martes, 29 de abril de 2014

Unidad



Hay palabras que, como dice López Quintás, se convierten en talismanes: palabras que adquieren poderes mágicos e imanan a las masas. Unidad, diálogo, tolerancia. 

Hace algunos años escribí aquí mismo un texto sobre el falso diálogo de los que negocian con terroristas, ahora aplicable a Arturo Mas y el pucherazo que se está cocinando a las afueras de la Generalidad. Cuando hay amenazas las negociaciones son imposibles. 

Pues lo mismo ocurre con la unidad: la unidad es el resultado de un proyecto común, de una apuesta por un futuro común. Así como la unidad de España no tiene sentido sin no está inscrita en un proyecto trascendente (aquella "unidad de destino en lo universal"), o inmanente (el patriotismo constitucional de Aznar et al.). La unidad es más bien el resultado de un buen proyecto que un deseo de futuro. O dicho de otro modo: si se apela a la unidad sin tener un proyecto claro y distinto estamos -casi seguro- ante un intento de manipulación. Porque ¿qué unidad se puede dar sin proyecto? 

Pero la unidad, además de ser el resultado de un proyecto puede ser también un medio para lograr algo. Por ejemplo, buscamos la unidad para remar todos hacia el mismo sitio, pues si cada uno rema para su lado el barco no va. Bien, vale pero ¿hacia dónde remamos? Volvemos a lo mismo: necesitamos un proyecto para que la unidad sea significativa y no manipulativa.

Porque está claro que si uno pide la unidad a secas esconde en el fondo una carencia: la falta de proyecto. 

Así que, consejo gratis: si usted oye hablar de unidad pregunte ¿unidad para qué?


Para más información: 
¿Qué hacer con los disidentes?







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