jueves, 9 de abril de 2015

Podemos y Baroja


Oímos con relativa frecuencia eso de que el pueblo quiere "un cambio"... pero, puestos a poner ideas propias en boca del pueblo, afirmo aquí de manera tajante que el pueblo quiere vacaciones. Así como masa, no quiere nada ni a nadie. Quiere como Meursault, ponerse una bandera en el ombligo y ver para qué lugar va el viento. No quiere a los señoritos de Podemos ni quiere a la casta del PP PSOE. Quiere a quien le deje en paz. Que vuelvan a poner fútbol en abierto y que le devuelvan al País de de los Juguetes electrónicos, de las Wii y de los Smartphones "gratis". 

Pensando que el pueblo quiere cambios surge Podemos y el viejo comunismo tiene la oportunidad de oro, para escándalo de la intelectualidad. Es de libro, la verdad: crisis, pasividad de la burguesía, líder carismático, estructuras locales, partidos que se fagocitan... pero de libro de historia del siglo XIX. 

Los bienpensantes les han hecho la campaña, como siempre, para demostrar al pueblo que si llega a mandar Podemos esto es el acabose... que son comunistas y corruptos y de ETA. Pero esa no es la cuestión: Podemos no engaña a nadie, todo el mundo sabe lo que son, no creo que haya que indagar mucho más. No se han preocupado de autocensurarse. Hemos visto a cada uno de los de jefes Podemos cantar la Internacional, apoyar a Cuba o a Venezuela, recibir dinero en maletines, o tambalearse borrachos en una fiesta de ultraizquierda. 

El error está en creer en que solo con denunciar eso, con que “el pueblo” los identifique con "los comunistas" o con los de “la casta”, se lo pensarán dos veces y no les votarán. Y este es el error.

No hay evidencia de racionalidad en el pueblo. La suma de millones de racionalidades da irracionalidad. Esto lo explica a la perfección Unamuno en Vida de Don Quijote y Sancho (*): a no ser que esté bien dirigida hacia un fin. Piensen en un naufragio: todo se hunde y cada uno cuida por sí mismo, pero si hay una salida, todos se dirigen a ella. Es ley: las reacciones de la masa son irracionales cuando falta un ideal, un destino compartido. 

Se supone que si el pueblo sabe que los de Podemos son Hitler o algo peor, votará a los de siempre, al PPSOE, y asunto zanjado. Para entonces, ya habremos salido de la crisis, la prima de riesgo estará ya muy bajita y tendremos la calificación de la triple A. Podremos volver a consumir en la jauja que PP y PSOE nos han creado y volveremos a tener una sola preocupación: seguir ganando dinero para poder seguir disfrutando de la orgía continua. Bien cebados y bien cuidados por papá Estado hasta que la muerte nos impida votar. 

El pueblo se ha cogido una rabieta, y como niño malcriado le reprocha a Papá/mamá Estado que no velase por sus inversiones, que no le avisase de que eso de vivir del crédito era peligroso y –sobre todo- que ya no le pueda producir de nuevo ese espejismo en el que vivía. Ese ideal de vivir como animales bien cebados, ligados a La Tele y cuidados por el Estado se ha desmoronado.

Hay que volver a recuperar la confianza, se dicen unos, y otros -los emergentes- centran su campaña en decir que no nos recuperaremos nunca etc. Ambos con sentimientos: 
1. Rabieta de hijo único: Podemos. 
2. Rabieta pero de niño bueno: Ciudadanos/Vox/UPyD-Rosa. 
3. PP. Padre que todo lo arregla. 
4. PSOE. Madre que todo lo comprende.
Pero hay que salir de este círculo sentimental. Hay que volver a la realidad y no al consumo. Ya no se debe buscar otra vez el país de Nunca Jamás. El Estado ni es -ni debe ser- el garante del consumismo, el Estado solo tiene que proporcionar una cosa: ideales. El resto, gracias, lo buscamos nosotros, nos basta con que no se meta. 

La gente, el pueblo, la ciudadanía necesita un ideal para vivir, un ideal que le una al vecino, que le dé alas y fuerza para luchar y afrontar el día a día. Un ideal trascendente. 

Esto lo sabían los revolucionarios de antaño: la revolución francesa o la rusa quisieron una religión estatal y ofrecían al pueblo todo lo que da la religión, los actuales gobernantes ya no pueden ofrecer más que sentimiento. 

Pero el pueblo vive de ideales y no de comida y sentimientos. Si el político es capaz de dar forma a los ideales del pueblo, de crear un ideal, aunque sea falso (como el ideal comunista o el nacionalista), o de reavivar un ideal dormido, obtendrá el poder.

Esto explica esa ley de nuestra democracia que dice que “la corrupción no es castigada en  las urnas”. Felipe González lo probó: dejó un país arruinado, con varios ministros en la cárcel, con  una pésima idea del Estado de Derecho, que pagaba a mercenarios para que fuesen a matar a terroristas, etc.. Y sin embargo seguía ganando alimentando el ideal del cambio y del pueblo.

Gobernar es hacer que los de abajo se crean de verdad su papel. Es tomar las decisiones para que nadie cuestione lo de arriba. Arriba y abajo no son cuestiones de casta, es necesario que haya alguien por arriba alguien que lidere, que marque una dirección. 

Pío Baroja en el microrrelato: Nihil (Baroja, P.: Nihil en “Vidas sombrías”. Ed. Afrodisio Aguado, Madrid 1955, pp. 102-113) tiene un diálogo estupendo entre un desheredado (es decir cualquiera del pueblo, de los desahuciados, de los que protestan) y “los del castillo” (o del congreso). En ella uno ofrece recuperación económica y salida de la crisis, pero el paisano se niega:

No. No esperaba nada de eso. A lo que aspiro es a un ideal. Ya sabéis. Los del castillo necesitáis comer, nosotros os proporcionamos alimentos; necesitáis vestidos, nosotros os tejemos ricas y hermosas telas; necesitáis entreteneos, os damos histriones; necesitáis saciar vuestra sensualidad, os damos mujeres; necesitáis guardar vuestros territorios, os damos soldados. Y a cambio de esto ¿Qué os pedimos a vosotros los inteligentes, a vosotros lo elegidos? Una ilusión para protegerte, una esperanza para consolarnos, un ideal nada más.


(*) "La manera de expresarse colectivamente un pueblo es un a modo de rebuzno, aunque cada uno de los que lo componen use de lenguaje articulado para sus menesteres individuales, pues sabido es cuan a menudo ocurre que al juntarse hombres racionales, o semirracionales siquiera, formen Un pueblo asno" (Unamuno, Vida de Don Quijote y Sancho, Espasa Calpe (Austral), Madrid 1961, p.139).

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