El 25 de marzo fue una fiesta de la democracia. La democracia que permite la igualdad entre las clases sociales, entre inmigrantes y españoles, entre hombres y mujeres.
Porque ya se puede gastar el dinero público en drogas y prostitutas extranjeras en Andalucía igual que en Aragón, en el club Rasputín de Moscú, o en la calle Orense de Madrid. Y parece ser que el mismísimo Director General de Trabajo, Javier Guerrero, va "a pachas" con su conductor en el consumo de cocaína, y que gastan juntos 25.000 € al mes.
El uso de drogas vamos a dejarlo, al fin es la consecuencia lógica de la falta de sentido de los idiotas que no ven más allá de sus límites corporales....
Pero lo de las mujeres es otro cantar. No entiendo como un signo tan descomunal de machismo es asumido por la progresía con tanta paz y alegría democrática. Porque si hay algo que ataca a la esencia misma de las mujeres es precisamente el "uso" de las mismas como carne. No puede haber desigualdad mayor. No entiendo que pueda haber un insulto mayor que convertir a una persona en esclava sexual por unos euros, eso sí, euros públicos, que gracias a la fiesta democrática del 25 los vamos a seguir pagando todos.
Y el ex-ministerio de Igualdad calla y ve correcto que los políticos socialistas usen a las mujeres para desahogo. Al fin es lo que quiere el pueblo andaluz, aceitunero/a altivo/a. Parece que hay mujeres de primera y de segunda: por un lado las bibianas que ejercen sus derechos, los amplían y los exhiben sin pudor y por otro las mujeres -inmigrantes en su mayoría- que son obligadas a prostituirse.
Lo dicho. Un triunfo de la democracia que con nuestro dinero une a los peces gordos socialistas con los chóferes y las inmigrantes.
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