Votantes andaluces |
Si Podemos
es un peligro, es más peligroso que sigan mandando “los
mismos”. Podemos no puede salvar nada porque es lo mismo, con el agravante de que no tiene aún una estructura corrupta (y tendría que generarla). En todo caso no va a sacar votos, no va a ninguna parte, Pablo Iglesias no va a tener un hueco en la historia de España. No va a representar más que un pequeño temblor, una anécdota, del estilo de aquella que sacudió a España un 23 de febrero de 1981. Lo realmente triste es que todo va a seguir igual. Y esa es una mala noticia.
Quizá el bipartidismo termine y se tenga más colorido el arco parlamentario. El bipartidismo de unidad (este que sufrimos en el que no hay diferencias entre uno y otro) es un largo estado de agotamiento de un régimen, pero cuando se acaba se parte en cuatro (o diez) y vuelven a formarse los dos polos que se disocian. Esto ya lo explica Platón en el Timeo.
Es un movimiento natural el surgimiento de Podemos y debería haber un Frente Nacional a la derecha y no el descafeinado Ciudadanos. Estas corrientes que surgen por los extremos solo arrastran a unos pocos. Esos pocos rara vez se hacen con el poder. Sobre todo cuando el Estado es fuerte, como es el caso de España: un Estado de corrupción asentada es casi imbatible, y aquí los de siempre, los que
se han repartido el poder desvergonzadamente durante 40 años, han creado una
estructura corrupta que es muy complicada de desmontar.
Una estructura corrupta no es un caso de corrupción, ni diez, ni mil. Es un sistema retroalimentado que genera sus propios recursos, y tiende a que todos participen (o crean participar) de ello: aeropuertos sin aviones, cursos de formación sin alumnos, universidades locales, centros culturales populares, cine estatal, paseos marítimos, glorietas quilométricas, tranvías sin pasajeros, fuentes secas, estaciones de metro moscovitas vacías, televisiones que nadie ve, etc., etc. como si hubiese dinero de sobra, como si el saco de lo público no tuviese fondo... eso todo con su comisión y sus beneficiarios. Con todo lo que hay que hacer para que este gasto sea posible: altos impuestos, por un lado y una alianza entre políticos, empresarios y votantes corruptos (*).
Los votantes se alinean con la corrupción de un lado o del otro. Y, peor aún, quieren corrupción porque así tienen su parte: viajes, pagas extras, salarios sin trabajar, pisitos más baratos, sanidad de lujo, operaciones de cambio de sexo y lo que haga falta. Ya no saben vivir de otro modo. El ciudadano disfruta de las nuevas marquesinas, de los autobuses movidos por hidrógeno, de las vacías estaciones de metro del tamaño de catedrales subterráneas. (Y se cree al político cuando dice que sale gratis). Llama a la policía pñor cualquier cosa, como quien llama a un criado, y espera que esté en cinco minutos. Denuncia y exige que se legisle hasta la saciedad. Y quiere que haya tres médicos más, y no esperar, y dos maestros de apoyo, y guardería, y paga para las madres, y paga para que se independice el niño, y que el abuelo vaya a Benidorm. Y nadie se pregunta al votar de dónde sale el dinero. Todos silban, critican al otro corrupto y votan corrupción.
Por eso no va a cambiar nada. Los votantes esperan que todo siga igual, que les den trabajo y que les sigan subvencionando y brindando esa falsa seguridad de la que disfrutamos. El resto** da igual. Se han acostumbrado a la corrupción y no quieren que el Estado de bienrobar desaparezca.
(*) Solo unos pocos políticos o unos pocos ciudadanos deciden no participar conscientemente. Cuando éstos lleguen a más del 30% estaremos ante un cambio. No los que votan a Podemos, Vox, Ciudadanos o UPyD. No los políticos que se cambian de chaqueta y se van a los minoritarios. Solo cuando den portazo al sistema podrá salir otro sistema, pero costará cien años.
(*) El resto es la ideología, la religión, los valores, la proyección histórica de la nación, etc. Todo esto pasa a segunda posición, lo importante es el estado de bienrobar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario