Los lirios del campo, improductivos |
En esto de la dirección de personas y empresas hay una corriente oriental en esencia -y anglosajona en la forma- que pretende que cambiando el nombre a las cosas, traduciendo muchos al inglés y otros simplemente en mal español, cambiará la realidad y logrará el éxito en la vida. Internet se llena de "memes" con memeces (perdónese la facilidad del chiste) y las conferencias para supuestos directivos de PowerPoint llenos de frases vacías.
No vamos a entrar en ejemplos (en una entrada posterior los analizaré, que tengo muchos). Pongan palabras que terminan en -ing e intente traducirlas. Verá como en el fondo no es más que lo de siempre con otro nombre, porque a las cosas les importa poco cómo las llamemos. Quizá el poder de las palabras pueda horadar la mente de las personas, cambiar su actitud y todo eso. Viktor Frankl demostró que realmente hay cambios, pero esos cambios son sobre lo proyectado, no sobre lo que existe ahora o lo que fue. El intento de cambio usando solo palabras, de la realidad o del pasado es propio de psicópatas. Lo sano es proyectar con palabras adecuadas, para cambiar actitudes futuras, pero hay que cambiar primero el presente.
Quizá sea una explicación a muchos fracasos... querer llegar de golpe y cambiarlo todo sin tener en cuenta lo más importante: la realidad, las personas.
Las cosas no cambian, y la comunicación con las personas tampoco, es la misma hoy y siempre, a pesar de las tecnologías de la información, a pesar de los medios para comunicarse en todo el mundo. Pueden cambiar los procesos, los medios o los códigos, pero los humanos somos iguales, aspiramos a lo mismo aquí y en el cuerno de África, queremos que no nos mientan, que confíen en nosotros, que no guarden cartas en la manga y que vayan de frente, sin tapujos. Hoy y en el siglo XII; buscamos las mismas cosas que hace cien años, tenemos los mismos anhelos y las mismas preocupaciones. No hace falta que venga ningún gurú a dar nombres extranjeros a la traición a los propios valores, al engaño o la cobardía.
Dirigir personas es fácil: consiste simplemente en ponerse en el lugar del otro e imaginar qué es lo que querrías si estuvieses en su puesto. Consiste también en preguntar, hablar con la gente, tener buena disposición y generar la confianza necesaria para trabajar. Es fácil. Hay que hacer más cambios que declaraciones. Dirigir personas no es estar al día en la nueva técnica virtualizada, solo hace falta que te preocupe de verdad el bienestar de las personas a las que diriges y no el resultado económico o la productividad.
No es que no importe el resultado económico, sí importa, sobre todo a los financieros, pero el orden de importancia es menor que el bienestar, porque sin éste no hay beneficio, o si lo hay es a corto plazo, generando la ruina de todos en poco tiempo. El buen ambiente, el rendimiento económico (si el producto / servicio es adecuado) y la productividad vendrán por sí solas (Mt, 6.34, Lc. 12.31).
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