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Es imposible que nuestro sistema público de educación adquiera calidad, puesto que en el sistema de crisis moral que padecemos, la libertad responsable es condición necesaria para la calidad.
Sólo podría darse un sistema público de educación con calidad en caso de que los agentes sean libres, es decir, responsables, dueños de sí. Cuando esto se da la sociedad está cohesionada y se premia socialmente la conducta moralmente buena, el sacrificio, el esfuerzo, el dominio sobre las pasiones, etc. el sistema público adquiere calidad, y el privado puede perderla. Pero cuando -por el contrario- no hay cohesión social ni priman las conductas éticas el sistema público está destinado a fracasar y sólo el privado puede adquirir tintes de calidad.
La ley la podríamos enunciar así: la calidad de los servicios públicos es directamente proporcional a la cohesión social y la ética.
La ley la podríamos enunciar así: la calidad de los servicios públicos es directamente proporcional a la cohesión social y la ética.
La razón de esta ley es muy simple: ningún sistema adquiere calidad por sí solo, necesita la voluntad para lograrlo. Si abandonamos un sistema a su suerte tiende al caos, pero si queremos que vaya bien, imprimimos fuerza en los sentidos oportunos hasta lograr que se enderece y alcance la calidad esperada.
Cuando fallan la cohesión social y la ética individual no hay quien imprima la dirección adecuada al sistema público, que nadie toma como suyo propio, y la responsabilidad se diluye entre los funcionarios, que apuntan a los políticos como responsables, que a su vez apuntan a sus partidos, que tienen necesidad de ganar unas elecciones, etc. Un sistema público donde no hay cohesión ni moral es un sistema de individualismo y corrupción. Y lo hemos visto en las empresas públicas, en los sindicatos, las cajas, la educación, etc. etc.
Por el contrario, cuando fallan la cohesión y la moral, el modelo liberal es el más adecuado, porque a los agentes les interesa que perdure el sistema y sólo puede perdurar si es bueno, para que compita, para que sea elegido, para que aparezca arriba y adquiera calidad, lo que equivale a poder subir el precio y a ganar más.
En las sociedades en crisis el modelo privado adquiere por su propia naturaleza calidad.
Hay una excepción a esta regla: cuando aún faltando la cohesión social y la moralidad un sistema privado es gobernado por ineptos, por políticos o por personas que tienen los interses personales lejos de la empresa.
Entonces funciona como un sistema público y va perdiendo calidad, primando los incrementos salariales de los directivos antes que la cuenta de resultados, primando el amiguismo antes que la competitividad, premiando al adulador, etc. Cuando esto ocurre el sistema privado se destruye a sí mismo si los accionistas o las personas que tienen intereses dentro de la empresa la abandonan a su suerte.
Entonces funciona como un sistema público y va perdiendo calidad, primando los incrementos salariales de los directivos antes que la cuenta de resultados, primando el amiguismo antes que la competitividad, premiando al adulador, etc. Cuando esto ocurre el sistema privado se destruye a sí mismo si los accionistas o las personas que tienen intereses dentro de la empresa la abandonan a su suerte.
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