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miércoles, 15 de junio de 2016

Estupidófobos


He de reconocer que soy un estupidófobo. Tengo un odio irracional hacia los estúpidos y no lo puedo evitar. Sé que esto me va a causar ataques furibundos, porque los estúpidos abundan por Internet (y en el mundo real) y son los peores a la hora de insultar y desprestigiar a cualquiera que ataque sus tesis, de hecho la estupidez no tiene que defenderse, basta con argumentar contra una estupidez asentada y te llueven insultos y piedras. 

No es racional. Lo que tengo es una fobia y no una creencia racional, por eso seguiré siendo estupidofóbico aunque me insulten. Me da igual. No me queda otra que odiar la estupidez en silencio, en privado y no hacer chistes de estúpidos. Yo era -lo confieso- de esos que hacían chistes de Morán. Pero ya no se puede. Ahora meterse con un estúpido o contra la estupidez en general, te convierte en un enfermo, en un estúpidófobo. Y no digamos si decimos que la estupidez se puede curar. Entonces te llueven palos, "¿es entonces una enfermedad?", "¡la estupidofobia es una enfermedad!". Y si argumentas que con un tratamiento adecuado puede minimizarse o que no sea la nota característica de la persona entera... entonces estás atacando a sus derechos fundamentales, porque el derecho del estúpido a la visibilidad y a tomar decisiones estúpidas sin que por ello nadie tenga que mirarle mal es un derecho humano. 

El lobby estupidofílico nos gobierna y se ha hecho transversal, tanto la fragmentada oposición como el partido del gobierno y se plantean cada día más seriamente luchar contra la estupidofobia. La "estupidofobia mata" -dicen- y piensan en hacer leyes que limiten las críticas o los comentarios estupidófobos. Miles de víctimas de la estupidofobia, que son criticados a diario por sus estúpidos actos reclaman un puesto visible en la sociedad. Estúpidos que nadie pensaba que lo eran, pero un día salen del armario con una frase, o una decisión que solo un estúpido puede tomar, son atacados sin piedad, y "así no se puede vivir" -dicen. "Basta ya -contaba uno en un programa de La Tele- llevaba años siendo estúpido sin que lo notase nadie, y por fin me he liberado, ahora soy yo mismo y no me importan las críticas". 

Lo peor de este clima estupidofílico es que personas que no son estúpidas en absoluto terminan defendiendo estupideces y el derecho a que los estúpidos sean aceptados como tales en la sociedad de una manera cada vez más contumaz: en los partidos políticos, los medios de comunicación, las universidades y la Iglesia; ninguna institución se libra. 

El imperio de la estupidez avanza y desde Bildelberg se ha programado un plan quinquenal para que la estupidez sea enseñada en las escuelas en forma de talleres y dinámicas enriquecedoras para el facilitador o la facilitadora y los alumnos y alumnas. 

En la Universidad ya hay grupos de investigación y de prevención de la estupidofobia e incluso se va a crear en la universidad pública la figura del Defensor del estúpid@, así, con la arroba, para no dejar fuera a las estúpidas, que son el 50% de la población. De este modo no se podrá suspender a un alumno que diga o escriba estupideces. Y mucho menos afearle la conducta en público, la misión de la Universidad es crear técnicos capaces de insertarse laboralmente.

Mientras... el Estado Islámico es derrotado por los tanques de Putin y en Occidente se le ponen flores a las víctimas de Orlando en ceremonias muy cursis (porque la estupidez va asociada a la horterada, pero ese es otro cantar). 

Pronto el Allegro ma non troppo  va a ser el libro manifiesto de obligada lectura en todos los colegios. La nueva era estupidofílica ha comenzado.

jueves, 24 de marzo de 2011

Aperitivo de Wittgenstein



Aquí los dos grandes destructores de Occidente, en una foto del colegio. Pregunta: ¿Qué clase de maestro tendrían para lograr ese resultado?





























El Maestro:



























"Fue sin duda en aquella época cuando forjé mis primeros ideales. Mis ajetreos infantiles al aire libre, el largo camino a la escuela y la camaradería que mantenía con muchachos robustos, que era frecuentemente motivo de hondos cuidados para mi madre, pudieron haber hecho de mí cualquier cosa menos un poltrón (...) ya entonces mis dotes oratorias se ejercitaban en altercados más o menos violentes con mis condiscípulos. Me había hecho un pequeño caudillo que aprendía bien y con facilidad en la escuela, pero que se dejaba tratar difícilmente".


(Adivine qué filósofo, de los dos de arriba, escribió este párrafo)


miércoles, 23 de febrero de 2011

Una "anécdota" sobre la vida de Carlos Marx


Los biógrafos marxistas que escriben sobre Marx tienen la poco profesional y para nada ética costumbre de “obviar” los detalles de su vida privada, no porque estos sean irrelevantes sino porque son tan macabros y desagradables que escribiendo sobre ellos temen herir su ideología. Sabido es el maltrato que Marx propinó a sus tres hijas, de hecho se negó a pagarles los estudios y llevó a que dos de éstas se quitaron la vida tras años de soportar reiterados abusos potenciados por el alcoholismo de su padre. Tristemente, de los abusos sufridos por Helene Demuth su “secretaria” poco se sabe popularmente.

Definitivamente si nos enteramos que un hombre el cual se llenó la boca hablando de expropiaciones y explotación capitalista tuvo una sirvienta a la cual nunca le pagó un solo suelo, y que tras embarazarla cobardemente hizo pasar por padre de la criatura a un amigo, en la cabeza nos repicará con un tintineo aguijoneante la palabra hipócrita. No estaríamos equivocados, ya que lamentablemente la vida de Helene fue muy triste.


Freddy Demuth, el hijo bastardo de Marx con Helene


Nacida en una familia de Saarland un 31 de Diciembre de 1820 de jovencita comenzó a trabajar como criada de varias familias hasta llegar a la casa de los Marx, con los cuales posteriormente se mudó a Londres. La situación social de Helene no era muy buena, de hecho sus servicios no se pagaban con dinero sino que, por órdenes del padre del comunismo, se le daba solo lo indispensable y un techo… ciertamente Helene vivía en una situación servil comparable a la de un sirviente liberto romano. Para el año 1851 -no se sabe si a partir de una relación consensuada o de una violación- Helene da a luz un niño, Frederick Demuth. Ante la sospechosa “casualidad” que naciera un niño a una mujer que prácticamente no tenía vida social todas las miradas cayeron sobre Marx, quien en vez de hacerse cargo obligó a su ricachón amigo, Engels, el mismo que pagaba sus vicios, a reconocer al niño como propio.

Poco se sabe de la relación entre ambos ya que Marx siempre negó la paternidad. De todas maneras, gracias a una carta escrita por Louise Freyberger a August Bebel fechada en el año 1898, sabemos que Marx no solo no reconoció al joven, sino que además lo despreció y constantemente basureó.


Semejante secreto carcomería la conciencia de Engels, quien en su lecho de muerte, ya sin casi poder hablar, confesaría a Eleanor, la hija menor de Marx, la verdad sobre el origen bastardo de Frederick Demuth.


¿Qué es lo irónico de esto? Marx siempre deseó hijos varones, de hecho son sabidos los desprecios que propinó a su mujer durante el mismo parto al enterarse el sexo de sus hijas, llegando a decir en el nacimiento de la primera “Mi esposa dio a luz un bebé; desgraciadamente ésta es una niña y no un niño”..

El texto es de http://www.anfrix.com/2007/04/helene-demuth-la-esclava-de-marx/

No es para hacer una biografía, pero da que pensar sobre el igualitarismo feminista...

También vale el artículo de Carey Roberts sobre el tema, donde se puede leer:

Karl Marx also viewed women as effective agitators to overthrow capitalism. As he admitted in a 1868 letter, "major social transformations are impossible without ferment among the women."

But if there are any lingering doubts about Karl Marx's real attitudes towards women, just examine his personal life.

According to Joshua Muravchik's brilliant book, Heaven on Earth, Marx disdained the responsibilities of a husband and father of three girls. He was inept in managing the household finances. He never even tried to get a job. Instead, he lived off of his inheritance and a monthly stipend from Engels.

Nonetheless, Marx did indulge in the bourgeoisie custom of hiring a household maid. Her name was Helene Demuth.

In 1851, Demuth bore an illegitimate son, Henry. Federick Engels soon admitted his paternity.

Lying on his deathbed in 1895, no longer able to speak, Engels took a chalk and slate in hand to reveal a well-guarded secret. The father of the bastard-son was Karl Marx himself.

Fuente original, el libro de Muravchik: