martes, 19 de mayo de 2015

Discurso de Benedicto XVI en la Universidad de La Sapienza (2008)


Para mí es motivo de profunda alegría encontrarme con la comunidad de la "Sapienza, Universidad de Roma" con ocasión de la inauguración del año académico. Ya desde hace siglos esta universidad marca el camino y la vida de la ciudad de Roma, haciendo fructificar las mejores energías intelectuales en todos los campos del saber. Tanto en el tiempo en que, después de su fundación impulsada por el Papa Bonifacio VIII, la institución dependía directamente de la autoridad eclesiástica, como sucesivamente, cuando el Studium Urbis se desarrolló como institución del Estado italiano, vuestra comunidad académica ha conservado un gran nivel científico y cultural, que la sitúa entre las universidades más prestigiosas del mundo. Desde siempre la Iglesia de Roma mira con simpatía y admiración este centro universitario, reconociendo su compromiso, a veces arduo y fatigoso, por la investigación y la formación de las nuevas generaciones. En estos últimos años no han faltado momentos significativos de colaboración y de diálogo. Quiero recordar, en particular, el Encuentro mundial de rectores con ocasión del Jubileo de las Universidades, en el que vuestra comunidad no sólo se encargó de la acogida y la organización, sino sobre todo de la profética y compleja propuesta de elaborar un "nuevo humanismo para el tercer milenio".

En esta circunstancia deseo expresar mi gratitud por la invitación que se me ha hecho a venir a vuestra universidad para pronunciar una conferencia. Desde esta perspectiva, me planteé ante todo la pregunta: ¿Qué puede y debe decir un Papa en una ocasión como esta? En mi conferencia en Ratisbona hablé ciertamente como Papa, pero hablé sobre todo en calidad de ex profesor de esa universidad, mi universidad, tratando de unir recuerdos y actualidad. En la universidad "Sapienza", la antigua universidad de Roma, sin embargo, he sido invitado precisamente como Obispo de Roma; por eso, debo hablar como tal. Es cierto que en otros tiempos la "Sapienza" era la universidad del Papa; pero hoy es una universidad laica, con la autonomía que, sobre la base de su mismo concepto fundacional, siempre ha formado parte de su naturaleza de universidad, la cual debe estar vinculada exclusivamente a la autoridad de la verdad. En su libertad frente a autoridades políticas y eclesiásticas la universidad encuentra su función particular, precisamente también para la sociedad moderna, que necesita una institución de este tipo.

Vuelvo a mi pregunta inicial: ¿Qué puede y debe decir el Papa en el encuentro con la universidad de su ciudad? Reflexionando sobre esta pregunta, me pareció que incluía otras dos, cuyo esclarecimiento debería llevar de por sí a la respuesta. En efecto, es necesario preguntarse: ¿Cuál es la naturaleza y la misión del Papado? Y también, ¿cuál es la naturaleza y la misión de la universidad? En este lugar no quisiera entretenerme y entreteneros con largas disquisiciones sobre la naturaleza del Papado. Baste una breve alusión. El Papa es, ante todo, Obispo de Roma y, como tal, en virtud de la sucesión del apóstol san Pedro, tiene una responsabilidad episcopal con respecto a toda la Iglesia católica. La palabra "obispo" —episkopos—, que en su significado inmediato se puede traducir por "vigilante", se fundió ya en el Nuevo Testamento con el concepto bíblico de Pastor: es aquel que, desde un puesto de observación más elevado, contempla el conjunto, cuidándose de elegir el camino correcto y mantener la cohesión de todos sus componentes. En este sentido, esa designación de la tarea orienta la mirada, ante todo, hacia el interior de la comunidad creyente. El Obispo —el Pastor— es el hombre que cuida de esa comunidad; el que la conserva unida, manteniéndola en el camino hacia Dios, indicado por Jesús según la fe cristiana; y no sólo indicado, pues Él mismo es para nosotros el camino. Pero esta comunidad, de la que cuida el Obispo, sea grande o pequeña, vive en el mundo. Las condiciones en que se encuentra, su camino, su ejemplo y su palabra influyen inevitablemente en todo el resto de la comunidad humana en su conjunto. Cuanto más grande sea, tanto más repercutirán en la humanidad entera sus buenas condiciones o su posible degradación. Hoy vemos con mucha claridad cómo las condiciones de las religiones y la situación de la Iglesia —sus crisis y sus renovaciones— repercuten en el conjunto de la humanidad. Por eso el Papa, precisamente como Pastor de su comunidad, se ha convertido cada vez más también en una voz de la razón ética de la humanidad.

Aquí, sin embargo, surge inmediatamente la objeción según la cual el Papa, de hecho, no hablaría verdaderamente basándose en la razón ética, sino que sus afirmaciones procederían de la fe y por eso no podría pretender que valgan para quienes no comparten esta fe. Deberemos volver más adelante sobre este tema, porque aquí se plantea la cuestión absolutamente fundamental: ¿Qué es la razón? ¿Cómo puede una afirmación —sobre todo una norma moral— demostrarse "razonable"? En este punto, por el momento, sólo quiero poner de relieve brevemente que John Rawls, aun negando a doctrinas religiosas globales el carácter de la razón "pública", ve sin embargo en su razón "no pública" al menos una razón que no podría, en nombre de una racionalidad endurecida desde el punto de vista secularista, ser simplemente desconocida por quienes la sostienen. Ve un criterio de esta racionalidad, entre otras cosas, en el hecho de que esas doctrinas derivan de una tradición responsable y motivada, en la que en el decurso de largos tiempos se han desarrollado argumentaciones suficientemente buenas como para sostener su respectiva doctrina. En esta afirmación me parece importante el reconocimiento de que la experiencia y la demostración a lo largo de generaciones, el fondo histórico de la sabiduría humana, son también un signo de su racionalidad y de su significado duradero. Frente a una razón a-histórica que trata de construirse a sí misma sólo en una racionalidad a-histórica, la sabiduría de la humanidad como tal —la sabiduría de las grandes tradiciones religiosas— se debe valorar como una realidad que no se puede impunemente tirar a la papelera de la historia de las ideas.

Volvemos a la pregunta inicial. El Papa habla como representante de una comunidad creyente, en la cual durante los siglos de su existencia ha madurado una determinada sabiduría de vida. Habla como representante de una comunidad que custodia en sí un tesoro de conocimiento y de experiencia éticos, que resulta importante para toda la humanidad. En este sentido habla como representante de una razón ética.

Pero ahora debemos preguntarnos: ¿Y qué es la universidad?, ¿cuál es su tarea? Es una pregunta de enorme alcance, a la cual, una vez más, sólo puedo tratar de responder de una forma casi telegráfica con algunas observaciones. Creo que se puede decir que el verdadero e íntimo origen de la universidad está en el afán de conocimiento, que es propio del hombre. Quiere saber qué es todo lo que le rodea. Quiere la verdad. En este sentido, se puede decir que el impulso del que nació la universidad occidental fue el cuestionamiento de Sócrates. Pienso, por ejemplo —por mencionar sólo un texto—, en la disputa con Eutifrón, el cual defiende ante Sócrates la religión mítica y su devoción. A eso, Sócrates contrapone la pregunta: "¿Tú crees que existe realmente entre los dioses una guerra mutua y terribles enemistades y combates...? Eutifrón, ¿debemos decir que todo eso es efectivamente verdadero?" (6 b c). En esta pregunta, aparentemente poco devota —pero que en Sócrates se debía a una religiosidad más profunda y más pura, de la búsqueda del Dios verdaderamente divino—, los cristianos de los primeros siglos se reconocieron a sí mismos y su camino. Acogieron su fe no de modo positivista, o como una vía de escape para deseos insatisfechos. La comprendieron como la disipación de la niebla de la religión mítica para dejar paso al descubrimiento de aquel Dios que es Razón creadora y al mismo tiempo Razón-Amor. Por eso, el interrogarse de la razón sobre el Dios más grande, así como sobre la verdadera naturaleza y el verdadero sentido del ser humano, no era para ellos una forma problemática de falta de religiosidad, sino que era parte esencial de su modo de ser religiosos. Por consiguiente, no necesitaban resolver o dejar a un lado el interrogante socrático, sino que podían, más aún, debían acogerlo y reconocer como parte de su propia identidad la búsqueda fatigosa de la razón para alcanzar el conocimiento de la verdad íntegra. Así, en el ámbito de la fe cristiana, en el mundo cristiano, podía, más aún, debía nacer la universidad.

Es necesario dar un paso más. El hombre quiere conocer, quiere encontrar la verdad. La verdad es ante todo algo del ver, del comprender, de la theoría, como la llama la tradición griega. Pero la verdad nunca es sólo teórica. San Agustín, al establecer una correlación entre las Bienaventuranzas del Sermón de la montaña y los dones del Espíritu que se mencionan en Isaías 11, habló de una reciprocidad entre "scientia" y "tristitia": el simple saber —dice— produce tristeza. Y, en efecto, quien sólo ve y percibe todo lo que sucede en el mundo acaba por entristecerse. Pero la verdad significa algo más que el saber: el conocimiento de la verdad tiene como finalidad el conocimiento del bien. Este es también el sentido del interrogante socrático: ¿Cuál es el bien que nos hace verdaderos? La verdad nos hace buenos, y la bondad es verdadera: este es el optimismo que reina en la fe cristiana, porque a ella se le concedió la visión del Logos, de la Razón creadora que, en la encarnación de Dios, se reveló al mismo tiempo como el Bien, como la Bondad misma.

En la teología medieval hubo una discusión a fondo sobre la relación entre teoría y praxis, sobre la correcta relación entre conocer y obrar, una disputa que aquí no podemos desarrollar. De hecho, la universidad medieval, con sus cuatro Facultades, presenta esta correlación. Comencemos por la Facultad que, según la concepción de entonces, era la cuarta: la de medicina. Aunque era considerada más como "arte" que como ciencia, sin embargo, su inserción en el cosmos de la universitas significaba claramente que se la situaba en el ámbito de la racionalidad, que el arte de curar estaba bajo la guía de la razón, liberándola del ámbito de la magia. Curar es una tarea que requiere cada vez más simplemente la razón, pero precisamente por eso necesita la conexión entre saber y poder, necesita pertenecer a la esfera de la ratio. En la Facultad de derecho se plantea inevitablemente la cuestión de la relación entre praxis y teoría, entre conocimiento y obrar. Se trata de dar su justa forma a la libertad humana, que es siempre libertad en la comunión recíproca: el derecho es el presupuesto de la libertad, no su antagonista. Pero aquí surge inmediatamente la pregunta: ¿Cómo se establecen los criterios de justicia que hacen posible una libertad vivida conjuntamente y sirven al hombre para ser bueno? En este punto, se impone un salto al presente: es la cuestión de cómo se puede encontrar una normativa jurídica que constituya un ordenamiento de la libertad, de la dignidad humana y de los derechos del hombre. Es la cuestión que nos ocupa hoy en los procesos democráticos de formación de la opinión y que, al mismo tiempo, nos angustia como cuestión de la que depende el futuro de la humanidad. Jürgen Habermas expresa, a mi parecer, un amplio consenso del pensamiento actual cuando dice que la legitimidad de la Constitución de un país, como presupuesto de la legalidad, derivaría de dos fuentes: de la participación política igualitaria de todos los ciudadanos y de la forma razonable en que se resuelven las divergencias políticas. Con respecto a esta "forma razonable", afirma que no puede ser sólo una lucha por mayorías aritméticas, sino que debe caracterizarse como un "proceso de argumentación sensible a la verdad" (wahrheitssensibles Argumentationsverfahren). Está bien dicho, pero es muy difícil transformarlo en una praxis política. Como sabemos, los representantes de ese "proceso de argumentación" público son principalmente los partidos en cuanto responsables de la formación de la voluntad política. De hecho, sin duda buscarán sobre todo la consecución de mayorías y así se ocuparán casi inevitablemente de los intereses que prometen satisfacer. Ahora bien, esos intereses a menudo son particulares y no están verdaderamente al servicio del conjunto. La sensibilidad por la verdad se ve siempre arrollada de nuevo por la sensibilidad por los intereses. Yo considero significativo el hecho de que Habermas hable de la sensibilidad por la verdad como un elemento necesario en el proceso de argumentación política, volviendo a insertar así el concepto de verdad en el debate filosófico y en el político.

Pero entonces se hace inevitable la pregunta de Pilato: ¿Qué es la verdad? Y ¿cómo se la reconoce? Si para esto se remite a la "razón pública", como hace Rawls, se plantea necesariamente otra pregunta: ¿qué es razonable? ¿Cómo demuestra una razón que es razón verdadera? En cualquier caso, según eso, resulta evidente que, en la búsqueda del derecho de la libertad, de la verdad de la justa convivencia, se debe escuchar a instancias diferentes de los partidos y de los grupos de interés, sin que ello implique en modo alguno querer restarles importancia. Así volvemos a la estructura de la universidad medieval. Juntamente con la Facultad de derecho estaban las Facultades de filosofía y de teología, a las que se encomendaba la búsqueda sobre el ser hombre en su totalidad y, con ello, la tarea de mantener despierta la sensibilidad por la verdad. Se podría decir incluso que este es el sentido permanente y verdadero de ambas Facultades: ser guardianes de la sensibilidad por la verdad, no permitir que el hombre se aparte de la búsqueda de la verdad. Pero, ¿cómo pueden dichas Facultades cumplir esa tarea? Esta pregunta exige un esfuerzo permanente y nunca se plantea ni se resuelve de manera definitiva. En este punto, pues, tampoco yo puedo dar propiamente una respuesta. Sólo puedo hacer una invitación a mantenerse en camino con esta pregunta, en camino con los grandes que a lo largo de toda la historia han luchado y buscado, con sus respuestas y con su inquietud por la verdad, que remite continuamente más allá de cualquier respuesta particular.

De este modo, la teología y la filosofía forman una peculiar pareja de gemelos, en la que ninguna de las dos puede separarse totalmente de la otra y, sin embargo, cada una debe conservar su propia tarea y su propia identidad. Históricamente, es mérito de santo Tomás de Aquino —ante la diferente respuesta de los Padres a causa de su contexto histórico— el haber puesto de manifiesto la autonomía de la filosofía y, con ello, el derecho y la responsabilidad propios de la razón que se interroga basándose en sus propias fuerzas. Los Padres, diferenciándose de las filosofías neoplatónicas, en las que la religión y la filosofía estaban unidas de manera inseparable, habían presentado la fe cristiana como la verdadera filosofía, subrayando también que esta fe corresponde a las exigencias de la razón que busca la verdad; que la fe es el "sí" a la verdad, con respecto a las religiones míticas, que se habían convertido en mera costumbre. Pero luego, en el momento del nacimiento de la universidad, en Occidente ya no existían esas religiones, sino sólo el cristianismo; por eso, era necesario subrayar de modo nuevo la responsabilidad propia de la razón, que no queda absorbida por la fe. A santo Tomás le tocó vivir en un momento privilegiado: por primera vez, los escritos filosóficos de Aristóteles eran accesibles en su integridad; estaban presentes las filosofías judías y árabes, como apropiaciones y continuaciones específicas de la filosofía griega. Por eso el cristianismo, en un nuevo diálogo con la razón de los demás, con quienes se venía encontrando, tuvo que luchar por su propia racionalidad. La Facultad de filosofía que, como "Facultad de los artistas" —así se llamaba—, hasta aquel momento había sido sólo propedéutica con respecto a la teología, se convirtió entonces en una verdadera Facultad, en un interlocutor autónomo de la teología y de la fe reflejada en ella. Aquí no podemos detenernos en la interesante confrontación que se derivó de ello. Yo diría que la idea de santo Tomás sobre la relación entre la filosofía y la teología podría expresarse en la fórmula que encontró el concilio de Calcedonia para la cristología: la filosofía y la teología deben relacionarse entre sí "sin confusión y sin separación". "Sin confusión" quiere decir que cada una de las dos debe conservar su identidad propia. La filosofía debe seguir siendo verdaderamente una búsqueda de la razón con su propia libertad y su propia responsabilidad; debe ver sus límites y precisamente así también su grandeza y amplitud. La teología debe seguir sacando de un tesoro de conocimiento que ella misma no ha inventado, que siempre la supera y que, al no ser totalmente agotable mediante la reflexión, precisamente por eso siempre suscita de nuevo el pensamiento. Junto con el "sin confusión" está también el "sin separación": la filosofía no vuelve a comenzar cada vez desde el punto cero del sujeto pensante de modo aislado, sino que se inserta en el gran diálogo de la sabiduría histórica, que acoge y desarrolla una y otra vez de forma crítica y a la vez dócil; pero tampoco debe cerrarse ante lo que las religiones, y en particular la fe cristiana, han recibido y dado a la humanidad como indicación del camino. La historia ha demostrado que varias cosas dichas por teólogos en el decurso de la historia, o también llevadas a la práctica por las autoridades eclesiales, eran falsas y hoy nos confunden. Pero, al mismo tiempo, es verdad que la historia de los santos, la historia del humanismo desarrollado sobre la base de la fe cristiana, demuestra la verdad de esta fe en su núcleo esencial, convirtiéndola así también en una instancia para la razón pública. Ciertamente, mucho de lo que dicen la teología y la fe sólo se puede hacer propio dentro de la fe y, por tanto, no puede presentarse como exigencia para aquellos a quienes esta fe sigue siendo inaccesible. Al mismo tiempo, sin embargo, es verdad que el mensaje de la fe cristiana nunca es solamente una "comprehensive religious doctrine" en el sentido de Rawls, sino una fuerza purificadora para la razón misma, que la ayuda a ser más ella misma. El mensaje cristiano, en virtud de su origen, debería ser siempre un estímulo hacia la verdad y, así, una fuerza contra la presión del poder y de los intereses.

Bien; hasta ahora he hablado sólo de la universidad medieval, pero tratando de aclarar la naturaleza permanente de la universidad y de su tarea. En los tiempos modernos se han abierto nuevas dimensiones del saber, que en la universidad se valoran sobre todo en dos grandes ámbitos: ante todo, en el de las ciencias naturales, que se han desarrollado sobre la base de la conexión entre experimentación y presupuesta racionalidad de la materia; en segundo lugar, en el de las ciencias históricas y humanísticas, en las que el hombre, escrutando el espejo de su historia y aclarando las dimensiones de su naturaleza, trata de comprenderse mejor a sí mismo. En este desarrollo no sólo se ha abierto a la humanidad una cantidad inmensa de saber y de poder; también han crecido el conocimiento y el reconocimiento de los derechos y de la dignidad del hombre, y de esto no podemos por menos de estar agradecidos. Pero nunca puede decirse que el camino del hombre se haya completado del todo y que el peligro de caer en la inhumanidad haya quedado totalmente descartado, como vemos en el panorama de la historia actual. Hoy, el peligro del mundo occidental —por hablar sólo de éste— es que el hombre, precisamente teniendo en cuenta la grandeza de su saber y de su poder, se rinda ante la cuestión de la verdad. Y eso significa al mismo tiempo que la razón, al final, se doblega ante la presión de los intereses y ante el atractivo de la utilidad, y se ve forzada a reconocerla como criterio último. Dicho desde el punto de vista de la estructura de la universidad: existe el peligro de que la filosofía, al no sentirse ya capaz de cumplir su verdadera tarea, degenere en positivismo; que la teología, con su mensaje dirigido a la razón, quede confinada a la esfera privada de un grupo más o menos grande. Sin embargo, si la razón, celosa de su presunta pureza, se hace sorda al gran mensaje que le viene de la fe cristiana y de su sabiduría, se seca como un árbol cuyas raíces no reciben ya las aguas que le dan vida. Pierde la valentía por la verdad y así no se hace más grande, sino más pequeña. Eso, aplicado a nuestra cultura europea, significa: si quiere sólo construirse a sí misma sobre la base del círculo de sus propias argumentaciones y de lo que en el momento la convence, y, preocupada por su laicidad, se aleja de las raíces de las que vive, entonces ya no se hace más razonable y más pura, sino que se descompone y se fragmenta.

Con esto vuelvo al punto de partida. ¿Qué tiene que hacer o qué tiene que decir el Papa en la universidad? Seguramente no debe tratar de imponer a otros de modo autoritario la fe, que sólo puede ser donada en libertad. Más allá de su ministerio de Pastor en la Iglesia, y de acuerdo con la naturaleza intrínseca de este ministerio pastoral, tiene la misión de mantener despierta la sensibilidad por la verdad; invitar una y otra vez a la razón a buscar la verdad, a buscar el bien, a buscar a Dios; y, en este camino, estimularla a descubrir las útiles luces que han surgido a lo largo de la historia de la fe cristiana y a percibir así a Jesucristo como la Luz que ilumina la historia y ayuda a encontrar el camino hacia el futuro.

Vaticano, 17 de enero de 2008


martes, 12 de mayo de 2015

Texto sobre la muerte de san Agustín


La muerte no es nada, sólo he pasado a la habitación de al lado.

Yo soy yo, vosotros sois vosotros. Lo que somos unos para los otros seguimos siéndolo. Dadme el nombre que siempre me habéis dado. Hablad de mí como siempre lo habéis hecho. No uséis un tono diferente. No toméis un aire solemne y triste. Seguid riendo de lo que nos hacía reír juntos. Rezad, sonreíd, pensad en mí.


Que mi nombre sea pronunciado como siempre lo ha sido, sin énfasis de ninguna clase, sin señal de sombra. La vida es lo que siempre ha sido. El hilo no se ha cortado. ¿Por qué estaría yo fuera de vuestra mente? ¿Simplemente porque estoy fuera de vuestra vista?

Os espero; No estoy lejos, sólo al otro lado del camino. ¿Veis? Todo está bien.

No lloréis si me amabais. ¡Si conocierais el don de Dios y lo que es el Cielo! ¡Si pudierais oír el cántico de los Ángeles y verme en medio de ellos ¡Si pudierais ver con vuestros ojos los horizontes, los campos eternos y los nuevos senderos que atravieso! ¡Si por un instante pudierais contemplar como yo la belleza ante la cual todas las bellezas palidecen!

Creedme: Cuando la muerte venga a romper vuestras ligaduras como ha roto las que a mí me encadenaban y, cuando un día que Dios ha fijado y conoce, vuestra alma venga a este Cielo en el que os ha precedido la mía, ese día volveréis a ver a aquel que os amaba y que siempre os ama, y encontraréis su corazón con todas sus ternuras purificadas.


Volveréis a verme, pero transfigurado y feliz, no ya esperando la muerte, sino avanzando con vosotros por los senderos nuevos de la Luz y de la Vida, bebiendo con embriaguez a los pies de Dios un néctar del cual nadie se saciará jamás.


Santa Mónica / San Agustín

viernes, 1 de mayo de 2015

Cobardía y ateísmo



El fantasma de la cobardía recorre Europa como una plaga bíblica que se extiende por todos los rincones del espíritu y amenaza con deshacer el alma de los europeos. Creo que la viene de la mano de nuestra democracia globalizante y masonizante. Aunque el miedo es consecuencia de la falta de fe, la cobardía está en todas partes, quizá porque en nuestra época la fe se ha perdido casi por completo. O dicho de otro modo, la increencia está en el ambiente y la respiran tanto ateos prácticos como creyentes (ya ni los ateos creen realmente que Dios no exista, simplemente no le prestan atención y viven como si no existiera, no lo niegan porque eso supondría creer en algo).

La cobardía -decimos- está en el ambiente y afecta por igual a ateos que a creyentes. Lo respira cualquiera en la televisión, el el parque, en el psicólogo o en el confesionario, adentrándose en el alma pensamientos nihilizantes que anidan en el cerebro: "solo se vive una vez", "disfruta de la vida mientras puedas", "eres muy valioso", "nadie puede contigo"...

La afirmación de la vida y del yo como única fuerza es la negación de la vida eterna y de Dios: por esta razón el miedo no es cristiano, porque todo miedo tiene su raíz en la muerte y Cristo venció a la muerte. Sí hubo varios casos de cobardía en la Iglesia primera. Y hubo un cobarde que se lavó las manos y poco antes (con toda lógica) había formulado un principio relativista (Quid est veritas?). Todo esto es lógico, porque en el mundo antiguo solo importaba esta vida, solo se vivía una vez. Pilatos tenía que hacer cálculos para no terminar asesinado, no podía hacer justicia, solo podía calcular el precio de su decisión. 

El ambiente de inmanencia, pilatiano, hace que el miedo sea valorado como algo positivo. A la cobardía la llaman estrategia, prudencia o inteligencia; y a la valentía locura. Hay un calculo ético, de hasta dónde puedo hacer "el bien" sin mojarme demasiado. Ya nadie se enfrenta al agresor: se llama a la policía, no se crucifica a Cristo, pero se deja que el pueblo decida. Los jóvenes no irían a la guerra ni por todo el oro del mundo. Ya nadie planta cara, se mira para otro lado. Y se convive y colabora con el mal, pensando en males mayores si no se hace. Como el miedo a la muerte es la raíz de todos los miedos, entonces hay miedo a perder el puesto de trabajo, o el de dirección ("¡tanto has luchado porque te tomaran en serio!"), miedo a no alcanzar lo que se desea, a comprometerse... y termina con un miedo a vivir o haciendo cualquier cosa por seguir haciendo cualquier cosa (lo cual no deja de ser paradójico). Y la vida consiste en estar alerta y tomar precauciones. hay que tener cuidado, dicen, si escribes esto o lo otro, si dices A o B, si alabas a X o denigras a Y. Tienes que andar con cuidado porque puedes perder lo que tienes. Pero realmente eso que tanto guardamos no es tan valioso, no merece la pena.

La cobardía campa a sus anchas por todos los rincones, pero especialmente por los ambientes religiosos, curioso síntoma que da miedo analizar. En todo caso, sabiendo que hay que morirse y que esto no merece la pena, no cabe espacio para la cobardía.

Hay que recordar, se recuerdan con demasiada frecuencia, las palabras del valiente caballero don Quijote, que cuando ya ha perdido la fe y la esperanza, se comporta como un cobarde huyendo de los rebuznadores, es decir, del pueblo, y dejando al pobre Sancho a expensas de los enemigos... y se justifica así:

"—No huye el que se retira —respondió don Quijote—, porque has de saber, Sancho, que la valentía que no se funda sobre la basa de la prudencia se llama temeridad, y las hazañas del temerario más se atribuyen a la buena fortuna que a su ánimo. Y, así, yo confieso que me he retirado, pero no huido, y en esto he imitado a muchos valientes que se han guardado para tiempos mejores"
Segunda parte, capítulo XXVIII 

  

martes, 28 de abril de 2015

Las buenas palabras

Los lirios del campo, improductivos

En esto de la dirección de personas y empresas hay una corriente oriental en esencia -y anglosajona en la forma- que pretende que cambiando el nombre a las cosas, traduciendo muchos al inglés y otros simplemente en mal español, cambiará la realidad y logrará el éxito en la vida. Internet se llena de "memes" con memeces (perdónese la facilidad del chiste) y las conferencias para supuestos directivos de PowerPoint llenos de frases vacías. 

No vamos a entrar en ejemplos (en una entrada posterior los analizaré, que tengo muchos). Pongan palabras que terminan en -ing e intente traducirlas. Verá como en el fondo no es más que lo de siempre con otro nombre, porque a las cosas les importa poco cómo las llamemos. Quizá el poder de las palabras pueda horadar la mente de las personas, cambiar su actitud y todo eso. Viktor Frankl demostró que realmente hay cambios, pero esos cambios son sobre lo proyectado, no sobre lo que existe ahora o lo que fue. El intento de cambio usando solo palabras, de la realidad o del pasado es propio de psicópatas. Lo sano es proyectar con palabras adecuadas, para cambiar actitudes futuras, pero hay que cambiar primero el presente.

Quizá sea una explicación a muchos fracasos... querer llegar de golpe y cambiarlo todo sin tener en cuenta lo más importante: la realidad, las personas.

Las cosas no cambian, y la comunicación con las personas tampoco, es la misma hoy y siempre, a pesar de las tecnologías de la información, a pesar de los medios para comunicarse en todo el mundo. Pueden cambiar los procesos, los medios o los códigos, pero los humanos somos iguales, aspiramos a lo mismo aquí y en el cuerno de África, queremos que no nos mientan, que confíen en nosotros, que no guarden cartas en la manga y que vayan de frente, sin tapujos. Hoy y en el siglo XII; buscamos las mismas cosas que hace cien años, tenemos los mismos anhelos y las mismas preocupaciones. No hace falta que venga ningún gurú a dar nombres extranjeros a la traición a los propios valores, al engaño o la cobardía.

Dirigir personas es fácil: consiste simplemente en ponerse en el lugar del otro e imaginar qué es lo que querrías si estuvieses en su puesto. Consiste también en preguntar, hablar con la gente, tener buena disposición y generar la confianza necesaria para trabajar. Es fácil. Hay que hacer más cambios que declaraciones. Dirigir personas no es estar al día en la nueva técnica virtualizada, solo hace falta que te preocupe de verdad el bienestar de las personas a las que diriges y no el resultado económico o la productividad. 

No es que no importe el resultado económico, sí importa, sobre todo a los financieros, pero el orden de importancia es menor que el bienestar, porque sin éste no hay beneficio, o si lo hay es a corto plazo, generando la ruina de todos en poco tiempo. El buen ambiente, el rendimiento económico (si el producto / servicio es adecuado) y la productividad vendrán por sí solas (Mt, 6.34, Lc. 12.31). 




miércoles, 22 de abril de 2015

Brotes verdes psicopatológicos

El protagonista


Nos conmociona que en cualquier momento nuestra tranquilidad y falsa seguridad que nos brinda papá Estado pueda ser rota de golpe por un loco o un terrorista. Eso nos conmueve y nos lleva a consumir telediarios y noticias de Internet, algunos compulsivamente, hasta que dan con una explicación lógica y podemos exclamar: "era mahometano", "iba a dejar de volar", "le desahuciaban", "veía videojuegos"... cualquier cosa será válida (siempre y cuando sea políticamente correcta, claro, y no asocie la orientación sexual, nacionalidad, raza, por ejemplo, del asesino, con la matanza). Y entonces, ya tranquilos, la noticia pasa a un segundo plano y podemos seguir viviendo.

Hay ya un género de cine americano que va de eso: de una familia feliz de contribuyentes americanos que convierten sus vacaciones en un infierno al ser atacados por uno o varios locos que aparentan inicialmente ser una buenas personas.  El resto es sencillo: un camping, las montañas de Alaska, un bosque o el mar. Cualquier sitio donde la civilización no llegue inmediatamente. En este género, como en el televisivo, el loco siempre tiene un motivo (quizá Funny Games sea una excepción). Sangre y muertos por una causa del pasado, una mala acción, un descuido que "hundió" la vida del que se vuelve loco. Al fin y al cabo, el final de la película es encontrar una lógica a la barbarie.

Claro que hay excepciones: si el agresor es un hombre y la víctima una mujer, entonces resulta que es un criminal producido por no sé qué historia ancestral que lleva a los hombres a ser machistas y por tanto asesinos en potencia; entonces no importa nada de la vida del criminal, nadie quiere saber si ha sido un brote psicótico o si fue abandonado de pequeño. Si es un piloto alemán, entonces es que trabajaba mucho y tenía el síndrome del burn off. Pero si es el chaval no ha cumplido los 16 entonces no, entonces la culpa es de todos (profesores, compañeros...) menos del chico y los padres. 

A nadie le gusta hablar de responsabilidad del alumno. Los periodistas están tan judicializados que no entienden la diferencia entre responsabilidad penal y moral. Un joven de 13 años es capaz de distinguir el bien del mal y por ello responsable moral. Y el culpable es él (y sus circunstancias). Otra cosa es que la causa de su incapacidad moral la coloquemos en la sociedad, en los profesores, en los compañeros o en los padres (en orden inverso), pero el chico que no tiene ningún problema más que su propia estupidez y su vida anodina, es responsable de sí mismo, para lo bueno y lo malo. Si en vez de un "brote psicótico" tuviese un alarde de heroísmo y se jugase la vida por rescatar a un gatito en apuros, todos lo aplaudiríamos y nadie diría que no tiene ningún valor, porque es menor.

Esto de las responsabilidades no caen de golpe con los 16 años, está claro que es un proceso de maduración lento, que ya está bastante avanzado a los 13 años. A esa edad muchos jóvenes deciden qué estudiar o a qué se van a dedicar. Otros están descubriendo su sexualidad y matando marcianitos. 

En segundo lugar son responsables los padres que no supieron educar correctamente. Porque evidentemente hay negligencia en la educación del chico, esto no le pasa a cualquiera, por mucho que se diga. Es un asunto muy grave abandonar a los niños y dejar que los cuide y eduque La Tele. (Sí, ya sé que la vida moderna es eso, que hay que trabajar, bla, bla, bla. La mayoría de los padres pasan olímpicamente de sus hijos cuando toman decisiones como divorciarse o liarse de nuevo, o salir de cenitas un día sí y otro también y sobre todo, cuando están en casa, idiotizados por La Tele, no les hacen ni caso).

En tercer lugar los profesores (no el muerto, que el pobre era un interino que acababa de llegar) me refiero a los profesores que le despreciaron y no le atendieron lo suficiente porque con los recortes habían quitado al de prácticas, o los que no les importaba para nada el chico en cuestión. Esos de la camiseta verde que solo quieren más dinero y menos trabajo porque han perdido la vocación. 

En cuarto lugar sus compañeros, porque algo tienen que decir el abandono o el trato humano y de amistad creativa que se debe tener a esos años.

En quinto lugar está la sociedad, los políticos que pagan a los que diseñan esa cantidad de basura que los niños compran o ven en La Tele con los euros de los papis y bajo la mirada cómplice de los profesores.

En definitiva, otra vez más una muestra de un fracaso social: no pasó nada del otro mundo ni ocurrió algo extraño, lo que hizo este chico fue lo normal. Cuando se cierran las puertas a lo grande entran por la ventana las quimeras. Ocurren estas cosas porque a gran parte de la juventud se le esconde la verdad y se les dice que todo es relativo, que lo importante es estar a gusto con uno mismo. Cuando se les dice que la vida humana es limitada y que no tiene más valor que la de los gibones...

Es cierto que fue un brote psicótico, fue un brote verde, en forma psicótica, de una sociedad corrupta donde los perversores de la juventud están al mando de las instituciones que deberían protegerlos.



El artículo de ABC, firmado por J. Guil, es de lo más divertido: arsenal de escopetas de juguete, dos libros que son "pruebas", por ejemplo, Manual de supervivencia Zoombie ¿?

lunes, 20 de abril de 2015

Las mezquindades de la política


El padre Ángel Ayala avisó de los peligros que podían acechar a la Asociación que él mismo había fundado junto con Ángel Herrera.

Estos peligros valen para cualquier empresa espiritual y son de plena actualidad en cualquier ámbito; la solución pasa por volver a la idea que la puso en marcha. 

El Peligro: 

 “...se pueden despertar dentro de la Asociación pasiones que pueden hacer que el espíritu sobrenatural que debe reinar dentro de la Asociación vaya decayendo, y "en el momento en que vosotros os dejéis llevar de las pasiones y de las mezquindades que lleva consigo la política", desde ese momento estáis perdidos."

Y la solución: 

"Por eso no hay más remedio a cada paso que renovar el espíritu, teniendo en cuenta que el espíritu sobrenatural ha de manifestarse en intenciones sobrenaturales;  de manera que debéis trabajar por la gloria de Dios y nada más

Boletín de la ACdP nº 555, de enero del año 55
02/12/34, en la conmemoración del 25 aniversario de la fundación de la ACNdP


domingo, 19 de abril de 2015

Vótame

Los habituales de Internet sufrimos silenciosamente un atropello más o menos constante de amigos y conocidos para que apoyemos a alguien o a algo con nuestro voto. Es una técnica de marketing online ya muy usada, tanto que llega a ser molesta. Consiste en movilizar a mucha gente para que vea algo apoyándose en la amistad que se pueda tener. Se organiza un concurso en el que el primer premio se lo dan a quien consiga más votos positivos. ¡¡¡Porfa, profa, que es solo un momento y depende de ello la felicidad de mi hijo!!! 

Es todo un engaño: los organizadores y los participantes saben que consigue más votos quien sea capaz de lograr más idiotas que voten a ciegas, es decir, que engañen a la gente y que hagan creer que esa es su voluntad. Los que lo organizan consiguen tráfico, es decir, gente que va y viene a su página web, que eso es dinero.

Constantemente madres y padres desesperados quieren hacerme que vote por los dibujos / vídeos / fotos de sus hijos. Incluso me dicen que no es necesario que lo vea y que valore, que solo me va a llevar un minuto y que debo darle al click de su hijo y así podrá ganar. Incluso llega en los mismos mensajes las formas de fraude: "puedes votar dos veces si le das a actualizar, si reinicias, etc...." Y lo peor es que los mensajes llegan de parte de gente muy normal, sin apariencias de timadores profesionales.

Yo sé que toda elección por medio de votos es fraudulenta. Toda elección parte de la base de que la gente no sabe lo que vota. Nadie ha leído los programas, nadie ha visto los tratados ni puede valorar las consecuencias de una u otra política, toda votación es un fraude porque se vota por algo sentimental y se pide algo racional. 

jueves, 16 de abril de 2015

Las nueve señales del hijoputa


  1. El pelo ralo
  2. La frente buída
  3. La cara pálida
  4. La barba por parroquias
  5. Las manos blandas, húmedas y frías
  6. La mirada torba
  7. La voz de flauta
  8. El pito flácido y doméstico
  9. La avaricia

C.J. Cela: Mazurca para dos muertos, pasim.

jueves, 9 de abril de 2015

Podemos y Baroja


Oímos con relativa frecuencia eso de que el pueblo quiere "un cambio"... pero, puestos a poner ideas propias en boca del pueblo, afirmo aquí de manera tajante que el pueblo quiere vacaciones. Así como masa, no quiere nada ni a nadie. Quiere como Meursault, ponerse una bandera en el ombligo y ver para qué lugar va el viento. No quiere a los señoritos de Podemos ni quiere a la casta del PP PSOE. Quiere a quien le deje en paz. Que vuelvan a poner fútbol en abierto y que le devuelvan al País de de los Juguetes electrónicos, de las Wii y de los Smartphones "gratis". 

Pensando que el pueblo quiere cambios surge Podemos y el viejo comunismo tiene la oportunidad de oro, para escándalo de la intelectualidad. Es de libro, la verdad: crisis, pasividad de la burguesía, líder carismático, estructuras locales, partidos que se fagocitan... pero de libro de historia del siglo XIX. 

Los bienpensantes les han hecho la campaña, como siempre, para demostrar al pueblo que si llega a mandar Podemos esto es el acabose... que son comunistas y corruptos y de ETA. Pero esa no es la cuestión: Podemos no engaña a nadie, todo el mundo sabe lo que son, no creo que haya que indagar mucho más. No se han preocupado de autocensurarse. Hemos visto a cada uno de los de jefes Podemos cantar la Internacional, apoyar a Cuba o a Venezuela, recibir dinero en maletines, o tambalearse borrachos en una fiesta de ultraizquierda. 

El error está en creer en que solo con denunciar eso, con que “el pueblo” los identifique con "los comunistas" o con los de “la casta”, se lo pensarán dos veces y no les votarán. Y este es el error.

No hay evidencia de racionalidad en el pueblo. La suma de millones de racionalidades da irracionalidad. Esto lo explica a la perfección Unamuno en Vida de Don Quijote y Sancho (*): a no ser que esté bien dirigida hacia un fin. Piensen en un naufragio: todo se hunde y cada uno cuida por sí mismo, pero si hay una salida, todos se dirigen a ella. Es ley: las reacciones de la masa son irracionales cuando falta un ideal, un destino compartido. 

Se supone que si el pueblo sabe que los de Podemos son Hitler o algo peor, votará a los de siempre, al PPSOE, y asunto zanjado. Para entonces, ya habremos salido de la crisis, la prima de riesgo estará ya muy bajita y tendremos la calificación de la triple A. Podremos volver a consumir en la jauja que PP y PSOE nos han creado y volveremos a tener una sola preocupación: seguir ganando dinero para poder seguir disfrutando de la orgía continua. Bien cebados y bien cuidados por papá Estado hasta que la muerte nos impida votar. 

El pueblo se ha cogido una rabieta, y como niño malcriado le reprocha a Papá/mamá Estado que no velase por sus inversiones, que no le avisase de que eso de vivir del crédito era peligroso y –sobre todo- que ya no le pueda producir de nuevo ese espejismo en el que vivía. Ese ideal de vivir como animales bien cebados, ligados a La Tele y cuidados por el Estado se ha desmoronado.

Hay que volver a recuperar la confianza, se dicen unos, y otros -los emergentes- centran su campaña en decir que no nos recuperaremos nunca etc. Ambos con sentimientos: 
1. Rabieta de hijo único: Podemos. 
2. Rabieta pero de niño bueno: Ciudadanos/Vox/UPyD-Rosa. 
3. PP. Padre que todo lo arregla. 
4. PSOE. Madre que todo lo comprende.
Pero hay que salir de este círculo sentimental. Hay que volver a la realidad y no al consumo. Ya no se debe buscar otra vez el país de Nunca Jamás. El Estado ni es -ni debe ser- el garante del consumismo, el Estado solo tiene que proporcionar una cosa: ideales. El resto, gracias, lo buscamos nosotros, nos basta con que no se meta. 

La gente, el pueblo, la ciudadanía necesita un ideal para vivir, un ideal que le una al vecino, que le dé alas y fuerza para luchar y afrontar el día a día. Un ideal trascendente. 

Esto lo sabían los revolucionarios de antaño: la revolución francesa o la rusa quisieron una religión estatal y ofrecían al pueblo todo lo que da la religión, los actuales gobernantes ya no pueden ofrecer más que sentimiento. 

Pero el pueblo vive de ideales y no de comida y sentimientos. Si el político es capaz de dar forma a los ideales del pueblo, de crear un ideal, aunque sea falso (como el ideal comunista o el nacionalista), o de reavivar un ideal dormido, obtendrá el poder.

Esto explica esa ley de nuestra democracia que dice que “la corrupción no es castigada en  las urnas”. Felipe González lo probó: dejó un país arruinado, con varios ministros en la cárcel, con  una pésima idea del Estado de Derecho, que pagaba a mercenarios para que fuesen a matar a terroristas, etc.. Y sin embargo seguía ganando alimentando el ideal del cambio y del pueblo.

Gobernar es hacer que los de abajo se crean de verdad su papel. Es tomar las decisiones para que nadie cuestione lo de arriba. Arriba y abajo no son cuestiones de casta, es necesario que haya alguien por arriba alguien que lidere, que marque una dirección. 

Pío Baroja en el microrrelato: Nihil (Baroja, P.: Nihil en “Vidas sombrías”. Ed. Afrodisio Aguado, Madrid 1955, pp. 102-113) tiene un diálogo estupendo entre un desheredado (es decir cualquiera del pueblo, de los desahuciados, de los que protestan) y “los del castillo” (o del congreso). En ella uno ofrece recuperación económica y salida de la crisis, pero el paisano se niega:

No. No esperaba nada de eso. A lo que aspiro es a un ideal. Ya sabéis. Los del castillo necesitáis comer, nosotros os proporcionamos alimentos; necesitáis vestidos, nosotros os tejemos ricas y hermosas telas; necesitáis entreteneos, os damos histriones; necesitáis saciar vuestra sensualidad, os damos mujeres; necesitáis guardar vuestros territorios, os damos soldados. Y a cambio de esto ¿Qué os pedimos a vosotros los inteligentes, a vosotros lo elegidos? Una ilusión para protegerte, una esperanza para consolarnos, un ideal nada más.


(*) "La manera de expresarse colectivamente un pueblo es un a modo de rebuzno, aunque cada uno de los que lo componen use de lenguaje articulado para sus menesteres individuales, pues sabido es cuan a menudo ocurre que al juntarse hombres racionales, o semirracionales siquiera, formen Un pueblo asno" (Unamuno, Vida de Don Quijote y Sancho, Espasa Calpe (Austral), Madrid 1961, p.139).

miércoles, 8 de abril de 2015

El Estado de Bienrobar

Votantes andaluces
Si Podemos es un peligro, es más peligroso que sigan mandando “los mismos”. Podemos no puede salvar nada porque es lo mismo, con el agravante de que no tiene aún una estructura corrupta (y tendría que generarla). En todo caso no va a sacar votos,  no va a ninguna parte, Pablo Iglesias no va a tener un hueco en la historia de España. No va a representar más que un pequeño temblor, una anécdota, del estilo de aquella que sacudió a España un 23 de febrero de 1981. Lo realmente triste es que todo va a seguir igual. Y esa es una mala noticia.

Quizá el bipartidismo termine y se tenga más colorido el arco parlamentario. El bipartidismo de unidad (este que sufrimos en el que no hay diferencias entre uno y otro) es un largo estado de agotamiento de un régimen, pero cuando se acaba se parte en cuatro (o diez) y vuelven a formarse los dos polos que se disocian. Esto ya lo explica Platón en el Timeo

Es un movimiento natural el surgimiento de Podemos y debería haber un Frente Nacional a la derecha y no el descafeinado Ciudadanos. Estas corrientes que surgen por los extremos solo arrastran a unos pocos. Esos pocos rara vez se hacen con el poder. Sobre todo cuando el Estado es fuerte, como es el caso de España: un Estado de corrupción asentada es casi imbatible, y aquí los de siempre, los que se han repartido el poder desvergonzadamente durante 40 años, han creado una estructura corrupta que es muy complicada de desmontar.  

Una estructura corrupta no es un caso de corrupción, ni diez, ni mil. Es un sistema retroalimentado que genera sus propios recursos, y tiende a que todos participen (o crean participar) de ello: aeropuertos sin aviones, cursos de formación sin alumnos, universidades locales, centros culturales populares, cine estatal, paseos marítimos, glorietas quilométricas, tranvías sin pasajeros, fuentes secas, estaciones de metro moscovitas vacías, televisiones que nadie ve, etc., etc. como si hubiese dinero de sobra, como si el saco de lo público no tuviese fondo... eso todo con su comisión y sus beneficiarios. Con todo lo que hay que hacer para que este gasto sea posible: altos impuestos, por un lado y una alianza entre políticos, empresarios y votantes corruptos (*). 



Los votantes se alinean con la corrupción de un lado o del otro. Y, peor aún, quieren corrupción porque así tienen su parte: viajes, pagas extras, salarios sin trabajar, pisitos más baratos,  sanidad de lujo, operaciones de cambio de sexo y lo que haga falta. Ya no saben vivir de otro modo. El ciudadano disfruta de las nuevas marquesinas, de los autobuses movidos por hidrógeno, de las vacías estaciones de metro del tamaño de catedrales subterráneas. (Y se cree al político cuando dice que sale gratis). Llama a la policía pñor cualquier cosa, como quien llama a un criado, y espera que esté en cinco minutos. Denuncia y exige que se legisle hasta la saciedad. Y quiere que haya tres médicos más, y no esperar, y dos maestros de apoyo, y guardería, y paga para las madres, y paga para que se independice el niño, y que el abuelo vaya a Benidorm. Y nadie se pregunta al votar de dónde sale el dinero. Todos silban, critican al otro corrupto y votan corrupción.

Por eso no va a cambiar nada. Los votantes esperan que todo siga igual, que les den trabajo y que les sigan subvencionando y brindando esa falsa seguridad de la que disfrutamos. El resto** da igual. Se han acostumbrado a la corrupción y no quieren que el Estado de bienrobar desaparezca
Estación de Paco de Lucía, Ana Botella, alcaldesa de Madrid, ya con las maletas hechas, "invierte" 191.000.000 €  en una zona residencial, después de gastarse 150.000.000 € en cambiar todas las marquesinas marrones por unas grises
(*) Solo unos pocos políticos o unos pocos ciudadanos deciden no participar conscientemente. Cuando éstos lleguen a más del 30% estaremos ante un cambio. No los que votan a Podemos, Vox, Ciudadanos o UPyD. No los políticos que se cambian de chaqueta y se van a los minoritarios. Solo cuando den portazo al sistema podrá salir otro sistema, pero costará cien años.
(*) El resto es la ideología, la religión, los valores, la proyección histórica de la nación, etc. Todo esto pasa a segunda posición, lo importante es el estado de bienrobar.

jueves, 12 de marzo de 2015

Manifestaciones y elecciones

Me cuenta mi amigo César que había muchísima gente en la manifestación de Podemos y que eso es que van a sacar muchos más escaños de los que imaginamos. 

Nada de Argumentos. Comparemos imágenes.


Foto 1: Manifestación en conmemoración de las muertes de Franco y José Antonio Primo de Rivera de 1981. Ganó el PSOE por mayoría absoluta.

Foto 2. Manifestación de Podemos de 31 de enero de 2015

Conclusión: son cosas distintas las calles y las urnas....



miércoles, 11 de marzo de 2015

La Ola, o el experimento de Werger


El profesor Reiner Werger experimenta con sus alumnos la seducción de las dictaduras. 

¿Podría usted ser nazi? ¿Eran los alemanes extraterrestres? ¿Cómo es posible que todos los alemanes se dispusiesen a apoyar al socialista Hitler? Había una gran crisis, Alemania había quedado muy malparada tras la primera guerra mundial, el paro era altísimo y había un señor, con bigote y no con coleta, que era capaz de atraer el voto y la voluntad de muchos con ideas nuevas que acabasen de una vez con la vieja política, con "la casta". ¿Pero cómo lograron que personas de bien, la mayoría cristianos, asimilasen tan rápido esa estética, ética y política socialista?  

El profesor Werger consigue con un experimento que los alumnos puedan contestar a esas preguntas solos. Aunque el experimento le costó el puesto.

[Aquí había un enlace a la película, que los sacrosantos derechos de autor impiden ver. Pues si la película no es de dominio público, no hay ni recomendación ni publicidad gratis]

¿Puede el vértigo ser social?

La Ola fue un estudio que se convirtió en novela, película y obra de teatro.

Visualiza o lee antes de contestar.






El experimento de Stanford


El Experimento de Stanford. Se analiza la capacidad de ser inmorales cuando las circunstancias lo favorecen.

¿Qué sucede cuando se pone a personas buenas en un sitio malo? ¿La humanidad gana al mal, o el mal triunfa? Éstas son algunas de las preguntas que nos planteamos en esta dramática simulación de la vida en la cárcel, realizada durante el verano de 1971 en la Universidad de Stanford.

El modo en que experimentamos estas cuestiones y lo que descubrimos tal vez os deje atónitos. Nuestra investigación de la psicología de la vida en la cárcel, planeada para dos semanas, tuvo que acabar prematuramente sólo seis días después de iniciarse a causa de cómo afectó la situación a los estudiantes universitarios que participaron en el experimento. Al cabo de pocos días, los guardas se volvieron sádicos y los reclusos depresivos, mostrando síntomas de estrés agudo. A continuación podéis seguir el itinerario de fotos y vídeos que describen este experimento, descubriendo lo que nos dice sobre la naturaleza de los seres humanos.





¿Hasta qué punto somos buenas personas?
¿Qué es el vértigo?




Zimbardo sigue viviendo del experimento que realizó en el 71: 
http://www.prisonexp.org/spanish


viernes, 6 de marzo de 2015

Lealtad


La definición de lealtad de la Real Academia está llena de interesantísimos conceptos para la ética, ya que para el DRAE lealtad es el "cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor y hombría de bien"

Tres conceptos que darían para tres interesantes títulos: "Las leyes de la fidelidad", "Las leyes del honor" y "La hombría de bien".

¿Hay leyes de la fidelidad? Es curiosos que la Real Academia dé por descontado que hay leyes de la fidelidad, como si la fidelidad fuese cuestión de seguir unas normas y no un sentimiento o una disposición del ánimo hacia, como dice Chesterton, "una obligación no definida". La fidelidad, es cierto que es esto, un sentimiento que nos guía... pero como todos los sentimientos tienen unas leyes internas.

Esto no es poner puertas al campo, es simplemente anunciar que no se puede ser fiel y a la vez mentir, por ejemplo, o que no se puede ser leal y a la vez huir de las responsabilidades. En todo caso los de la RAE, ya desde 1734, quieren servir a dos señores, ya que por la etimología leal es derivado directamente de legal, y por lo funcional, lealtad es fidelidad. 

En todo se me ocurre que podrían ser leyes de la fidelidad y el honor (o sea de la lealtad) las siguientes:

1. Ser leal es serlo a una idea, no a un cargo o a una persona (eso es ser canalla).
2. Ser leal supone dar un palabra y cumplirla. A pesar de que el precio por cumplirla sea muy alto.
3. Ser leal es no tener cartas en la manga ni decir medias verdades para lograr premios.
4. Ser leal es negar que en los negocios y en la vida haya que vivir con la estrategia militar: a Maquiavelo y a Sun Tzu hay que dejarlos a un lado si uno quiere ser leal.
5. Ser leal significa que tu palabra en un despacho, por correo electrónico, por carta o en un convenio o tratado es sagrada.
6. Ser leal significa aceptar lo que has hecho, asumir las culpas, contestar y no meter la cabeza debajo de la tierra.
7. Ser leal significa poder ir con la cabeza alta por la calle, sin temor.
8. Ser leal es sobre todo poder dar cuenta de cada uno de tus actos.

Lo que pasa es que la gente, en tiempos de crisis, cuando las lealtades solo se tienen a uno mismo, se confunde la lealtad con el servilismo. Y se justifica la deslealtad por el miedo a perder algo (sueldo, puesto, posición...). Aunque ya desde el primer diccionario de autoridades se decía eso de "de los leales se hinchen los hospitales", aduciendo a lo mal que paga el mundo la lealtad.

Y dejo lo de la hombría de bien para otro de éstos, porque el término me parece muy sustancioso.

Vale.