viernes, 23 de junio de 2017

Tortura



Un torero ha muerto. La verdadera noticia es que una persona, una figura pública ha muerto. Lo que debe hacer un periodista es contar qué ha pasado, dónde, cómo, cuándo, etc. Si quieren ampliar la información lo normal es hablar de quién era el torero, cuando tomó la alternativa, cuántas orejas ha cortado, qué familia deja.

Últimamente no pasa esto, no se informa. Los principales medios de comunicación se olvidan de la noticia y -bajo una aparente sorpresa- se dedican a publicar los insultos que cibernautas, famosos o políticos infringen al torero, a la familia, a la fiesta nacional o a los aficionados. La muerte de un torero en vez de ser duelo por la desaparición de un valiente, pasa a ser un espectáculo interesado de falso debate sobre la idoneidad de los toros, haciendo de altavoz de desalmados que utilizan las redes sociales o los micrófonos de malos periodistas para insultar y vejar al torero muerto. Y todo ello es por una cuestión ideológica: están en contra de lo que desde su ignorancia consideran un espectáculo de tortura.

Usar la muerte de una persona, buscando polémica con el único fin de lograr más comentarios, visitas y "likes" es evidentemente una práctica antiperiodística y alejada de toda ética, pero -para mi escándalo- casi ningún medio español se escapa de estas prácticas que consisten en publicar los comentarios más aberrantes, insultantes, carentes de gusto, difamatorios, calumniosos de animalistas anónimos, o alguna declaración de un miembro de la farándula o la política (que cada vez se aproximan más). 

Para dejar clara la bajeza moral de los responsables de los principales medios, dejan abiertos los comentarios en las redes sociales y en las propias páginas web, llevando el debate sobre si 'toros sí' o 'toros no', donde la mayoría dice algo así como "yo pienso que está mal, pero..." y detrás del pero aparecen barbaridades. Aunque sea normal, no se puede sacar partido de la desgracia ajena. No es correcto utilizar la desgracia de una familia para debatir si su trabajo, su arte, es moral, aceptado o reprobado por la sociedad. La falta de ética periodística es flagrante.

Por otro lado el supuesto debate que se organiza alrededor de la muerte del torero es de una pésima calidad. Más o menos la idea viene a ser que los toreros son torturadores y que por tanto si se mueren a nadie le debe importar o hay que alegrarse por ello. Y eso es de una indigencia intelectual que no tiene nombre.

El toreo, te gusten o no los toros, es un arte milenario que tiene su raíz en el dominio de la naturaleza a través de la razón. Nada tiene que ver con la tortura o el daño a los animales. Los toreros -les guste o no a los animalistas- aman, conocen y cuidan a los toros. La incapacidad para verlo es propia de una sociedad que ha abandonado la Naturaleza y por lo tanto no entiende la grandeza del arte de convertir el dominio en algo sublime. En enfrentarse a la bestia poniendo en riesgo su vida. No puedo entrar a explicar esto, simplemente quiero mostrar que los que insultan al torero en Twitter, o los que venden más periódicos a costa de su muerte, tienen una tara: han abandonado la Naturaleza, viven en un mundo urbano y no pueden comprender lo que ocurre en una plaza o en el campo. Viven en un mundo tecnológico y urbano, donde el dominio es aparente, falso, y en todo caso carente de poesía y arte.

Los amantes de los toros y los toreros son gente que les gusta el campo, la Naturaleza, que disfrutan de las puestas de sol y de los animales en libertad. Que conocen la esencia de los animales y que saben lo que es el dolor y el sufrimiento de éstos y están pendientes de que el animal viva en perfecta salud. Los minutos en los que el toro está en la plaza tiene que mostrar la perfección de la naturaleza: brava, amenazante, perfecta, sin mácula. Y el torero tiene que mostrar la capacidad humana para el dominio real de esa naturaleza sublime. Y lo hace de igual a igual, desarmado durante toda la faena, excepto al final, cuando ya está dominado, cuando solo espera la muerte rápida.

Nada tiene que ver con la tortura. La tortura es algo entre humanos y sirve para ejercer el dominio moral de uno contra el otro, por eso tienen ambos que ser humanos. No hay arte en la tortura porque se produce contra la dignidad humana y produce no solo dolor, sino también sufrimiento. Es imposible torturar a un animal, a un animal se le puede infringir daño, y ese daño puede ser carente de sentido o con sentido. Si es sin sentido es reprobable moralmente, más bien porque delata una mente criminal. Pero ningún torero, y hay muchos, tiene una mente criminal. El daño que se ejerce en los animales (industrial, farmacéutico, alimentario) es natural y forma parte de la vida. Es imposible ser humano y no causar daño a los animales. Lo que ocurre es que personifican a los animales (quizá Walt Disney ha tenido parte de culpa) y se cree que son como humanos. Y se animaliza a los humanos confundiéndolo todo. De hecho los argumentos, las imágenes que quieren mostrarnos para que veamos lo malo que es el toreo lo son de humanos disfrazados de toros y llenos de sangre.  

La confusión viene por la personificación. Los urbanitas, los que no comprenden la Naturaleza y menos la naturaleza de los animales, piensan que los animales son como sus mascotas. Y sus mascotas son productos creados por el hombre durante siglos, no son en rigor animales, están personificados. Las mascotas son fruto de una selección artificial que se ha practicado durante más de 100.000 años. Esto quiere decir que hemos matado e impedido su reproducción a millones de perros para lograr los mejores para guardar la casa, cazar o luchar (precisamente contra toros). 

La ignorancia sobre la naturaleza del dolor también es escandalosa. El dolor animal se queda en la naturaleza, es un maravilloso mecanismo de la naturaleza que alerta de que algo no va bien. Un ciervo que es mordido por un lobo y -si logra escaparse- siente un dolor que le obliga a pararse y esperar a que se cure naturalmente o se muera. Imaginen el dolor de una herida gangrenada. Es lo que pasa, pasa siempre, siempre ha pasado. En todo caso a nadie le importa que el ciervo sufra dolor. Le duele hasta llegar a un umbral en el que deja de doler. El dolor animal es como una alarma: suena el tiempo suficiente como para que el organismo reaccione; luego se para. Si muere otros aprovecharán sus proteínas. La muerte y el dolor es propia de la Naturaleza, es necesaria, es natural. Hay que desconocer profundamente el funcionamiento de la biosfera y el de la biología como para ver un problema en el dolor de un animal durante media hora. Lo habitual en los animales es que su final sea largo y doloroso, porque por si no lo saben los animalistas, los animales no tienen en el bosque veterinarios ni han inventado sistemas sanitarios.

Pero el dolor en el ser humano es diferente por varias razones. La primera y principal es que en el ser humano el dolor va acompañado de sufrimiento. El sufrimiento es dolor espiritual. Me explico: un ser humano que está siendo torturado sufre porque ve que su dolor es innecesario, porque duda si revelar el secreto, porque se acuerda de su familia o de cualquier otra consideración y - sobre todo- porque siente que tiene cosas que hacer, que desarrollar y sabe que su vida se va a acabar y con ella todas las posibilidades que tenía abiertas. Por eso la tortura va acompañada de palabras hirientes, de tortura psicológica. De lo contrario no hay tortura. Cuando un ser humano hace daño a otro sin querer sacar nada del otro lo que ocurre es que está enfermo, es un psicópata. Si tortura en busca de doblegar la voluntad es simplemente un criminal. 

Pero los toreros no son criminales ni torturadores: son amantes de la naturaleza que se enfrentan a la verdadera realidad del ser humano en un arte milenario que refleja una lucha que tenemos perdida de antemano. La verdadera realidad del ser humano es que está expuesto a la naturaleza en una lucha que tiene perdida, y mientras vive tiene que dominarla, porque en cualquier momento la biología se va a volver contra nosotros y nos puede sorprender una fiera, o un cáncer, y entonces tenemos que comportarnos con valor, con señorío, enfrentándonos a la muerte sin miedo y sin complejos. 

Pero claro, en una sociedad que desprecia lo natural y quiere vivir como si la muerte no existiera, choca frontalmente el valor y el arte del torero.

1 comentario:

  1. A pesar del sufrimiento del Toro, apruebo los Toros porque suponen que la raza se mantenga y porque llevan una mística del valor intrínseca, y por el arte que comportan

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