Hace poco tuvimos una reunión conmemorativa de los 25 años que habían pasado desde que abandonamos el colegio . Ya hemos quedado para la siguiente, la de 2037.
Hacía casi 28 años que no veía a alguna gente con la que había compartido horas y horas de las de antes. Lo peor es que después de tantas horas perdidas en compañía, la mayoría ni nos reconocíamos. Luego, tras el shock y con la ayuda de las redes, las neuronas han comenzado a funcionar y hemos ido recordando... a casi todos.
Es curioso que aunque hayan pasado 28 años desde la última vez que nos vimos sigue habiendo un aire de compañerismo inexplicable (y que precisamente por ser inexplicable lo tengo que explicar). La sensación de estar entre amigos delante de gente que ni siquiera reconoces es inusitada.
Y es que la vida que hemos vivido ha sido totalmente diferente: unos casados y otros solteros, con fracasos matrimoniales o sin ellos, unos se fueron al extranjero, otros a provincias, con muchos hijos, con muchos perros, calvos y con melenas, con mucho dinero, con mucha hipoteca... nos hicimos ingenieros, profesores, artistas, militares, sacerdotes, arquitectos, empresarios... Cada uno ha ido haciéndose como ha querido y podido, a su manera hasta llegar a confluir en un punto que sólo parece tener en común con los otros que está alejado temporalmente 25 años. Paradoja biográfica esta de la coincidencia voluntaria de 60 personas.
Y lo inexplicable de la camaradería de antaño renovada se explica porque ellos tienen mis recuerdos, y yo los suyos. Nos hacemos con los otros. Cada uno nos hicimos a partir de aquellos recuerdos, de aquellas horas muertas... Las horas pasaban más lentas y todo tenía un tono sepia. Las horas que creíamos perdidas resulta que nos formaban y nos direccionaban para ser lo que hemos llegado a ser, y todo lo que hemos llegado a no ser.
Pero también nos hicimos con los profesores... pero menos. Sé que estaría bien hablar de lo grandes que eran, de lo que me ayudaron... porque yo también ahora soy profesor. Pero no. Nos hicimos contra ellos. No sé si era cuestión de la época, del colegio, suya o nuestra. Pero no recuerdo nada entrañable, la verdad. Simplemente eran el "enemigo", con lo que en la menta infantil significa eso.
Una cosa que recuerdo es que siempre ganaban. Siempre sabían quién había sido y con quién. Incluso quién empezaba o tuvo la idea. El castigo: la bofetada, la biblioteca (¿Cómo se va a fomentar el hábito de la lectura si la biblioteca era la cárcel?), la expulsión de un día... castigo que aguantábamos estoicamente e introducíamos en nuestro mundo con toda naturalidad.
Eran años curiosos, estábamos en COU en 1987. Eramos la generación intermedia, ni puramente democrática ni franquista. Que no odiábamos del todo pero tampoco queríamos demasiado. A caballo entre los dos mundos. Una generación de extremos. Donde había que ser rojo o facha, sin que hubiese medias tintas; donde o se era macarra o pijo y donde era razón suficiente para pegarse a muerte que uno fuese de los otros.
Muy bueno el artículo Javier,me han encantado tus reflexiones, especialmente 2:
ResponderEliminar-la camaradería -a pesar de los 25 años-se explica xq compartimos recuerdos. Buenos y malos, pero es lo que hemos vivido en común.
-Los profesores eran el "enemigo"...la verdad es que tampoco recuerdo nada entrañable de ellos.
Francamente bien expresado,Javier, tan bien que has clavado las palabras que envié recientemente a un amigo tras la reunión de la promomoción. Excepto que en mi caso, (espero que no sea el único, por lo que supondría para mi carácter) recuerdo a los profesores con cariño, inferior al que tengo por vosotros, pero con cariño,
ResponderEliminarUn saludo pasando por Suffron-Walden