jueves, 1 de mayo de 2014

El proyecto, no la persona.

Los valores solo valen en la jerarquía adecuada
1. 
La vida humana tiene una estructura narrativa: una acción lleva inevitablemente a otra, el pasado condiciona el futuro imprimiéndole una dirección. Ser libre consiste en ir guiando nuestras vidas a pesar de los impulsos del pasado, sin dejarnos avasallar.

El ser humano es un ser proyectivo, su ser está en el futuro, descansa en el futuro más que en el presente o en el pasado. Realmente lo pasado no tiene consistencia ni importancia, solo la tiene si modifica el presente, si nos a-porta algo en el presente. El pasado no existe como tal, existe solo como recuerdo y dirección. Como recuerdo es un renovarse constante, volver a hacer pasar por nuestra vida lo que ya ha sucedido, para re-crearlo. Como dirección es codeterminante, pero -como decimos- no debe impedir la libertad. No eres lo que has sido, sino lo que quieres ser, por mucho que pese el pasado siempre hay posibilidad de conversión, de refundación.

Por eso todo el mundo tiene un proyecto, implícito o explícito. Es más si no lo tuviésemos desapareceríamos, pues la falta absoluta de proyecto es el suicidio. Pero no, en condiciones de salud todo el mundo tiene proyectos vitales que le mantienen vivo. Hasta los "ninis" y "perroflautas" tienen proyecto, malo pero proyecto. 

Los niños se hacen proyectos cada día, proyectos que olvidan y vuelven a crearlos; los jóvenes proyectos poco fundados en la realidad, que luego pueden convertirse en verdaderos proyectos vitales.... Pero los proyectos de verdad son de las personas adultas: los proyectos que se llevan a la práctica. Un síntoma del envejecimiento es precisamente la desgana ante los proyectos nuevos y el amor desmesurado por los antiguos. 

2. 
Cuando salimos de lo personal y entramos en lo comunitario debemos explicitar los proyectos, por ejemplo, en una empresa si se quiere hacer un proyecto grande, por ejemplo, la internacionalización, debe explicitarse por escrito, hacer un plan, asignar recursos, repartir trabajo, etc. De lo contrario será el proyecto del jefe y no de la empresa. El proyecto escrito, transformado en plan, entonces compromete a varios y puede comprometer a toda la organización. Comprometer es precisamente proyectar (cum pro mitto, es decir, hacia adelante con una misión que cumplir viene a ser lo mismo que pro iectum, esto es, llevar algo hacia adelante). Comprometer consiste en hacerse responsable, consiste en ser parte de ello.  

El proyecto compromete voluntades, hace que un proyecto personal ("quiero lograr esto en mi vida, en mi empresa") se convierta en un proyecto colectivo ("quiero que los que las personas se comprometan con el proyecto que presento, y no conmigo"). El proyecto es un documento de ideas generales que tiene unos valores detrás. Los valores se concretan en la realidad a través de ideas que generan proyectos que ponen en marcha planes de acción. 

Está claro que a vec es no salen las cosas como se proyectan, por eso se escribe, para volver sobre él: el proyecto es la hoja de ruta y los valores la reserva de energía para lograrlo. 


La fuerza de un proyecto está en que siempre puede sumar a gente, mientras que las personas solas restan e impiden el diálogo. Al proyecto, a las ideas, se adhiere uno, y entonces puede haber debate sobre el mismo, porque se pone en común la manera de llevarlas a la práctica. 

2.1.
Hay dos maneras de manipular, es decir, de lograr adhesiones falsas: 

A. Pedir la adhesión por arriba, a una nube de valores. Es manipulación porque los valores (unidad, caridad, religiosidad, rigor, excelencia...) son siempre queridos, siempre compartidos en mayor o menor medida (¿hay alguien contra la unidad, el amor, o la excelencia?). Precisamente lo que tienen los valores es que valen. Pero valen para todo. Solo cobran sentido cuando se concretan en ideales, entonces se jerarquizan, se convierten en una escala de valores. 

B. Pedir la adhesión por abajo, por el plan que pone en marcha una persona, hurtándonos las verdaderas ideas que le mueven. Si se pide adhesión a una persona, y no a un proyecto, no hay posibilidad de diálogo, porque todo dependerá del criterio (cambiante) de la persona en cuestión. 

2.2.
Sin embargo si se pide adhesión a las ideas concretadas en un proyecto, en un programa, podemos pedir explicaciones. Por ejemplo, si la persona que quiere ser presidente de una asociación tendrá que llevar un proyecto que ponga en marcha los valores de la asociación transformados en ideas. Si por lo que sea hace cosas contrarias al proyecto, puede demandarse. La persona que está al mando lo está para llevar el proyecto a término, su función es de servicio y no de poder. Por eso no es traumático que se le releve cuando no es capaz por lo que sea (por motivos externos, internos, de liderazgo, de complejidad de la tarea, etc.), es más lo pide él renunciando antes de tiempo, como hizo Benedicto XVI, pues sabía que el proyecto era mayor que él. 

De esta manera los que nos adherimos a un proyecto no lo hacemos a un señor distinto al que ya servimos, no se puede servir a dos señores, lo hacemos a un proyecto que pone en práctica los valores trascendentes. 

De esta manera la lucha no es personal, es una lucha de proyectos, de maneras de traer las ideas al mundo. Cuando queremos que gobierne uno y no otro, no lo hacemos por él ni contra los otros; esto permite que se respete a las personas que llevan una proyecto equivocado, y permite también tender la mano y ponerlos a trabajar en otro proyecto más adecuado a los valores que nos unen.


(-¿Y si no nos unen los mismos valores? 
-Eso lo dejamos para otro momento...)

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