viernes, 24 de marzo de 2017

El fin de Antemio: primavera de 472



Si recordamos, Mayoriano fue proclamado emperador con la ayuda de Ricimer, o Ricimero, y de algunos miembros del ejército y elegido por el Senado en el 457, el plan era que Mayoriano gobernase, pero la desmesurada ambición del suevo Ricimer, o Ricimero, hizo éste tomase las riendas del Imperio y no Mayoriano, que se convirtió en un títere de Ricimero, a pesar de que le había ayudado a llegar al poder.

Mayoriano quiso actuar por su cuenta, intentando devolver al imperio su brío inicial, pero vimos cómo fracasó completamente, y aprovechó Ricimero para quitárselo de en medio. Ya casi nadie duda que su fin fue un asesinato, y no la disentería, como se dijo oficialmente, la que acabó con la vida de Mayoriano.

Pese a su triste final, Mayoriano había realizado importantes reformas en materia fiscal para contener los abusos de senadores y patricios con las clases medias y bajas y había luchado contra el cristianismo más ortodoxo, intentando eliminar el voto de castidad de las jóvenes romanas cristianas, quiso restaurar el imperio de siempre haciendo homenajes y levantando monumentos a los fundadores de Roma, pero sin la grandeza ni la fe de los primeros emperadores.

Ricimer, o Ricimero, no solo asesinó a Mayoriano, sino que además tuvo que ir eliminando a la oposición, a los magistri militum de la Galia y de Hispania que Mayoriano había nombrado durante su reinado, Egidio y Nepociano, entre otros.

Tras el breve reinado de Severo (que también fue asesinado), Antemio llegó al poder por designación de Ricimer, o Ricimero, y el Senado, y en los cinco años que estuvo al frente del Imperio intentó modernizarlo y dotarlo de una administración ágil y poderosa, puesto que se había formado entre los mejores y estaba puesto en las nuevas formas de dirección del imperio. Aunque le faltaba conocimiento de la estructura política, que Ricimer, o Ricimero, dominaba, tenía voluntad para hacer cambios que se le volvieron en contra, pues los bárbaros le iban venciendo en casi todos los frentes que abría. 

Los problemas que Antemio tuvo que afrontar eran los mismos que estaban arruinando Occidente desde hacía décadas: los vándalos, que eran los dueños de África y no paraban de arremeter contra las costas italianas, y los visigodos, que una vez propietarios de Hispania insistían en conquistar toda la Galia, junto con la oposición interna de los partidarios de Mayoriano y, al final, con la oposición del propio Ricimer, o Ricimero.

Entre tanto, Antemio, como Mayoriano, se dispuso una expedición por el mar Mediterráneo contra los vándalos con la ayuda de Oriente. Es una práctica habitual, aunque nada recomendable, que cuando los planes de reforma interna no salen, organizar una batalla a ver si sale bien y lograr así el prestigio interno, si la guerra va bien se pueden presentar números positivos al Senado, que estará encantado de que todo vaya bien, pero si se pierde.... 

Se organizaron dos frentes: el de Occidente comandada por Marcelino y el de Oriente por Flavio Basilisco; la armada occidental de Marcelino tuvo un relativo éxito en el litoral italiano llegando, incluso, a apoderarse de Sicilia, que estaba bajo el control vándalo, aunque Marcelino murió sospechosamente y los mentideros dijeron que fue un asesinato propiciado por Ricimer, o Ricimero; y es que la enemistad entre Marcelino y Ricimero era cada día más patente. La embestida oriental contra el Norte de África capitaneada por Basilisco fue un desastre. Esta derrota obligó al Emperador a firmar un desventajoso armisticio con el rey vándalo Genserico.

Antemio siguió con su plan de defensa, como si nada hubiese pasado en el sur, y entabló combate en el norte con el rey visigodo Eurico que se había proclamado señor de toda la Galia, había que ganar a toda costa, porque así justificaría reformas, pero también fue derrotado.

La decepción sufrida en los trances contra vándalos y visigodos minaron la reputación de la que venía precedido Antemio, coyuntura que utilizó Ricimero para desprestigiar y desbancar al Emperador con la esperanza de salvarse él mismo de la derrota (como había hecho previamente con Mayoriano y Severo), e intentó sin más destituir a Antemio, cosa que no logró porque Antemio se había hecho fuerte nombrando en puestos clave a una serie de amigos y una clientela suficiente como para hacer frente hasta al propio Ricimer, o Ricimero, que ya estaba suficientemente tocado por todo lo anterior.

En primavera de 472, se hizo pública su enemistad y se inició una guerra entre ambos. Ricimero marchó hacia Roma con la ayuda del que nombró su segundo, Flavio Anicio Olibrio, protegido del bárbaro Genserico. Antemio, con sus leales, aguantó el ataque durante un par de meses hasta que finalmente fue destituido, decapitado y su cabeza entregada a Ricimer, o Ricimero, el 12 de julio de 472.

Ricimer asumió él mismo la Dirección del Imperio, ya que no se fiaba de nadie. Todas las intrigas, conspiraciones, mentiras y tejemanejes de Ricimer, o Ricimero no sirvieron para nada, mors omnia aequat, murió el 18 de agosto de ese mismo año. El Imperio ya estaba en tal decadencia que no aguantó más que dos años con emperadorcillos que no estaban a la altura y que lo único que hacían era favorecer a los suyos (Glicerio, Nepote y finalmente Rómulo Augústulo).

Y yo me pregunto ¿mereció la pena tanta sangre y tanta conspiración? Sin una idea trascendente no es posible mantener el poder, y si se mantiene el tiempo te devuelve a tu sitio, porque el poder, cuando no viene acompañado de grandeza, termina corrompiendo a cualquiera.

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