miércoles, 4 de junio de 2008

Los inmigrantes tampoco concilian

La Cruz Roja y los colegios alertan del peligro que suponen para los hijos las largas jornadas laborales que ocupan a sus padres.
G. Sánchez de la Nieta.
Madrid. Con tan sólo 12 años, Adnan es el dueño y señor de su casa. Vuelve del colegio con sus hermanos, de 10 y 6 años, a las 16.30 horas. Prepara la merienda, deja a los pequeños delante de la televisión y sale a comprar leche y detergente. A las seis de la tarde, tiempo libre, diversión y juegos con vecinos de otras razas hasta las ocho y media, cuando suben a cenar. Otra tarde solos.
Después de atravesar el océano, aquel mayo de 2006, jugándose la vida en una mareante patera,
circular sólo por las calles de Madrid es un juego de niños.

Su madre, cajera de Alcampo de sol a sol, le insiste en una única lección: las llaves de casa, colgadas siempre al cuello. Una moda indeseable, la de los niños-llavero, cada vez más extendida entre los barrios con alto porcentaje de inmigrantes.
El fenómeno está provocado, entre otros factores, por las largas jornadas de trabajo de ambos cónyuges, cuya prioridad es labrarse un futuro estable en este país y ganar dinero suficiente para vivir aquí y enviar el resto a los que allí dejaron.

La conclusión es evidente: hacen falta más medios para llegar a estos niños con tantas horas sin familia. Más aún, teniendo en cuenta que, según los últimos datos del INE, más de 600.000 menores esperan pronto el pasaporte que les permita reencontrarse con sus familiares en España.

“Niños-llave ya había en Alemania, en los años 50”, explica Javier Borrego, filósofo y profesor del
Instituto de Humanidades Ángel Ayala. “Vienen de familias que tienen otro concepto de la infancia.

Creen que los niños deben aprender cuanto antes a valerse por sí mismos, no entienden que deban crecer acompañados”, dice. Según este experto, el modelo, que provoca un choque entre dos formas de entender la educación de los hijos, no viene con la inmigración sino con el nuevo concepto de familia.
“La mujer se ha visto obligada a incorporarse al mercado laboral trabajando las mismas horas que el marido, lo que provoca que los dos lleguen tarde a casa y que los niños se acostumbren a crecer en un hogar vacío”, apunta el profesor.
“Es fácil advertir de las consecuencias. Son menores que carecen de las relaciones personales y los vínculos que se establecen en familia”, señala el experto.
Nuevos horarios
Conscientes de este problema, las escuelas con altas cifras de extranjeros han replanteado sus horarios para facilitar la atención de estos menores y aliviar a esos padres angustiados por su hijo solo en casa.

Así, los centros permanecen abiertos hasta altas horas de la tarde, multiplicando las actividades extraescolares, se conciben programas de acogida escolar temprana, aulas matutinas que comienzan a las siete y media con formación no reglada, servicios de comedor, apertura los sábados por la mañana con horas de deporte o excursiones, campamentos de verano en el periodo de vacaciones, etc.
María Teresa Ingelmo, directora del colegio Enrique Granados, situado en el distrito madrileño de Fuencarral, explica la remodelación de horarios que se ha visto obligada a establecer en su centro.

“Veíamos a niños con siete años volviendo solos a sus casas. Nadie controlaba su tiempo libre, no hacían los deberes, toda la tarde sin hacer nada hasta que llegaban sus padres, casi de noche”.

Para atajar el problema “desde hace cuatro años contamos con diversos programas que, con la ayuda del ayuntamiento, nos permiten tener unos horarios adaptados a las exigencias laborales de estos padres”.
La Cruz Roja alertó hace tiempo de este nuevo fenómeno social y puso en marcha el programa de
intervención con infancia y familia en dificultades sociales.
“Ofrecemos el soporte social y educativo para familias con problemas de conciliación que no disponen de recursos para cuidar de sus hijos durante el horario extraescolar”, señala Aurora González, técnica coordinadora de este plan.

Para ello, cuentan con psicólogos, monitores y otro tipo de voluntarios que realizan actividades deportivas, culturales, refuerzo escolar y juegos durante las horas que pasarían solos en casa.