Confiamos en Dios... y en el sistema financiero |
Siempre confundimos las cosas porque no pensamos con el rigor adecuado. En casi todos los asuntos humanos hay tres planos que conviene tener presentes si queremos hablar con propiedad y sin manipulaciones.
Estos tres planos son:
1. El ambital: el espacio de la comunicación verdadera, del crecimiento espiritual, de los trascendente
2. El instrumental: el espacio del intercambio, el dinero, el placer
3. El cósico: el espacio de lo corporal, lo visceral, lo dañino
Por ejemplo, para que el que quiera entender entienda, un colegio es tres cosas a la vez:
1. Un espacio de comunicación y de educación.
2. Una empresa que agrupa a personas para el logro de fines comunes.
3. Un edificio con sus sillas, sus mesas y sus pizarras electrónicas.
Está claro que si decimos "este colegio vale tres millones"; "en este colegio no hay disciplina" o "Este colegio es católico" estamos diciendo cosas del mismo objeto en tres planos que no se afectan uno a otro. Esto quiere decir que puede ser católico y no tener disciplina; o costar diez millones y ser un ejemplo de orden y respeto, una cosa no quita la otra. Quiero decir que lo que pasa en un plano no tiene por qué afectar a los otros.
No distinguir entre una cosa y otra lleva a confusiones soberbias. Y es fruto de acaloradas discusiones.
Por poner otro ejemplo, para que todo el mundo entienda, quiera o no: imaginemos una Asociación Católica:
1. Tiene una razón de ser por la cual es Asociación Católica, el fin (que no puede ser 'ser católico' sin más, porque esa asociación se llama 'Iglesia').
2. Tiene empresas que gestiona (que cada una tiene sus tres planos), pero el fin no puede ser gestionar sus cosas (de lo contrario no sería asociación "católica", sería sociedad mercantil).
3. Tiene estatutos, cargos electos, edificios y una historia en un archivo (un buen archivo).
El fin de este tipo de asociaciones católicas, de los colegios, de las universidades es trascendente, es decir, es un fin que se organiza en lo divino, en lo universal, que supera el espacio y el tiempo.
Su salud y crecimiento está en cumplir ese fin, si no lo cumple tiende a su degeneración. A su pérdida de norte, a su perdición, que no es otra cosa que vivir para mantener las obras o los edificios y cumplir con los estatutos, cada vez más amplios y claros.
Porque al no crear cosas que se necesitaban, al no hacer obras nuevas, al centrarse sobre uno mismo, se olvida uno de lo trascendente y degenera, se corrompe.
Pero es posible la regeneración, que no es otra cosa que volver a los orígenes, re-generar, re-nacer, volver a lo que dio vida. Las cosas espirituales perviven a pesar de que las dirijan hombre poco válidos, porque a pesar de que lo instrumental no vaya, pueden aparecer siempre nuevas generaciones que comprendan el mensaje inicial y se reúnan en torno a la energía de las ideas fundacionales.
Por decirlo en forma de Ley:
Las asociaciones humanas trascendentes tienden a olvidarse de su fin fundacional y a llenarse de personas interesadas. Pero pueden regenerarse constantemente con la vuelta a lo que les dio vida.
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