y eso solo se hace de manera zafia. La televisión de calidad es un oxímoron.

La belleza superficial femenina -decía- atrae a ambos sexos. A los hombres por el contenido sexual, la sexualidad del hombre es visual. A las mujeres por una idealización de su propio cuerpo. Lucía quiere ser como la Pedroche (eso deja ver en su artículo), aunque tiene el cuerpo de Lucía. Por eso se hace fotos semidesnuda y participa en entrevistas como la de esta de la foto.

No es posible otra cosa. La ley de las audiencias impide la elegancia, es La Tele la que manda, la que busca atraer, sorprender, estimular lo más bajo del ser humano. Cada cadena tiene su pedroche, su desnudez, su incitación a la lujuria disfrazada de originalidad, belleza o modernidad. Simplemente porque la lujuria es forma en la que el vulgo interpreta la belleza.

"yo me  sentí incómoda y ofendida al ver a Cristina Pedroche"

Todas las mujeres (y hombres) quieren sentirse miradas y admiradas por su belleza y esto es muy difícil porque la verdadera belleza es cosa de muy pocos y es pasajera. Entonces tenemos dos opciones: o atraer por la elegancia, es decir, por ser una persona plena que destaca por ella misma; o por la vulgaridad. Y como la elegancia es inaccesible para la mayoría es la vulgaridad la que triunfa mayoritariamente. El mostrar el cuerpo por entregas hace las veces de la belleza: iguala y permite que cualquiera pueda ser mirada con deseo. Da igual que seas fea, gorda o vieja: muestra un gran canalillo, una minifalda, un hombro o un ombligo y serás mirada, quizá con ardientes deseos, en todo caso serás visible. 

 "Es símbolo de una España zafia, grosera, rancia, inculta y sexista"


Pero claro, las miradas se pagan: una mujer que muestra su cuerpo está lanzando un mensaje (a veces inconsciente) que indica que solo puede ser valorada por su cuerpo y no por sí misma, es decir, que apuesta por lo vulgar y no por la elegancia. Se prepara para la cosificación. 

Que esto se haga en La Tele no es nada del otro mundo, es lo que hacen millones de españolas a diario. Que a la mayoría les guste es algo natural: lo vulgar es lo mayoritario ¿dónde está el problema?  ¿No éramos demócratas? ¿Votamos a ver qué quieren los españoles si a Pedroche o a Etxebarria? No hay que votar, hay audiencias.

Claro que aunque el pueblo (la audiencia) lo pida no podemos cosificar. ¡¡¡Sí, el problema está en la cosificación!!!, claro, claro... por eso no queremos cosificar a las mujeres y las tratamos con respeto, las valoramos como personas ¿verdad? aquí nadie quiere acostarse con nadie que no conozca y nadie valora a las mujeres por su cuerpo. Sobre todo la gente 'de izquierdas'. Los progres jamás se acuestan con una mujer por deporte, nunca. Nunca se fijan en los respetables cuerpos de sus iguales. Nunca. Y las feministas nunca nunca muestran escotes pronunciados ni minifaldas para atraer miradas de saldo... si lo hacen es "para sentirse bien". En fin. Feliz 2017.


Post Post. Editando la entrada he visto que el texto de Lucía Etxebarría es un plagio y que la autora es Carlota Miranda. Curioso que aún descubierta no haya retirado el plagio de Facebook y siga haciéndolo pasar por suyo, ganando fama de buena escritora, comentarios y visitas, como si lo fuese. De todos modos el artículo de Carlota es mucho mejor. Lo que aporta Lucía es de pésimo gusto como la comparación que hace entre el vestido y un niño vendiendo condones (¿?):
"Llamarnos machistas o retrógradas porque nos molestó la imagen de Cristina Pedroche en Nochevieja sería como llamarnos retrógradas y poco avanzadas si se utilizara la imagen de un menor de edad anunciando condones en la tele" [sic]

Que una escritora plagie un artículo hace sospechar de toda su obra. Es la corrupción mayor del oficio.

lunes, 15 de julio de 2013

La unidad y la pureza



En un texto de J. Ratzinger (Fe y Futuro, Salamanca, Sígueme, 1973, pp. 76-77) que me envía Pablo Velasco (@pavelaquin) el actual papa emérito dice -proféticamente- que la Iglesia del futuro, es decir, la de hoy (porque lo dice hace cuarenta años del texto) será simple y exigirá un compromiso más directo de los fieles

Para lograrlo tendrá que eliminar tres actitudes de defensa: 

1. "Será una iglesia interiorizada, sin reclamar su mandato político y coqueteando tan poco con la izquierda como con la derecha". No se debe coquetear con la política. Es decir sólo es posible hablar con el poder si tienes un poder igual o similar a él, porque el poder (religioso, político o económico) sólo respeta al poder. El poder es a-teo, y por lo tanto a-moral, sólo entiende de razones instrumentales y es superficial por naturaleza. Esa es la razón por la que corrompe, porque va contra la naturaleza humana, para la que hay otras cosas que lo inmediato superficial y técnico. 

Porque el poder es así, si no somos capaces de colocar un poder frente al poder es mejor que no hablemos con él, de lo contrario seremos devorados. Antes existía el poder moral... pero desde que Maquiavelo es lectura de colegio ya no existe la moral frente al poder. La teoría de las dos espadas, por la cual se decía en la Edad Media que el poder político y el religioso debían convivir, uno en cada mano, apoyándose mutuamente, sin mezclarse, debe abandonarse: ahora el poder político intercambia protecciones con la tecnología y la religión debe ocupar otro puesto para sobrevivir.

2. Benedicto apunta en una frase otras dos actitudes: "Habrán de suprimirse tanto la cerrada parcialidad sectaria como la obstinación jactanciosa". 

Vayamos a lo primero: la "cerrada parcialidad sectaria", tres adjetivos que vienen a decir lo mismo y se apoyan solidariamente, lo que toca en este siglo es abrirse al otro. Es decir, nada de criterios sectarios, nada de grupos cerrados, de burbujas aisladas del mundo. Es necesario que existan grupos pequeños de pureza, de fortaleza, pero estos grupos sólo tienen sentido si están abiertos. Son necesarios porque sólo en los grupos pequeños se da la adhesión auténtica, el encuentro comunitario. El gran reto consiste en vivir abierto a los otros sin perder ni un ápice de identidad. La diferencia es sutil, pero interesante: el sectario se cierra al diálogo porque quiere convencer al otro, sacar algo del otro, pero no le escucha porque tiene miedo a contaminarse y en el fondo le desprecia; la verdadera comunidad exige que se respete al otro aunque no se comparta su visión, que se respete al otro con sus errores.

No se trata del respeto liberal, que en el fondo es un desprecio y supone la indiferencia ante el error o el acierto del otro. Sino de un respeto a la persona que se equivoca, no a su error, o a su mentira o su injusticia. 

Precisamente al estar abierto al otro y querer comprenderle sin querer sacar nada de él, se puede decir la verdad con más tranquilidad; se puede reparar la injusticia con mayor dedicación. Y contrarrestar la obstinada maquinaria del poder con la simple verdad: cuando el poderoso miente, digamos la verdad sin problema. Cuando comete injusticia, difundámosla por todo el mundo, no hay límites a la verdad, a la transparencia, al hablar. Los medios de comunicación ahora lo permiten, hagámoslo, hagamos que la injusticia y la mentira tengan su precio.

¡Eduquemos al poderoso! Es el momento de hablar, sin estrategias ni tapujos; es el momento de la transparencia, que va derribando algunos resortes del poder político religioso y empresarial. 

El silencio cómplice, el que quería salvar la estructura antes que las personas, el que se imponía tácita o explícitamente en cláusulas de dudosa moralidad en los contratos, es un silencio del siglo XX que sólo ha conseguido perpetuar el mal. 

Y precisamente en esta línea Benedicto XVI destapó todo lo destapable: la verdad si hace daño, que duela, siempre será peor que la corrupción; y Francisco I: "pecadores sí, corruptos no". 

3. Y, en la misma frase incitaba a abandonar "obstinación jactanciosa". Obstinación de creer que el mundo actual es similar al del siglo XX. Y no, el mundo del pasado se está derrumbando, con sus macroinstituciones y sus programas generales de influencia social. Las grandes estructuras están cayendo y hay que olvidarse de la obstinada lucha por mantenerlas. Hay que dejarlas caer para construir sobre ellas. 

El saber técnico se opone al humano como la comunidad se opone a la superestructura donde nadie se conoce ni se habla, y donde se toman decisiones que afectan a la vida íntima de las familias sin preocuparse por nada, a 19,8 kilómetros de distancia y sólo con unos datos de una tabla de cálculo. 


Al final la Iglesia se mantendrá, claro, pero "no la iglesia del culto político, ... sino la iglesia de la fe (...), una iglesia interiorizada y simplificada". 

Y lo mismo puede ocurrir con las otras instituciones que no son Iglesia pero viven cerca de ella: que deben adelgazar, interiorizarse, simplificarse, mostrar la belleza de la unidad libre de estructuras, poderes, izquierdas y derechas.

martes, 26 de febrero de 2013

Ciberidiotas



¡¡¡¡Cuánta indignación y cuánto solidario!!! ¡¡¡Con la que está cayendo!!!

Hartito me tienen los que quieren imponer la censura previa en Twitter, y les encantaría poder hacerlo en la vida real. Les encantaría poder callar a todo el que no "piense" como ellos. 

Digo "piense" entre comillas porque eso de Twitter más que pensar es retuitear trozos de pensamientos. Twitter usado por la política es el lema de antaño, la canción, la idea suelta convertida en piedra insultante o halagadora del líder. La idea retiuiteable es consigna, pintada, grito... Esto de partir el pensamiento en trozos es vieja práctica de los totalitarismos. Cuando se carece de pensamiento lógico, esto es racional, articulado, riguroso, a uno le basta con retuitear pensamientos y queda de maravilla entre los propios.

Uno de los peligros de Twitter es precisamente esto, que sirve de altavoz a esas cabezas que decía Machado que embisten y no piensan, 

Es gracioso cómo se ponen de farruquitos cuando les atacas a alguno de sus dogmas o ideas-fuerza. Aparecen miles de  cibertontos, refugiados en el anonimato de sus habitaciones que en vez de estudiar y convertirse en señores respetables se dedican a vaguear por la red, a ver el fútbol, la música, a leer-se a sí mismo duplicado en clones retuiteados y retuitentes.

Su ego se inflama cuando tres colegas (followers) retuitean una ordinariez. Aspirantes a ciberperroflautas dedicados al juego del enfrentamiento de pacotilla con tientes marxistas. (Si Marx levantara la cabeza se moriría al ver la caterva de tontunos burguesitos que le nombran jugando a la guerra civil pero desde casa). Obreretes de coche tuneado, de Iphone5 robado, de zapatillas de 500 euros, esos de la última fila del instituto público de un pueblo de Andalucía. 

Quejicas. Llorones que cuando el Estado les daba de todo aquí nadie movía un dedo, los que en vez de buscar trabajo, montar empresas o estar estudiando están calentitos en sus cuartos esperando la cena y montando la revolución subvencionada y televisada.

Y atacando. Atacando a todo el que no llore como ellos. De la manera más fea y más baja. Porque ellos -en el ciberespacio- no tienen educación. Y la culpa la tengo yo. Claro.

La culpa la tenemos todos, nunca ellos. La culpa Bush y Aznar, Franco, Hitler y el Papa.

Y ellos nada. Nada de nada. Si suspenden, por los recortes. Si se quedan sin trabajo no es por su pésima formación ni por no ir tres lunes al trabajo por la resaca que tenían, ni por meter la mano en la caja.... No, es por Acebes, Esperanza Aguirre y Sánchez Dragó.

Sus presuposiciones: que todos les tenemos que dar de comer, de beber y que tenemos que pagarles la tarifa plana del Delfin de Orange. Y la tele de plasma para ver el fútbol, la música, la bebida y algo más

¡¡¡Pobrecitos desarrapados del sistema!!!  

Calimeros que nadie les hace caso y tienen que emigrar como Paco Martínez Soria. Pues ¡que se vayan! Y que se queden aquí los que estén dispuestos a trabajar, a buscarse la vida, a estudiar. 

martes, 5 de abril de 2011

Texto de Ortega y Gasset (Cap. X. La doctrina del punto de vista )

El tema de nuestro tiempo


Cap. X. La doctrina del punto de vista


[Vida y cultura]


Contraponer la cultura a la vida y reclamar para esta la plenitud de sus derechos frente a aquella no es hacer profesión de fe anticultural. Si se interpreta así lo dicho anteriormente, se practica una perfecta tergiversación. Quedan intactos los valores de cultura; únicamente se niega su exclusivismo. Durante siglos se viene hablando exclusivamente de la necesidad que la vida tiene de la cultura. Sin desvirtuar lo más mínimo esta necesidad, se sostiene aquí que la cultura no necesita menos de la vida. Ambos poderes –el inmanente de lo biológico y el trascendente de la cultura– quedan de esta suerte cara a cara, con iguales títulos, sin supeditación del uno al otro. Este trato leal de ambos permite plantear de una manera clara el problema de sus relaciones y preparar una síntesis más franca y sólida. Por consiguiente, lo dicho hasta aquí es solo preparación para esa síntesis en que culturalismo y vitalismo, al fundirse, desaparecen.


Recuérdese el comienzo de este estudio. La tradición moderna nos ofrece dos maneras opuestas de hacer frente a la antinomia entre vida y cultura. Una de ellas, el racionalismo, para salvar la cultura niega todo sentido a la vida. La otra, el relativismo, ensaya la operación inversa: desvanece el valor objetivo de la cultura para dejar paso a la vida. Ambas soluciones, que a las generaciones anteriores parecían suficiente, no encuentran eco en nuestra sensibilidad. Una y otra viven a costa de cegueras complementarias. Como nuestro tiempo no padece esas obnubilaciones, como se ve con toda claridad el sentido de ambas potencias litigantes, ni se aviene a aceptar que la verdad, que la justicia, que la belleza no existen, ni a olvidarse de que para existir necesitan el soporte de la vitalidad.


Aclaremos este punto concretándonos a la porción mejor definible de la cultura: el conocimiento.


[El problema del conocimiento: racionalismo o relativismo]


El conocimiento es la adquisición de verdades, y en las verdades se nos manifiesta el universo trascendente (transubjetivo) de la realidad. Las verdades son eternas, únicas e invariables. ¿Cómo es posible su insaculación dentro del sujeto? La respuesta del racionalismo es taxativa: solo es posible el conocimiento si la realidad puede penetrar en él sin la menor deformación. El sujeto tiene, pues, que ser un medio transparente, sin peculiaridad o color alguno, ayer igual a hoy y a mañana –por tanto, ultravital y extrahistórico–. Vida es peculiaridad, desarrollo; en una palabra: historia.


La respuesta del relativismo no es menos taxativa. El conocimiento es imposible; no hay una realidad transcendente, porque todo sujeto real es un recinto peculiarmente modelado. Al entrar en él, la realidad se deformaría y esta deformación individual sería lo que cada ser tomase por la pretendida realidad.


Es interesante advertir cómo en estos últimos tiempos, sin común acuerdo ni premeditación, psicología, «biología» y teoría del conocimiento, al revisar los hechos de que ambas actitudes partían, han tenido que rectificarlos, coincidiendo en una nueva manera de plantear la cuestión.


El sujeto, ni es un medio transparente, un «yo puro» idéntico e invariable, ni su recepción de la realidad produce en ésta deformaciones. Los hechos imponen una tercera opinión, síntesis ejemplar de ambas. Cuando se interpone un cedazo o retícula en una corriente, deja pasar unas cosas y detiene otras; se dirá que las selecciona, pero no que las deforma. Esta es la función del sujeto, del ser viviente ante la realidad cósmica que le circunda. Ni se deja traspasar sin más ni más por ella, como acontecería al imaginario ente racional creado por las definiciones racionalistas, ni finge él una realidad ilusoria. Su función es claramente selectiva. De la infinidad de los elementos que integran la realidad, el individuo, aparato receptor, deja pasar un cierto número de ellos, cuya forma y contenido coinciden con las mallas de su retícula sensible. Las demás cosas –fenómenos, hechos, verdades– quedan fuera, ignoradas, no percibidas.


Un ejemplo elemental y puramente fisiológico se encuentra en la visión y la audición. El aparato ocular y el auditivo de la especie humana reciben ondas vibratorias desde cierta velocidad mínima hasta cierta velocidad máxima. Los colores y sonidos que quedan más allá o más acá de ambos límites le son desconocidos. Por tanto, su estructura vital influye en la recepción de la realidad; pero esto no quiere decir que su influencia o intervención traiga consigo una deformación. Todo un amplio repertorio de colores y sonidos reales, perfectamente reales, llega a su interior y sabe de ellos.


Como con los colores y sonidos acontece con las verdades. La estructura psíquica de cada individuo viene a ser un órgano perceptor, dotado de una forma determinada que permite la comprensión de ciertas verdades y está condenado a inexorable ceguera para otras. Asimismo, cada pueblo y cada época tienen su alma típica, es decir, una retícula con mallas de amplitud y perfil definidos que le prestan rigurosa afinidad con ciertas verdades e incorregible ineptitud para llegar a ciertas otras. Esto significa que todas las épocas y todos los pueblos han gozado su congrua porción de verdad, y no tiene sentido que pueblo ni época algunos pretendan oponerse a los demás, como si a ellos solos les hubiese cabido en el reparto la verdad entera. Todos tienen su puesto determinado en la serie histórica; ninguno puede aspirar a salirse de ella, porque esto equivaldría a convertirse en un ente abstracto, con íntegra renuncia a la existencia.


[La perspectiva como modo de organización de la realidad]


Desde distintos puntos de vista, dos hombres miran el mismo paisaje. Sin embargo, no ven lo mismo. La distinta situación hace que el paisaje se organice ante ambos de distinta manera. Lo que para uno ocupa el primer término y acusa con vigor todos sus detalles, para el otro se halla en el último y queda oscuro y borroso. Además, como las cosas puestas una detrás de otra se ocultan en todo o en parte, cada uno de ellos percibirá porciones del paisaje que al otro no llegan. ¿Tendría sentido que cada cual declarase falso el paisaje ajeno? Evidentemente, no; tan real es uno como el otro. Pero tampoco tendría sentido que puestos de acuerdo, en vista de no coincidir sus paisajes, los juzgasen ilusorios. Esto supondría que hay un tercer paisaje auténtico, el cual no se halla sometido a las mismas condiciones que los otros dos. Ahora bien, ese paisaje arquetipo no existe ni puede existir. La realidad cósmica es tal, que solo puede ser vista bajo una determinada perspectiva. La perspectiva es uno de los componentes de la realidad. Lejos de ser su deformación, es su organización. Una realidad que vista desde cualquier punto resultase siempre idéntica es un concepto absurdo.


Lo que acontece con la visión corpórea se completa igualmente en todo lo demás. Todo conocimiento lo es desde un punto de vista determinado. La species aeternitatis de Spinoza, el punto de vista ubicuo, absoluto, no existe propiamente: es un punto de vista ficticio y abstracto. No dudamos de su utilidad instrumental para ciertos menesteres del conocimiento; pero es preciso no olvidar que desde él no se ve lo real. El punto de vista abstracto solo proporciona abstracciones.


Esta manera de pensar lleva a una reforma radical de la filosofía y, lo que importa más, de nuestra sensación cósmica.


[Ni racionalismo ni relativismo]


La individualidad de cada sujeto real era el indominable estorbo que la tradición intelectual de los últimos tiempos encontraba para que el conocimiento pudiese justificar su pretensión de conseguir la verdad. Dos sujetos diferentes –se pensaba– llegarán a verdades divergentes. Ahora vemos que la divergencia entre los mundos de dos sujetos no implica la falsedad de uno de ellos. Al contrario, precisamente porque lo que cada cual ve es una realidad y no una ficción, tiene que ser su aspecto distinto del que otro percibe. Esa divergencia no es contradicción, sino complemento. Si el Universo hubiese presentado una faz idéntica a los ojos de un griego socrático que a los de un yanqui, deberíamos pensar que el Universo no tiene verdadera realidad, independiente de los sujetos. Porque esa coincidencia de aspecto ante dos hombres colocados en puntos tan diversos como son la Atenas del siglo V y la Nueva York del XX indicaría que no se trataba de una realidad externa a ellos, sino de una imaginación que por azar se producía idénticamente en dos sujetos.


Cada vida es un punto de vista sobre el Universo. En rigor, lo que ella ve no lo puede ver otra. Cada individuo –persona, pueblo, época– es un órgano insustituible para la conquista de la verdad. He aquí cómo esta, que por sí misma es ajena a las variaciones históricas, adquiere una dimensión vital. Sin el desarrollo, el cambio perpetuo y la inagotable aventura que constituyen la vida, el Universo, la omnímoda verdad, quedaría ignorada.


El error inveterado consistía en suponer que la realidad tenía por sí misma, e independientemente del punto de vista que sobre ella se tomara, una fisonomía propia. Pensando así, claro está, toda visión de ella desde un punto determinado no coincidiría con ese su aspecto absoluto, y, por tanto, sería falsa. Pero es el caso que la realidad, como un paisaje, tiene infinitas perspectivas, todas ellas igualmente verídicas y auténticas. La sola perspectiva falsa es esa que pretende ser la única. Dicho de otra manera: lo falso es la utopía, la verdad no localizada, vista desde «lugar ninguno». El utopista –y esto ha sido en esencia el racionalismo– es el que más yerra, porque es el hombre que no se conserva fiel a su punto de vista, que deserta de su puesto.


Hasta ahora, la filosofía ha sido siempre utópica. Por eso pretendía cada sistema valer para todos los tiempos y para todos los hombres. Exenta de la dimensión vital, histórica, perspectivista, hacía una y otra vez vanamente su gesto definitivo. La doctrina del punto de vista exige, en cambio, que dentro del sistema vaya articulada la perspectiva vital de que ha emanado, permitiendo así su articulación con otros sistemas futuros exóticos. La razón pura tiene que ser sustituida por una razón vital, donde aquella se localice y adquiera movilidad y fuerza de transformación.


Cuando hoy miramos la filosofía del pasado, incluyendo la del último siglo, notamos en ella ciertos rasgos de primitivismo. Empleo esta palabra en el estricto sentido que tiene cuando es referida a los pintores del quattrocento. ¿Por qué llamamos a estos «primitivos»? ¿En qué consiste su primitivismo? En su ingenuidad, en su candor –se dice–. Pero ¿cuál es la razón del candor y de la ingenuidad, cuál su esencia? Sin duda, es el olvido de sí mismo. El pintor primitivo pinta el mundo desde su punto de vista –bajo el imperio de ideas, valoraciones, sentimientos que le son privados–; pero cree que lo pinta según él es. Por lo mismo, olvida introducir en su obra su propia personalidad; nos ofrece aquella como si se hubiera fabricado a sí misma, sin intervención de un sujeto determinado, fijo en un lugar del espacio y en un instante del tiempo. Nosotros, naturalmente, vemos en su cuadro el reflejo de su individualidad, y vemos, a la par, que él no la veía, que se ignoraba a sí mismo y se creía una pupila anónima abierta sobre el Universo. Esta ignorancia de sí mismo es la fuente encantadora de la ingenuidad.


Mas la complacencia que el candor nos proporciona incluye y supone la desestima del candoroso. Se trata de un benévolo menosprecio. Gozamos del pintor primitivo, como gozamos del alma infantil, precisamente porque nos sentimos superiores a ellos. Nuestra visión del mundo es mucho más amplia, más compleja, más llena de reservas, encrucijadas, escotillones. Al movernos en nuestro ámbito vital sentimos este como algo ilimitado, indomable, peligroso y difícil. En cambio, al asomarnos al universo del niño o del pintor primitivo vemos que es un pequeño círculo, perfectamente concluso y dominable, con un repertorio reducido de objetos y peripecias. La vida imaginaria que llevamos durante el rato de esa contemplación nos parece un juego fácil que momentáneamente nos liberta de nuestra grave y problemática existencia. La gracia del candor es, pues, la delectación del fuerte en la flaqueza del débil.


El atractivo que sobre nosotros tienen las filosofías pretéritas es del mismo tipo. Su claro y sencillo esquematismo, su ingenua ilusión de haber descubierto toda la verdad, la seguridad con que se asientan en fórmulas que suponen inconmovibles nos dan la impresión de un orbe con el uso, definido y definitivo, donde ya no hay problemas, donde todo está ya resuelto. Nada más grato que pasear unas horas por mundos tan claros y tan mansos. Pero cuando tornamos a nosotros mismos y volvemos a sentir el Universo con nuestra propia sensibilidad, vemos que el mundo definido por esas filosofías no era en verdad el mundo, sino el horizonte de sus autores. Lo que ellos interpretaban como límite del Universo, tras el cual no había nada más, era solo la línea curva con que su perspectiva cerraba su paisaje. Toda la filosofía que quiera curarse de ese inveterado primitivismo, de esta pertinaz utopía, necesita corregir ese error, evitando que lo que es blando y dilatable horizonte se anquilose en mundo.


Ahora bien: la reducción o conversión del mundo a horizonte no resta lo más mínimo de realidad a aquel; simplemente lo refiere al sujeto viviente, cuyo mundo es, lo dota de una dimensión vital, lo localiza en la corriente de la vida, que va de pueblo en pueblo, de generación en generación, de individuo en individuo, apoderándose de la realidad universal.


De esta manera, la peculiaridad de cada ser, su diferencia universal, lejos de estorbarle para captar la verdad, es precisamente el órgano por el cual puede ver la porción de realidad que le corresponde. De este modo, aparece cada individuo, cada generación, cada época como un aparato de conocimiento insustituible. La verdad integral solo se obtiene articulando lo que el prójimo ve con lo que yo veo, y así sucesivamente. Cada individuo es un punto de vista esencial. Yuxtaponiendo las visiones parciales de todos se lograría tejer la verdad omnímoda y absoluta. Ahora bien: esta suma de las perspectivas individuales, este conocimiento de lo que todos y cada uno han visto y saben, esta omnisciencia, esta verdadera «razón absoluta» es el sublime oficio que atribuimos a Dios. Dios es también un punto de vista; pero no porque posea un mirador fuera del área humana que le haga ver directamente la realidad universal, como si fuera un viejo racionalista. Dios no es racionalista. Su punto de vista es el de cada uno de nosotros; nuestra verdad parcial es también verdad para Dios. ¡De tal modo es verídica nuestra perspectiva y auténtica nuestra realidad! Solo que Dios, como dice el catecismo, está en todas partes y por eso goza de todos los puntos de vista y en su ilimitada vitalidad recoge y armoniza todos nuestros horizontes. Dios es el símbolo del torrente vital, a través de cuyas infinitas retículas va pasando poco a poco el Universo, que queda así impregnado de vida, consagrado, es decir, visto, amado, odiado, sufrido y gozado.


Sostenía Malebranche que si nosotros conocemos alguna verdad es porque vemos las cosas en Dios, desde el punto de vista de Dios. Más verosímil me parece lo inverso: que Dios ve las cosas a través de los hombres, que los hombres son los órganos visuales de la divinidad.


Por eso conviene no defraudar la sublime necesidad de que nosotros tiene e hincándonos bien en el lugar que nos hallamos, con una profunda fidelidad a nuestro organismo, a lo que vitalmente somos, abrir bien los ojos sobre el contorno y aceptar la faena que nos propone el destino: el tema de nuestro tiempo.


José Ortega y Gasset, cap. X, “La doctrina del punto de vista”, en El tema de nuestro tiempo, Austral, Madrid 1986


1 Contextualización de El tema de nuestro tiempo El capítulo X y último de El tema de nuestro tiempo (1923) plantea, de acuerdo con su título, «la doctrina del punto de vista», una teoría perspectivista del conocimiento. se retoma la cuestión que había sido discutida en el capítulo iii, «relativismo y racionalismo», respecto de la función de la vida como sujeto gnoseológico. si el racionalismo explica la verdad recurriendo a una estructura inmutable que trasciende la vida, el relativismo, por el contrario, reconoce los derechos de esta, pero afirmando que lo verdadero es cambiante como la vida misma y, por tanto, falso. El tema de nuestro tiempo es la segunda obra estrictamente filosófica de ortega y vuelve sobre un aspecto que el autor ya había apuntado en un ensayo de El espectador (1916) titulado «Verdad y perspectiva». aparecida dos años después de que publicara España invertebrada (1921), quiere ser una continuación de la filosofía formulada en Meditaciones del Quijote (1914), en donde ortega afirma su ya clásica descripción de la vida como una estructura compleja: «Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella, no me salvo yo». la circunstancia o mundo plantea al yo el problema de vivir, lo que exige el esfuerzo de «salvación» que se ejecuta a través de la cultura. si en Meditaciones se hacía notar la influencia fenomenológica sobre el neokantismo de Marburgo ya asimilado y, en cierta forma, amortizado, en El tema de nuestro tiempo surge en torno a la idea de vida una nueva influencia que le da al libro su sabor. Esa influencia es Nietzsche, matizado por scheler. la idea de vida que maneja aquí ortega está a medio camino entre lo biológico y lo biográfico: «El tema de nuestro tiempo consiste en someter la razón a la vitalidad, localizarla dentro de lo biológico, supeditarla a lo espontáneo», aunque aclara inmediatamente que no se trata de hacer cultura al margen de la razón, sino solo de rebajar sus pretensiones de soberanía. la cultura racional tiene que comprender que nace de y sirve a la vida. a finales de la década de los años veinte, en un curso titulado ¿Qué es filosofía? (1929), ortega añadió un nuevo matiz a su concepto de vida que lo fijó definitivamente. la vida no es un tipo de fenómeno biológico o psicológico que poseen ciertos individuos, sino la «realidad radical» de la que tiene que dar cuenta el filósofo por ser lo primero que hay o que aparece ante él. El racionalismo de descartes acertaba en su crítica al realismo aristotélico. antes que el ser de la cosa está la idea, el «yo pienso la cosa». Pero no comprendió, sin embargo, que el sujeto pensante no es la realidad primera y autónoma sino una realidad segunda, que depende de otra anterior: pienso porque existo, es decir, mi vida es la realidad primera. Como tal realidad, no es un fenómeno, una cosa material o espiritual, sino una estructura compuesta de yo y circunstancia o mundo. ortega, entonces, concebió su filosofía de madurez como un análisis de los ingredientes y de las categorías de la vida humana, y la desarrolló en los cursos universitarios que dictó en su cátedra de la facultad de filosofía de la Universidad Central de Madrid. lo hizo justo después de abandonar la política, en la que se había ocupado entre 1930, a raíz de la proclamación de la segunda república, y 1932, cuando disuelve la agrupación al servicio de la república, un grupo político que había fundado con Gregorio Marañón y el novelista ramón Pérez de ayala. En cursos como Unas lecciones de metafísica (1934), ¿Qué es conocimiento? (1932-33) y En torno a Galileo (1933), ortega describe la estructura del mundo y la consistencia del yo. lo más original de sus análisis reside en el hecho de que ve las cosas no como entes acabados sino como «prágmatas» o instrumentos que halla el hombre para resolver su vida. En correspondencia, el yo de cada cual no es el conjunto de aparatos psíquicos o potencias de alma, sino el proyecto de vida que uno aspira a ser. la vida humana es un acontecimiento de carácter dramático, dice ortega formalmente. Un drama en el tiempo, que ocurre sin que dios o la razón intervengan para organizar el destino humano, que se despliega libre e indeterminado en la historia. de ahí que nuestro filósofo prefiera la expresión «razón histórica» a «razón vital» para nombrar su propuesta filosófica. En Historia como sistema (1935) formuló su tesis más radical: el hombre no tiene naturaleza, sino que es historia. Esto significa que la razón carece de categorías trascendentales, idénticas, y que sus conceptos son metáforas que nacieron un día y que se han repetido por su eficacia para captar algún aspecto importante de la realidad. las ideas no transcriben esencias o reflejan la realidad, sino que son instrumentos que permiten transformarla. El hombre, en su condición de ser histórico, es sobre todo un ser técnico, y la razón humana es histórica y narrativa, por cuanto la única fuente de acierto de que dispone es el pasado. desde El tema de nuestro tiempo, una cuestión siempre presente en la filosofía de ortega ha sido la de la crisis de la modernidad. Puede decirse que una notable cantidad de sus textos están orientados al examen y la superación de la crisis, interpretada como crisis cultural y de principios. la vida humana es siempre individual en su realidad, pero en su compleja estructura contiene dos dimensiones: la vida individual, la intimidad del yo, y la vida colectiva, que estructura la circunstancia con los usos sociales, las creencias heredadas, las costumbres, etc. la vida tiene que moverse en un complejo equilibrio entre tradición e innovación a través de la caravana de las generaciones. si ese equilibrio se rompe, la época amenaza crisis. algunos de los libros más famosos de ortega tuvieron su origen en el examen de este tipo de cuestiones. Mencionaremos, aunque sin poder entrar en ellos, La rebelión de las masas (1930), En torno a Galileo (1933) y El hombre y la gente, publicado póstumamente. 2 Análisis y comentario del texto Vida y cultura si en Meditaciones del Quijote la cultura y la vida son realidades afines, siendo la cultura el momento de «claridad y firmeza» de la vida, en El tema de nuestro tiempo vida y cultura están enfrentadas y representan poderes perfectamente diferenciados: el «poder inmanente de lo biológico» y el «poder trascendente de la cultura» no viven en armonía. la cultura ha desplazado a la vida, ignorando sus derechos. los valores vitales no sirven, solo los racionales tienen carta de soberanía en la vida cultural europea. El racionalismo que ha dominado a lo largo del siglo xix ha destruido la fuente de espontaneidad e inspiración de que depende una cultura viva y en forma. ortega cree que la filosofía, el arte, la ciencia, en general la gran cultura del siglo xx, han comprendido el error del idealismo (del racionalismo) y quieren buscar una «síntesis más franca y sólida» entre ambos poderes: cultura y vida. En los capítulos anteriores de El tema de nuestro tiempo, del iV al iX, ha discutido temas generales de cultura, como los valores morales, sentimentales y estéticos. En el último se trata de afrontar la cuestión central para la filosofía moderna, el problema del conocimiento, que había quedado planteada mas no resuelta en el capítulo iii. El problema del conocimiento: racionalismo o relativismo la verdad se presenta como inmutable y eterna, y la vida, como temporal y cambiante. El racionalismo satisface las condiciones de la verdad postulando un sujeto puro separado de y ajeno a los cambios de la vitalidad. El relativismo, por su parte, reconoce que la vida es cambio histórico, variación de puntos de vista, pero declara el conocimiento imposible. la síntesis entre vida y cultura parece exigir un encaje de ambas posiciones, que es lo que se propone ortega con su doctrina del punto de vista. El sujeto de conocimiento está condenado a tener un punto de vista limitado sobre el mundo, pero esto no significa que lo que capta desde su situación sea falso. ortega se sirve de dos ejemplos. El primero se refiere a una red introducida en una corriente. aquello que atrapa la red es real, aunque no toda la realidad: «hay selección pero no deformación». asimismo, los biólogos nos han enseñado que las distintas especies animales reaccionan a los estímulos físicos del medio dentro de ciertos límites que presenta la estructura psíquica de cada especie. habrá sonidos y colores que no lleguen al interior del sujeto, pero, argumenta ortega, los que llegan son reales. La perspectiva como modo de organización de la realidad la tesis de ortega consiste en afirmar que la perspectiva es el principio de ordenación de la realidad humana. Por tanto, el problema del conocimiento no es tanto el de negar que conocemos a partir de «vistas» o «escorzos» subjetivos que cada cual va tomando de la realidad, como el de reconocer que cada «vista» es real –y por ello verdadera— aunque limitada. Esto exige un proceso abierto de perfección y complemento del punto de vista con otros puntos de vista. No hay que caer en la «ingenuidad» del racionalismo que consiste en «mirar» la perspectiva individual como si fuera un error que uno puede evitar contemplando el paisaje, no desde el lugar en que está situado el espectador, sino desde el punto de vista de «ningún lugar», un supuesto sujeto «trascendental». «El punto de vista absoluto no existe», dice ortega refutando a spinoza. Y repite: «la sola perspectiva falsa es esa que pretende ser la única». de ahí la aspiración de la filosofía racionalista de ser verdad para siempre, más allá de la vida y de la historia. ortega, por el contrario, reconoce que la doctrina del punto de vista tiene que declarar la perspectiva en la que se apoya, para poderse articular con los puntos de vista de otras doctrinas. de esta manera se evita el relativismo, aunque al precio de convertir la verdad en un proceso abierto, inseguro, complejo y difícil. Ni racionalismo ni relativismo Para ortega, la realidad, el mundo, está configurado por un número indefinido de puntos de vista, esto es, de vidas humanas: «Cada individuo es un punto de vista sobre el Universo». El «saber absoluto» del que habla hegel en la Fenomenología del espíritu es para ortega el sumatorio de todas las perspectivas individuales. Pero la filosofía no tiene, ni puede tener nunca, acceso a esa perspectiva de perspectivas. al contrario de lo que creía Malebranche, el otro racionalista que cita ortega en el texto, no es que el hombre vea la verdad en la mente de dios, sino que dios ve la verdad de las cosas «a través de los hombres». Esta es la manera en que ortega refuerza su perspectivismo, subrayando que el hombre no tiene ningún acceso privilegiado ni a la razón pura kantiana ni al espíritu hegeliano ni al entendimiento tomista. 3 Otros planteamientos filosóficos El problema del perspectivismo en la filosofía moderna El perspectivismo orteguiano se sitúa en el contexto histórico de la crisis de la filosofía clásica que, después de hegel, se reconoce expuesta a las «sospechas» que sobre ella lanzan toda suerte de positivismos y criticismos, decretando su transformación en «otra cosa»: ciencia de la sociedad (Comte), teoría de la revolución (Marx) o arte dionisíaco (Nietzsche). Pero ortega llega a la filosofía después de dos reacciones: la del neokantismo y, sobre todo, la de la fenomenología. Esta última le proveerá de instrumentos metodológicos adecuados para plantear con cierta fortuna una renovación filosófica, cuyo programa se llama «crítica y superación del idealismo». hemos visto en el texto de El tema de nuestro tiempo un ejemplo de lo que cabe entender por «superación» del idealismo. ortega cree que a partir de Kant una forma de entender la razón, la llamada «razón pura», que en realidad es una razón físico-matemática, se fue apoderando de la realidad, hasta el punto de que se declaró irracional todo aquello que no podía ser tratado por la razón y sus métodos científicos. Esa es la denuncia culturalista que formula ortega en El tema de nuestro tiempo. Zonas de la realidad como el arte, los sentimientos, el amor y las relaciones humanas no podían constituirse en objeto de conocimiento. así, la razón vital es planteada por ortega no como una alternativa a la razón pura sino como su ampliación. ortega, que se adelantó a la crítica filosófica de su tiempo, mostró las limitaciones de los ideales ilustrados en la práctica histórica al insistir en que el racionalismo era la fuente del utopismo político, que a su vez estaría en el origen de los movimientos totalitarios del siglo xx. también con sus análisis de la alienación cultural y la cultura de masas, que han tenido ilustres cultivadores en algunos miembros de la Escuela de fráncfort como Marcuse. En la actualidad, la filosofía hermenéutica y las corrientes postmodernas se consideran afines y complementarias del perspectivismo histórico, que es la última palabra de ortega en materia de conocimiento. Vocabulario específico cultura Conjunto de producciones que lleva a cabo el hombre para vivir ordenadamente, de acuerdo a formas y principios. la cultura es concebida aquí como una función de la vida, de ahí que deba estar supeditada la producción cultural a la necesidad vital: cuando ciertas funciones vitales trascienden de la propia inmanencia biológica, se objetivan y se convierten en cultura, organizándose conforme a principios que ya no son «vitales» sino culturales o espirituales. perspectiva término que tiene en el texto un doble uso: por un lado, el gnoseológico, que significa «punto de vista» sobre lo real, sector del mundo –sea sensible o intelectual— a que accede un sujeto. Por otro, el ontológico, según el cual lo real se organiza en perspectivas: «la perspectiva es uno de los componentes de la realidad», lo que significa que el yo es un componente de la perspectiva y el paisaje el otro, sin que tenga prioridad uno sobre otro. verdad En El tema de nuestro tiempo, ortega maneja un concepto de verdad tradicional, como verdad-adecuación, en el sentido aristotélico: es verdad lo que resulta transparente para el sujeto, aquello a lo que accede por intuición directa o por construcción racional. vida Concepto central, y el único que articula toda la filosofía de ortega, a través de las distintas fases, etapas o épocas que los estudiosos señalan en su obra. El objeto de reflexión de su filosofía no es otro que la vida, porque lo que llamamos realidad, «lo que hay», es la vida. En El tema de nuestro tiempo, vida es el fenómeno primario de la historia y de la cultura y es entendida como vida psicológica, aunque muy cerca y en continuidad con la vida biológica.


lunes, 28 de febrero de 2011

Texto de Marx: crítica a Feuerbach

XI tesis sobre Feuerbach: Crítica del materialismo teórico de Feuerbach


1)

La falla fundamental de todo el materialismo precedente (incluyendo el de Feuerbach) reside en que sólo capta la cosa (Gegestand), la realidad, lo sensible, bajo la forma de objeto (Objekt) o de la contemplación (Anschauung), no como actividad humana sensorial, como práctica; no de un modo subjetivo. De ahí que el lado activo fuese desarrollado de un modo abstracto, en contraposición al materialismo por el idealismo, el cual, naturalmente, no conoce la actividad real, sensorial, en cuanto tal. Feuerbach aspira a objetos sensibles, realmente distintos de los objetos conceptuales, pero no concibe la actividad humana misma como una actividad objetiva. Por eso en La esencia del cristianismo sólo se considera como auténticamente humano el comportamiento teórico, y en cambio la práctica sólo se capta y se plasma bajo su
sucia forma judía de manifestarse. De ahí que Feuerbach no comprenda la importancia de la actividad "revolucionaria", de la actividad "crítico-práctica".


2)

El problema de si puede atribuirse al pensamiento humano una verdad objetiva no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre debe demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poder, la terrenalidad de su pensamiento. La disputa en torno a la realidad o irrealidad del pensamiento -aislado de la práctica- es un problema puramente escolástico.

3)

La teoría materialista del cambio de las circunstancias y de la educación olvida que las circunstancias las hacen cambiar los hombres y que el educador necesita, a su vez, ser educado. Tiene, pues, que distinguir en la sociedad dos partes, una de las cuales se halla colocada por encima de ella. La coincidencia del cambio de las circunstancias con el de la actividad humana o cambio de los hombres mismos sólo puede concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria.


4)

Feuerbach parte del hecho de la autoenajenación religiosa, del desdoblamiento del mundo en un mundo religioso y otro terrenal. Su labor consiste en reducir el mundo religioso a su fundamento terrenal. Pero el hecho de que el fundamento terrenal se separe de sí mismo para plasmarse como un reino independiente que flota en las nubes es algo que sólo puede explicarse por el propio desgarramiento y la contradicción de este fundamento terrenal consigo mismo. Por ende, es necesario tanto comprenderlo en su propia contradicción como revolucionarlo prácticamente eliminando la contradicción. Así, pues, por ejemplo, después de descubrir la familia terrenal como el secreto de la familia sagrada, hay que aniquilar teórica y prácticamente la primera.


5)


Feuerbach no se da por satisfecho con el pensamiento abstracto y recurre a la contemplación (Anschauung); pero no concibe lo sensorial como actividad sensorial humana práctica.


6)

Feuerbach resuelve la esencia religiosa en la esencia humana. Pero la esencia humana no es algo abstracto e inmanente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales. Feuerbach, que no entra en la crítica de esta esencia real, se ve, por tanto, obligado:

1.º A prescindir del proceso histórico, enfocando para sí el sentimiento religioso y presuponiendo un individuo humano abstracto, aislado.

2.º La esencia sólo puede concebirse, por tanto, de un modo "genérico", como una generalidad interna, muda, que une de un modo natural a los muchos individuos.


7)

Feuerbach no ve, por tanto, que el "sentimiento religioso" es a su vez un producto social y que el individuo abstracto que él analiza pertenece a una determinada forma de sociedad.


8)

Toda vida social es esencialmente práctica. Todos los misterios que inducen a la teoría, al misticismo, encuentran su solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esta práctica.


9)

Lo más a que puede llegar el materialismo contemplativo, es decir, el que no concibe lo sensorial como una actividad práctica, es a contemplar a los diversos individuos sueltos y a la sociedad civil.


10)

El punto de vista del materialismo antiguo es la sociedad civil; el del materialismo moderno, la sociedad humana o la humanidad social.


11)

Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Una "anécdota" sobre la vida de Carlos Marx


Los biógrafos marxistas que escriben sobre Marx tienen la poco profesional y para nada ética costumbre de “obviar” los detalles de su vida privada, no porque estos sean irrelevantes sino porque son tan macabros y desagradables que escribiendo sobre ellos temen herir su ideología. Sabido es el maltrato que Marx propinó a sus tres hijas, de hecho se negó a pagarles los estudios y llevó a que dos de éstas se quitaron la vida tras años de soportar reiterados abusos potenciados por el alcoholismo de su padre. Tristemente, de los abusos sufridos por Helene Demuth su “secretaria” poco se sabe popularmente.

Definitivamente si nos enteramos que un hombre el cual se llenó la boca hablando de expropiaciones y explotación capitalista tuvo una sirvienta a la cual nunca le pagó un solo suelo, y que tras embarazarla cobardemente hizo pasar por padre de la criatura a un amigo, en la cabeza nos repicará con un tintineo aguijoneante la palabra hipócrita. No estaríamos equivocados, ya que lamentablemente la vida de Helene fue muy triste.


Freddy Demuth, el hijo bastardo de Marx con Helene


Nacida en una familia de Saarland un 31 de Diciembre de 1820 de jovencita comenzó a trabajar como criada de varias familias hasta llegar a la casa de los Marx, con los cuales posteriormente se mudó a Londres. La situación social de Helene no era muy buena, de hecho sus servicios no se pagaban con dinero sino que, por órdenes del padre del comunismo, se le daba solo lo indispensable y un techo… ciertamente Helene vivía en una situación servil comparable a la de un sirviente liberto romano. Para el año 1851 -no se sabe si a partir de una relación consensuada o de una violación- Helene da a luz un niño, Frederick Demuth. Ante la sospechosa “casualidad” que naciera un niño a una mujer que prácticamente no tenía vida social todas las miradas cayeron sobre Marx, quien en vez de hacerse cargo obligó a su ricachón amigo, Engels, el mismo que pagaba sus vicios, a reconocer al niño como propio.

Poco se sabe de la relación entre ambos ya que Marx siempre negó la paternidad. De todas maneras, gracias a una carta escrita por Louise Freyberger a August Bebel fechada en el año 1898, sabemos que Marx no solo no reconoció al joven, sino que además lo despreció y constantemente basureó.


Semejante secreto carcomería la conciencia de Engels, quien en su lecho de muerte, ya sin casi poder hablar, confesaría a Eleanor, la hija menor de Marx, la verdad sobre el origen bastardo de Frederick Demuth.


¿Qué es lo irónico de esto? Marx siempre deseó hijos varones, de hecho son sabidos los desprecios que propinó a su mujer durante el mismo parto al enterarse el sexo de sus hijas, llegando a decir en el nacimiento de la primera “Mi esposa dio a luz un bebé; desgraciadamente ésta es una niña y no un niño”..

El texto es de http://www.anfrix.com/2007/04/helene-demuth-la-esclava-de-marx/

No es para hacer una biografía, pero da que pensar sobre el igualitarismo feminista...

También vale el artículo de Carey Roberts sobre el tema, donde se puede leer:

Karl Marx also viewed women as effective agitators to overthrow capitalism. As he admitted in a 1868 letter, "major social transformations are impossible without ferment among the women."

But if there are any lingering doubts about Karl Marx's real attitudes towards women, just examine his personal life.

According to Joshua Muravchik's brilliant book, Heaven on Earth, Marx disdained the responsibilities of a husband and father of three girls. He was inept in managing the household finances. He never even tried to get a job. Instead, he lived off of his inheritance and a monthly stipend from Engels.

Nonetheless, Marx did indulge in the bourgeoisie custom of hiring a household maid. Her name was Helene Demuth.

In 1851, Demuth bore an illegitimate son, Henry. Federick Engels soon admitted his paternity.

Lying on his deathbed in 1895, no longer able to speak, Engels took a chalk and slate in hand to reveal a well-guarded secret. The father of the bastard-son was Karl Marx himself.

Fuente original, el libro de Muravchik:

lunes, 21 de febrero de 2011

Texto de Wittgenstein (Investigaciones filosóficas 116 - 133)


116. Cuando los filósofos usan una palabra—”conocimiento”, “ser”, “objeto”, “yo”, “proposición”, “nombre”— y tratan de captar la esencia de la cosa, siempre se ha de preguntar: ¿Se usa efectivamente esta palabra de este modo en el lenguaje en el que tiene su tierra natal?



Nosotros reconducimos las palabras de su empleo metafísico a su empleo cotidiano.


117. Se me dice: “¿Entiendes, pues, esta expresión? Pues bien —la uso con el significado que tú sabes”—. Como si el significado fuera una atmósfera que la palabra conlleva y asumiera en todo tipo de empleo.



Si, por ejemplo, alguien dice que la oración “Esto está aquí” (a la vez que apunta a un objeto que hay delante de sí) tiene sentido para él, entonces podría él preguntarse bajo qué especiales circunstancias se emplea efectivamente esta oración. Es en éstas en las que tiene sentido.



118. ¿De dónde saca nuestro examen su importancia puesto que sólo parece destruir todo lo interesante, es decir, todo lo grande e importante? (Todo edificio en cierto modo; dejando sólo pedazos de piedra y escombros). Pero son sólo castillos en el aire los que destruimos, y dejamos libre la base del lenguaje sobre la que se asientan.



119. Los resultados de la filosofía son el descubrimiento de algún que otro simple sinsentido y de los chichones que el entendimiento se ha hecho al chocar con los límites del lenguaje. Éstos, los chichones, nos hacen reconocer el valor de ese descubrimiento.



120. Cuando hablo de lenguaje (palabra, oración, etc.), tengo que hablar el lenguaje de cada día. ¿Es este lenguaje acaso demasiado basto, material, para lo que deseamos decir? ¿Y cómo ha de construirse entonces otro?— ¡Y qué extraño que podamos efectuar con el nuestro algo en absoluto!



El que en mis explicaciones que conciernen al lenguaje ya tenga que aplicar el lenguaje entero (no uno más o menos preparatorio, provisional) muestra ya que sólo puedo aducir exterioridades acerca del lenguaje.


Sí, pero ¿cómo pueden entonces satisfacernos estos argumentos? —Bueno, tus preguntas ya estaban también formuladas en este lenguaje; ¡tuvieron que ser expresadas en este lenguaje si había algo que preguntar!


Y tus escrúpulos son malentendidos.


Tus preguntas se refieren a palabras; así que he de hablar de palabras.


Se dice: no importa la palabra, sino su significado; y se piensa con ello en el significado como en una cosa de la índole de la palabra, aunque diferente de la palabra. Aquí la palabra, ahí el significado. La moneda y la vaca que se puede comprar con ella. (Pero por otra parte: la moneda y su utilidad).


121. Pudiera pensarse: si la filosofía habla del uso de la palabra “filosofía” entonces tiene que haber una filosofía de segundo orden. Pero no es así; sino que el caso se corresponde con el de la ortografía, que también tiene que ver con la palabra “ortografía” sin ser entonces de segundo orden.


122. Una fuente principal de nuestra falta de comprensión es que no vemos sinópticamente el uso de nuestras palabras. —A nuestra gramática le falta visión sinóptica.— La representación sinóptica produce la comprensión que consiste en “ver conexiones”. De ahí la importancia de encontrar y de inventar casos intermedios.


El concepto de representación sinóptica es de fundamental significación para nosotros. Designa nuestra forma de representación, el modo en que vemos las cosas. (¿Es esto una Weltanschaung?)


123. Un problema filosófico tiene la forma: “No sé salir del atolladero”.


124. La filosofía no puede en modo alguno interferir con el uso efectivo del lenguaje; puede, a la postre, solamente describirlo.


Pues no puede tampoco fundamentarlo.


Deja todo como está.


Deja también la matemática como está y ningún descubrimiento matemático puede hacerla avanzar. Un “problema eminente de lógica matemática” es para nosotros un problema de matemáticas como cualquier otro.


125. No es cosa de la filosofía resolver una contradicción por medio de un descubrimiento matemático, lógico-matemático, sino hacer visible sinópticamente el estado de la matemática que nos inquieta, el estado anterior a la solución de la contradicción. (Y no se trata con ello de quitar del camino una dificultad.)


El hecho fundamental es aquí: que establecemos reglas, una técnica, para un juego, y que entonces, cuando seguimos las reglas, no marchan las cosas como habíamos supuesto. Que, por tanto, nos enredamos, por así decirlo, en nuestras propias reglas.


Este enredarse en nuestras reglas es lo que queremos entender, es decir, ver sinópticamente.
Ello arroja luz sobre nuestro concepto de significar. Pues en estos casos las cosas resultan de modo distinto de lo que habíamos significado, previsto. Decimos justamente, cuando, por ejemplo, se presenta la contradicción: “Yo no significaba esto”.


El estado civil de la contradicción, o su estado en el mundo civil: ése es el problema filosófico.


126. La filosofía expone meramente todo y no explica ni deduce nada. —Puesto que todo yace abiertamente, no hay nada que explicar. Pues lo que acaso esté oculto, no nos interesa.
Se podría llamar también “filosofía” a lo que es posible antes de todos los nuevos descubrimientos e invenciones.



132. Queremos establecer un orden en nuestro conocimiento del uso del lenguaje: un orden para una finalidad determinada; uno de los muchos órdenes posibles; no el orden. Con esta finalidad siempre estaremos resaltando constantemente distinciones que nuestras formas lingüísticas ordinarias fácilmente dejan pasar por alto. De ahí pudiera sacarse la impresión de que consideramos que nuestra tarea es la reforma del lenguaje.

Una reforma semejante para determinadas finalidades prácticas, el mejoramiento de nuestra terminología para evitar malentendidos en el uso práctico, es perfectamente posible. Pero éstos no son casos con los que hemos de habérnoslas. Las confusiones que nos ocupan surgen, por así decirlo, cuando el lenguaje marcha en el vacío, cuando no trabaja.

133. No queremos refinar o complementar de maneras inauditas el sistema de reglas para el empleo de nuestras palabras.



Pues la claridad a la que aspiramos es en verdad completa. Pero esto sólo quiere decir que los problemas filosóficos deben desaparecer completamente.


El descubrimiento auténtico es el que me hace capaz de dejar de filosofar cuando quiero. —Aquel que lleva la filosofía al descanso, de modo que ya no se fustigue más con preguntas que la ponen a ella misma en cuestión. —En cambio, se muestra ahora un método con ejemplos y la serie de estos ejemplos puede romperse. —Se resuelven problemas (se apartan dificultades), no un único problema.


No hay un único método en filosofía, si bien hay realmente métodos, como diferentes terapias.

viernes, 4 de febrero de 2011

Consideraciones sobre la Edad Contemporánea / Postmodernidad

La filosofía moderna, iniciada por Descartes, centrada en la teoría del conocimiento y en el sujeto, y en el lenguaje lleva a una crisis general de la filosofía. Tanto límite al pensamiento, en busca de la verdad-verdadera, clara-y-distinta, racional-pura, crítica, etc. se vuelve contra la filosofía porque la filosofía quiere saberlo todo, y todo es Todo.

Consecuentemente, el siglo XIX será el siglo de los reduccionismos y de la atrofia espiritual. Un siglo negro de la Historia de Occidente, donde se fraguan las ideologías que van a dejar Europa sembrada de cadáveres en el siglo XX. Cuando se decreta que Dios no existe pasan estas cosas, es lógico, si negamos lo principal nada queda a salvo.

Con la razón recortada (y pura) los filósofos tendrán tres salidas:

1. Positivismo, pragmatismo. Aceptar el reduccionismo y los límites kantianos al conocimiento filosófico y comenzar una filosofía que niega todo lo que no es científico. Evidentemente este camino es muy pobre y antinatural, porque la verdad es una tendencia humana y no se puede recortar mucho tiempo. El hombre quiere saber de Dios, de su inmortalidad, de su libertad. No es posible sostener mucho tiempo que todo lo que da sentido a la vida es un sinsentido.

Esta tendencia reduccionista se aviva con los triunfos de la ciencia: la mecánica newtoniana, la nueva concepción del espacio y del tiempo como absolutos, la aplicación de la Ley de Gravitación, los descubrimientos en química (gases, modelos atómicos, nuevos elementos, etc.), la aparición de la electricidad, las ondas electromagnéticas, la nueva micromedicina, la anestesia, los avances en la lucha contra las enfermedades infeciosas, el darwinismo, las nuevas teorías económicas, los avances en tecnología y en el mercado, la genética, el conocimiento de los neurotransmisores, el avance de las comunicaciones, etc, etc, etc.



[Pero con la electricidad se puede alumbrar una calle o ejecutar a un reo, con los gases se puede volar en dirigible o matar a miles de judíos, con la energía atómica podemos volar a toda una población o comunicarnos por Internet... El mito del progreso empieza a ser visto con recelo, al final si dejamos a la ciencia avanzar sin ideas la ciencia puede convertirnos en cosas, alienarnos, etc]


Todos los burgueses que quieren autonomía tienen su telescopio y su microscopio, todos los jóvenes quieren ser científicos, todas las plazas de todos los pueblos tienen su estátua dedicada al científico de turno o a la Ciencia. La ciencia se vulgariza, se venden libros de divulgación como si fuesen novelas. Surgen miles de teorías que la ciencia no puede asimilar.

Por otro lado, pero muy relacionada, surge una actitud ética, estética y política pragmática. Lo importante es lo que sirve y las cosas que no sirven para nada deben quedarse en casa (Dios, las mujeres, las ideas metafísicas, los niños, los esclavos, la moral, etc.). Surge el ateísmo práctico. Llamado en filosofía deísmo, que consiste en dejar a Dios fuera del mundo.

La utilidad es la clave de la nueva época: ciencia que se debe convertir inmediatamente en objetos útiles y vendibles. Sólo vale lo que genera comodidad y dinero.

2. Irracionalismo y vitalismo. Hay otros pensadores que para romper el límite al pensamiento impuesto se van por lo irracional y atacan a todo lo que es civilización, razón, orden, etc. Son los pensadores románticos, los náufragos de la Balsa de la Medusa, aquellos que van a la deriva, en un mundo de naturaleza fiera y despiadada. Sólo buscan un punto de apoyo, una tierra firme donde asentarse, y mientras tanto elevan lo sentimental por encima de la razón.

Aquí, en este contexto romántico surge el vitalismo y la filosofía que proclama "la muerte de Dios" y el ateísmo militante de origen anarquista y socialista. El ateísmo es una forma de fe ciega e irracional, pues es imposible negar a Dios con la razón o con la ciencia, porque el pensamiento sobre Dios presupone su existencia. Los ateos de esta época (y de la nuestra) hablan más de Dios que los creyentes, y surgen de nuevo las persecuciones religiosas, alegando que la religión es un asunto privado (?).

El hombre del siglo XIX, inmerso en el ateísmo teórioc o práctico busca espiritualidad donde puedeaparecen en esta época supersticiones olvidadas, espiritualidades orientales, espiritualidades pseudocientíficas y ritos laicos que simulan o imitan los religiosos. En torno a las grandes dictaduras surgen diosecillos a los que el pueblo se arrodilla, y asciende a los altares el dios dinero, simbolizado por el dólar. Por otro lado resurgen las sociedades secretas masónicas, como una búsqueda de una religión laica.

3. Idealismos variados. Otro grupo de pensadores pretenderán exprimir a Kant en lo que respecta a su filosofía del espíritu absoluto más allá del fenómeno, que pone la realidad y la determina, quieren seguir avanzando por el camino de la modernidad, pero su trabajo va a generar moustrosidades contrarias al espíritu de Kant: si Kant creía en la libertad, estos la niegan, si Kant creía en el individio, estos en el Estado, si Kant creía en Dios, estos filósofos quieren ocupar el lugar de Dios, etc.

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Dos cuestiones más que resaltar, propias del siglo

A. El siglo de las dicotomías aparentes. (Una dicotomía es algo así como una antinomia pero `presentada como una contradicción práctica, no como un enigma. Se pretende vivir de la lucha entre ambas).

Analizaremos sólo una, madre de las restantes: lo público y lo privado va a causar estragos, porque el alma no puede dividirse y quiere afirmar lo que vive en su esfera más íntima. Es propio de esta época seguir el camino que Kant marcó en opúsculo ¿Qué es ilustración? sobre la distinción completa de la vida pública y la privada:


El uso público de la razón siempre debe ser libre, y es el único que puede producir la ilustración de los hombres. El uso privado, en cambio, ha de ser con frecuencia severamente limitado, sin que se obstaculice de un modo particular el progreso de la ilustración(Kant, M. (1784): ¿Qué es ilustración?)


[Es evidente que si el sujeto tiene una dimensión privada y una pública debe poder actuar en una y en otra con los mismos presupuestos, es decir, si una persona cree en Dios o está enamorado en su vida privada tiene que poder afirmarlo en la vida pública. No podemos dejar en casa la religión, la ética, el amor, la familia, sino que debemos integrar todo en la vida pública. No son ámbitos contrarios, donde el hombre tenga que optar por uno en detrimento del otro, sino que son dos dimensiones de la persona, en realidad no hay oposición entre fe y razón, entre hombre y mujer, entre público y privado. Esto lo planteó Kant porque no tenía vida privada, el pobre.]

B. El antihumanismo.

Está claro que si Dios ha muerto el hombre va detrás.

Si Dios desaparece el hombre queda solo y solo no tiene sentido: debe morir y nacer un hombre nuevo. El mito del hombre nuevo es muy propio de este tiempo, se espera un superhombre o un superobrero viviendo en el paraíso comunista, o un superario obrero viviendo en el IV Reich. La nueva humanidad, desobediente con su historia, con la naturaleza y con Dios va a intentar emanciparse del todo, siguiendo la idea kantiana, y en esta emancipación se espera una nueva especie en lo biológico y en lo espiritual.

Los existencialismos también aportaron su granito de arena a la destrucción de la humanidad, recordándole el despojo que es, ya sin sentido, ya sin Dios, ya sin alma. El hombre es un mono para el hombre y entonces sólo nos queda eso: hacer el mono, gozar, comer y morir (no necesariamente en este orden).