jueves, 9 de octubre de 2014

Los perros, perros son

Fotomontaje que circula por la red con un #DEPExcalibur

Todo profesional sanitario debe saber qué es un ser humano y qué es un animal. Debe saber distinguirlos y saber que por ser cosas distintas hay que tratarlos de distinta manera. Es decir, unas nociones de antropología y filosofía de la naturaleza que puedan fundamentar una ética.

Cualquier persona que se dedique a los enfermos tiene que saber bioética. Quizá no todos tengan que hacer el mejor Máster Universitario en Bioética de España, pero todos tienen que tener unas nociones de ética aplicada en las que incluyen –deben incluir- el valor de las personas y el de los animales. Y si no se lo enseñan tiene que aprenderlo por su cuenta.

Los animales, todos, desde la mosca que matamos o la vaca que nos comemos; desde la rata con la que investigamos, pasando por las bacterias… todos:  salvajes, mimados, comestibles, protegidos, perjudiciales, parásitos o preciosos, todos son animales y su ser no está completo sin el medio en el que viven. No puedo alargarme mucho más en esto, pero digamos que son parte de un todo mayor (y a veces ese todo es una familia o una persona la que hace de medio). 

Los seres humanos son, en cambio, fines en sí, como diría Kant y por lo tanto tienen un valor por lo que podrían hacer, proyectar, pensar, imaginar… en definitiva porque pueden crear relaciones con todo lo que hay (y no solo con su medio) y porque en este crear relaciones crean un mundo. Por eso (y por otras muchas cosas) los seres humanos somos importantes y dignos, todos.

En las carreras de medicina y enfermería deberían todos los alumnos aprender Antropología Filosófica. No es de recibo que las personas que van a cuidar de nosotros cuando enfermemos vayan a ser personas que no conocen el valor  el significado de cada vida humana.

Si hay una mínima posibilidad de salvar una vida humana debemos lanzar todos nuestros recursos por lograrlo, cada minuto de cada vida humana es un triunfo contra la nada, o puede llegar a serlo (otra cosa es que algunos se empeñen en vivir como animales). Por eso había que traer al misionero, porque quizá con buenos cuidados podría vivir algo más, y despedirse de sus hermanos.

Si hay que sacrificar a un perro, a una vaca, a un lince ibérico o a un delfín para salvar una sola vida humana se hace sin dilación, se procura que no sufran, pero se hace. Si hay una posibilidad entre mil de que un perro, una vaca, un lince ibérico o un delfín maten a una persona hay que hacer todo lo posible por evitarlo.

Quizá  hubiese alguna otra manera de tratar el asunto de un perro que ha convivido con una enferma de  ébola, pero lo seguro seguro es que los miles de manifiestos y apoyos en su favor solo mostraban la incapacidad de pensar adecuadamente. Un perro no puede ponerse en el lugar, ni puede ser culpable o inocente, ni puede descansar en paz una vez muerto. Era un perro. Y los perros, perros son. 

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