viernes, 30 de enero de 2015

La meritocracia y el Principio de Peters

El padre Ayala, creador de la verdadera meritocracia


Llegó el día de la meritocracia. Ganas tenía, he de confesarlo. Evidentemente la palabra meritocracia tiene un resalte especial entre el resto de ideas corporativas que estudiamos, no es habitual, parece ser puesta deliberadamente: "un entorno que fomente la excelencia, el liderazgo, el respeto por la persona, la transparencia, la meritocracia, la objetividad, la responsabilidad, la innovación y el impacto en la sociedad".

Lo que no tengo muy claro es la razón por la que se afirma tal cosa, es decir, ¿por qué una dirección estratégica envía el mensaje este de que "el mérito" va a ser la principal característica de los puestos directivos? Lo entendería a la perfección si dijese -en lugar de "mérito"- "valor", "capacidad", "talento", "preparación"... virtudes que debe tener el que va a dirigir algo (D. Ángel Ayala dixit)... pero ¿mérito?


Podemos encontrar el origen del término en un viejo libro de de Young. Pero sospecho que el sentido de la palabra meritocracia de esta declaración no es el de Young, ya que no puede funcionar en entornos abiertos, actuales, y solo es aplicable en instituciones no competitivas, cerradas y jerárquicas donde no importa especialmente el talento, y sí la realización de tareas protocolarias programadas en equipo desde tiempo inmemorial (funcionarios, religiosos, etc.). Estas instituciones ancestrales se caracterizan por premiar lo repetitivo, ordenado y obediente frente a lo eficaz, creativo y libre porque es la manera demostrada sobradamente de hacer bien su trabajo

Más bien me inclino a pensar que se haya tomado el término en un sentido laso, y que se quiera decir algo así como que se quiere premiar el mérito independientemente de los enchufes, la cuna de cada uno o la cantidad de amigos que se tenga en la organización.

Además, junto a la meritocracia de Young , que pretende "que todos asciendan de acuerdo con sus capacidades" (Young:1958), tenemos el Principio de Peters, que -aceptando el principio meritocrático de que "cuando alguien sabe hacer algo y lo hace bien, se le asciende"- "toda persona competente en una jerarquía subiría hasta el umbral de su incompetencia" (Peters: 1969), generando estructuras jerárquicas con incompetentes a la cabeza de cada escalón.

Pero creo que la historiografía del término no nos aporta demasiada luz, dejémosla a un lado y vayamos a lo etimológico, que siempre tiene más jugo. Se trata de una palabra mixta, del latín y el griego, el sufijo "-cratos", Κράτος, significa poder. Y meritus, mérito, que significa precio, salario en sus inicios (lo que se merecía cobrar, prix, salaire, dice Oudin en 1607; y el diccionario de Autoridades de 1734 decía "la acción o derecho que uno tiene tiene al premio por lo bien hecho..."). Con lo que nos encontramos con una contradicción un tanto curiosa: mérito implica una desigualdad, porque es un premio que se da al que se lo ha ganado... pero si le sumamos el cratos, tenemos que deseamos deseamos que tengan poder los que tengan o se hagan merecedores de premio. Es decir, premiar con poder...

¿Que el poder lo detenten quienes hagan méritos o quienes tengan mérito?

Mérito es segundo, primero viene la acción buena, después uno se hace merecedor del premio. El mérito, por tanto debe ser el resultado de las buenas acciones, que hacen a una persona benemérita (bene-meritus), aunque en la jerga actual, mérito pierde su ligazón al bien y se convierte en un sinónimo de eficacia o exigencia cuantificable.

El mayor peligro que corre el mérito es precisamente ese: que como mérito es hacer algo... ante alguien (para ser reconocido, de lo contrario no sería meritoso), puede convertirse la mentada meritocracia en el premio a quienes saben simular que hacen algo, o quienes cuentan a quien tienen que contar lo maravillosos que son, etc.

Corremos el riesgo de crear una jerarquía de hipócritas, donde el límite esté en la capacidad de engañar al de arriba y, uniéndolo al Principio de Peters, al mirar a los escalones intermedios encontraríamos hipócritas e incompetentes en su grado sumo.

Pero eso no es lo que se quiere con la meritocracia. El mérito debe estar ligado al bien y así, el poder para los beneméritos es algo así como el poder para los aristocráticos. Porque los beneméritos son "los mejores en sí" (los mejores seres humanos), como decía Aristóteles: los aristócratas ( ἄριστος - kράτος). Solo falta definir quiénes son "los mejores seres humanos" [pero para eso habría que saber antropología filosófica].


Parece que ya vamos aclarando algo: hay dos formas de entender esto del mérito: (1) meritocracia es, entonces, el gobierno de los mejores seres humanos... con lo que llegaríamos a Platón con su República buscando que gobiernen los más sabios, los mejores hombres, los que no tienen intereses terrenos y solo buscan la justicia... y por otro lado, (2) meritocracia con un toque relativista anglosajón, puede ser que gobiernen los mejores para realizar un cometido determinado. En este sentido podemos afirmar que siempre, en todo momento y lugar gobiernan los mejores, por definición. Porque los mejores en este sentido son los que han sabido hacerse con el poder, los que han logrado los méritos necesarios ante los de arriba.


Entonces nos tienen que decir en las declaraciones institucionales qué tipo de organización se quiere: si la meritocrática o la aristocrática. En decir, si se desea que gobiernen los mejores o los que hagan méritos.

La meritocracia así, sin adjetivos, no es más que eso: un palabro que viene a decir que si se esfuerza uno en una organización se le darán prebendas, pero no poder. Por eso es mejor llamarlo "cultura" del mérito, o de la excelencia. Y no meritocracia...

No hay comentarios:

Publicar un comentario