lunes, 7 de marzo de 2011

Texto Schopenhauer (El amor, las mujeres y la muerte)

Esta soberana fuerza, que atrae exclusivamente, uno hacia otro, a dos individuos de sexo diferente, es la voluntad de vivir, manifiesta en toda la especie.



Trata de realizarse según sus fines en el hijo que debe nacer de ellos. Tendrá del padre la voluntad o el carácter, de la madre la inteligencia, de ambos la constitución física. Y sin embargo, las facciones reproducirán más bien las del padre, la estatura recordará más bien la de la madre... Si es difícil explicar el carácter enteramente especial y exclusivamente individual de cada hombre, no es menos difícil comprender el sentimiento asimismo particular y exclusivo que arrastra a dos personas una hacia otra.




El primer paso hacia la existencia, el verdadero punctum saliens de la vida, es, en realidad, el instante en que nuestros padres comienzan a amarse, y como llevamos dicho, del encuentro y adhesión de sus ardientes miradas; nace el primer germen del nuevo ser, germen frágil, pronto a desaparecer como todos los gérmenes. Este nuevo individuo es, en cierto modo, una idea platónica, y como todas las ideas hacen un esfuerzo violento para conseguir manifestarse en el mundo de los fenómenos, ávidas de apoderarse de la materia favorable que la ley de causalidad les entrega como patrimonio, así también esta idea particular de una individualidad humana tiende con violencia y ardor extremados a realizarse en un fenómeno. Esta energía, este ímpetu es precisamente la pasión que les futuros padres experimentan el uno por el otro. Tiene grados infinitos, cuyos dos extremos pudieran designarse con el nombre de amor vulgar y de amor divino, pero en cuanto a la esencia del amor, es en todas partes y siempre el mismo. En sus diversos grados, es tanto más poderoso cuanto más individualizado. En otros términos: es tanto más fuerte cuanto, por todas sus cualidades y maneras de ser, la persona amada (con exclusión de cualquiera otra) sea más capaz de corresponder a la aspiración particular y a la determinada necesidad que ha hecho nacer en aquel que la ama.La pasión es implícitamente lo que la individualidad es explícitamente.En el fondo esas dos cosas no son más que una sola.



Arturo Schopenhauer: El amor, las mujeres y la muerte, Traducción de A. López White. En línea:


2 comentarios:

  1. La pregunta es: ¿cómo puede afirmar Schopenhauer que "las facciones reproducirán más bien las del padre, la estatura recordará más bien la de la madre..."? ¿Acaso defiende la transmisión de los caracteres adquiridos de padres a hijos, como afirmaba Lamarck? En mi opinión está totalmente equivocado en cuanto a la concepción de la vida y el amor, porque los hijos no son fruto de la pasión, si no de un amor abierto -precisamente- a la vida.

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  2. Hombre, las facciones y la estatura no son precisamente adquiridos...

    El texto muestra una verdad palmaria con las limitaciones de Schopenhauer, hay que comprenderlo en su tiempo.

    El nuevo ser está ya concebido, de algún modo, en la creación del proyecto que surge de la pasión, pero ese germen sólo tendrá consistencia si la voluntad lo mueve.

    La verdad es que el nuevo ser ya están en la mente de Dios y que "del encuentro y adhesión de sus ardientes miradas" surge si el amor llega a ser digno de ese nombre...

    Lo curioso es que Schopenhauer no es capaz de entenderlo pero de algún modo lo intuye.

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