miércoles, 15 de octubre de 2014

La universidad sin profesores


Me dicen que quieres hacer una Universidad sin profesores, que con buenas estrategias de marketing y de recursos humanos lograrás hacer una Universidad más rentable y sólida. Hace años que empezaste: has ido quitando los espacios reservados para los profesores: los lavabos, los comedores, las salas de profesores. Has ido quitándole el tiempo con papeleos inútiles, acreditaciones, e investigaciones vacías, sin espíritu; le has llenado las horas de clases para hacerlo más rentable, y los grupos con cien alumnos, donde es casi imposible dar clase. Le has mermado poco a poco su autoridad, quitándole las tarimas, haciéndole pasar por el juicio inexperto del alumno, del bueno y del malo, y ligando su remuneración y promoción al veredicto de satisfacción éstos, has permitido que el comentario anónimo fuese determinante para tomar tus decisiones sobre el futuro laboral, le has hecho fichar a la entrada de las clases, dando a entender que es un vago y has ido quitándole hasta la libertad de cátedra dentro y fuera del aula. Has puesto en duda su palabra, su presunción de inocencia te la has saltado, su capacidad de juicio y en definitiva su dignidad.

Ha sido un éxito. El profesor universitario ya escasea tanto que se te ha ocurrido hacer una Universidad sin profesores, con técnicos, asalariados, magníficos ejecutores de programas prediseñados en los despachos, sin capacidad para cambiar una coma del temario, o de los criterios de evaluación, o de los trabajos de clase, o de la metodología que emplean. Profesores audiovisuales, perfectamente instruidos en el uso de las TIC y perfectamente desconocedores de todo lo que hay excepto de su materia. Profesores que no conocen al alumno más que a través del portal, correctores de trabajos plagiados, hechos y corregidos en serie. Investigadores que nunca han tenido una idea qy que su investigación consiste en un "collage" de ideas y conceptos. Profesores universitarios aburridos sudando en sus ratos libres en los gimnasios o en las discotecas. Olvidados de todo lo que sea estudio y trascendencia, enchufados a La Tele como vulgares trabajadores; eso sí, tuiteros y con blog, con un blog como este. 

Pero esto no es, de verdad, así no se puede. Es como intentar hacer un río sin agua, como mucho puedes lograr una zanja, una trinchera, pero no un río. Pues lo mismo, tendrás otra cosa, pero no una Universidad, quizá un negocio boyante durante un tiempo, pero no una Universidad. Para ganar tu dinero harás perder años de tradición. Y lo tendrás, el mercado universitario en España está perfectamente blindado con grandes barreras de entrada y un intervencionismo estatal que genera un modelo único de Universidad donde públicas y privadas compiten por lo mismo.

Pero hay una razón, te digo que no se puede y no se puede. La razón es simple: la Universidad se dedica principalmente a la transmisión del conocimiento; y profesores y alumnos están a uno y otro extremo de esta cadena. 

Una Universidad la forman profesores y alumnos que hacen dos cosas: traer la verdad a las nuevas generaciones; de ahí que la Universidad sea, sobre todo, tradición, puesto que la tradición, de tradere, traer, es el mecanismo por el que se traen las instalaciones del pasado al presente. Y, en segundo lugar, la Universidad sirve para hacer mejor la verdad, para convertirla en verdad vivida, experimentada y por lo tanto renovada y adaptada a los tiempos. 

La Universidad no inventa verdades ni ideas, ni crea realidades nuevas; es más, una de sus misiones históricas es precisamente echar abajo las realidades de ficción del pueblo y de sus manipuladores. La Universidad recrea, rescata, retoma, remoza realidades del pasado y las ofrece a la generación presente. Y esta tarea de renovar la verdad es lo que se llama investigación. Investigar (del latín in + vestigo, que viene a ser in, dentro y vestigo, seguir una pista) significa seguir las huellas, meterse en el rastro de las ideas es encontrar esas cosas que aplicadas hoy clarifican y solucionan los problemas del mundo.

La Universidad tiene, entre otras, la función de iluminar el presente desde el pasado, es por lo tanto la tradición que pueden enseñar los profesores y la renovación que se da en comunicación con los alumnos. Pueden fallar los alumnos, como de verdad ocurre tras la revolución de 1968, el alumno universitario dejó de ser élite para ser masa mediocre, entendiendo el acceso a la Universidad como un derecho y una obligación de todo ser humano, con lo que, como es lógico, se generó una falta de interés por el conocimiento especulativo y un interés creciente por lo práctico, lo técnico y lo rentable. Digo que es lógico porque el ser humano en su mayoría está diseñado para lo práctico, para hacer y solo unos pocos (quizá defectuosos) nos dedicamos a lo especulativo, al pensamiento racional. Aún así, a pesar de la ocupación que ha sufrido la Universidad desde la segunda mitad del XX, en todas las universidades del mundo civilizado existen en las primeras filas de cada aula dos, tres, cinco, diez alumnos-élite, brillantes, aguantando pacientemente, esperando que entre tanta imposición exterior se encienda la luz del conocimiento.

También, como es lógico, en las macrouniversidades del mundo se genera un pseudoprofesor, que sin tener nada que enseñar se dedica a simular que investiga y a hacer que enseña a un alumno que ha aprendido a hacer exámenes y a simular el tedio. En realidad solo se cubre un expediente, en un acuerdo tácito que consiste en no ser demasiado duro para no generar demasiadas críticas y el otro no ser demasiado vago para no generar demasiados suspensos. Buenas encuestas, publicaciones de naderías y plagios (en sentido unamuniano, plagios de ideas) y una tendencia progresista a engordar un par de quilos por sexenio de investigación. 

Mientras queden esos profesores y esos alumnos habrá Universidad... pero si ahora quieres acabar con ellos.... ¡te quedarás sin Universidad!. Porque el río no es el cauce. El río lo hace el agua, el río es el agua. 


[Ya sé que piensas que la Universidad es otra cosa, pero no. Así como un río no es un surco, la Universidad es lo que es y no la caricatura que tenemos. Ya sé que piensas que la Universidad se enseña -sobre todo- una profesión; pero no, la Universidad no es ni una academia de piso ni una escuela de oficios o formación profesional, cuyo principal cometido es que los alumnos sepan hacer cosas y da títulos para compensar los pagos, si fuese esto estaría de acuerdo contigo en que es más importante la calidad (entendida como marketing, producto) que los profesores.] 

viernes, 10 de octubre de 2014

El ébola y preparación de los sanitarios españoles



Si algo me ha quedado claro sobre la falsa crisis del ébola en España es la falta de preparación del personal sanitario y de los periodistas que han tratado el tema. También ha dejado en evidencia la ineptitud de los políticos a la hora de comunicar las malas noticias, aunque  esto último ya no debería sorprendernos.

El personal sanitario debe (está obligado a) saber, saber hacer y actuar responsablemente.

Todo trabajador de un hospital debe tener nociones más que básicas sobre las enfermedades infecciosas, sobre los tratamientos, precauciones, etc. La estructura jerárquica de los hospitales no les exime de sus responsabilidades. Las auxiliares no son enfermeras ni son médicos; no se les pide que sepan de tratamientos o diagnósticos, pero sí de precauciones y modos de transmisión de enfermedades. Hay que saber para cuidar al paciente, limpiar un quirófano o desinfectar el material clínico.  Las personas que se dedican a la salud deben estudiar, es su obligación. Por su cuenta o por cuenta de la Administración, en las universidades, en escuelas o academias; el sistema público (o privado) de salud no debe contratar a nadie que no demuestre saber estas cosas y si lo hace debe también enseñar por medio de cursos. Pero la responsabilidad moral es del trabajador.

Además de saber tienen que saber hacer, es decir, saber aplicar los protocolos, incluso si no los hay crearlos. Y por último deben ser diligentes: son responsables de la vida de los pacientes y de la suya propia (por este orden) y deben responder adecuadamente a lo que les mandan, meticulosa y responsablemente. 

En este asunto salen a relucir cosas terribles, como que nadie iba a los cursos, o que muchos se negaron a tratar con el padre Pajares. O que actualmente algunos de los compañeros de Teresa prefieren renunciar a la plaza antes que formar parte del equipo... 

Muchos periodistas y otros que no lo son, han difundido dos tipos líneas editoriales muy peligrosas: 

1. Convertir un caso de contagio en una pandemia mundial (a mi me han llegado mensajes sobre cuarentenas masivas en los hospitales de Madrid, con avisos de cierres de colegios y universidades, etc.) 2. Exculpar del todo a los santos trabajadores y culpar en su lugar a los políticos

En fin. La información adecuada debe centrarse en los datos, los hechos y si los valora será para mostrar el error y mover a la precaución futura, es decir, hacer que las personas sean responsables en su trabajo. En todo caso hay UN caso de ébola contagiado en España, un caso que es muy probable que se cure y que se acabe con él el problema. Quién cometió el fallo no se sabrá, quién lo convirtió en un caso aislado y acabó con él es claro: las autoridades sanitarias (que dicho sea de paso es su obligación, para eso les pagamos).

En todo caso creo que hay que recuperar la responsabilidad individual como primera causa de las catástrofes, es decir, que cada uno cuide de sí mismo y que dejen todos de mirar a papá Estado constantemente. 

Ni el Estado ni la empresa son responsables de "dejarte" hacer barbaridades. Por ejemplo, si hay un cartel que dice "póngase el casco", "no crucen las vías", "peligro de electrocución" o "cuidado con el perro" y uno cruza, no se pone el casco, toca un cable de alta tensión o salta una valla... es problema del agente, aunque la tendencia sea a exculpar a la víctima... la cosa está clara desde el punto de vista moral.

Eso sí, cuando hay accidentes, el infantilizado trabajador llama a papá Estado. Y Papá Estado cariñosamente y le cura y despliega todos los medios para "salvarle".

jueves, 9 de octubre de 2014

Los perros, perros son

Fotomontaje que circula por la red con un #DEPExcalibur

Todo profesional sanitario debe saber qué es un ser humano y qué es un animal. Debe saber distinguirlos y saber que por ser cosas distintas hay que tratarlos de distinta manera. Es decir, unas nociones de antropología y filosofía de la naturaleza que puedan fundamentar una ética.

Cualquier persona que se dedique a los enfermos tiene que saber bioética. Quizá no todos tengan que hacer el mejor Máster Universitario en Bioética de España, pero todos tienen que tener unas nociones de ética aplicada en las que incluyen –deben incluir- el valor de las personas y el de los animales. Y si no se lo enseñan tiene que aprenderlo por su cuenta.

Los animales, todos, desde la mosca que matamos o la vaca que nos comemos; desde la rata con la que investigamos, pasando por las bacterias… todos:  salvajes, mimados, comestibles, protegidos, perjudiciales, parásitos o preciosos, todos son animales y su ser no está completo sin el medio en el que viven. No puedo alargarme mucho más en esto, pero digamos que son parte de un todo mayor (y a veces ese todo es una familia o una persona la que hace de medio). 

Los seres humanos son, en cambio, fines en sí, como diría Kant y por lo tanto tienen un valor por lo que podrían hacer, proyectar, pensar, imaginar… en definitiva porque pueden crear relaciones con todo lo que hay (y no solo con su medio) y porque en este crear relaciones crean un mundo. Por eso (y por otras muchas cosas) los seres humanos somos importantes y dignos, todos.

En las carreras de medicina y enfermería deberían todos los alumnos aprender Antropología Filosófica. No es de recibo que las personas que van a cuidar de nosotros cuando enfermemos vayan a ser personas que no conocen el valor  el significado de cada vida humana.

Si hay una mínima posibilidad de salvar una vida humana debemos lanzar todos nuestros recursos por lograrlo, cada minuto de cada vida humana es un triunfo contra la nada, o puede llegar a serlo (otra cosa es que algunos se empeñen en vivir como animales). Por eso había que traer al misionero, porque quizá con buenos cuidados podría vivir algo más, y despedirse de sus hermanos.

Si hay que sacrificar a un perro, a una vaca, a un lince ibérico o a un delfín para salvar una sola vida humana se hace sin dilación, se procura que no sufran, pero se hace. Si hay una posibilidad entre mil de que un perro, una vaca, un lince ibérico o un delfín maten a una persona hay que hacer todo lo posible por evitarlo.

Quizá  hubiese alguna otra manera de tratar el asunto de un perro que ha convivido con una enferma de  ébola, pero lo seguro seguro es que los miles de manifiestos y apoyos en su favor solo mostraban la incapacidad de pensar adecuadamente. Un perro no puede ponerse en el lugar, ni puede ser culpable o inocente, ni puede descansar en paz una vez muerto. Era un perro. Y los perros, perros son.