Ayer pude ver el Musical 33, un impresionante montaje
dirigido por el sacerdote diocesano Toño Casado. Técnicamente impecable, un guion
muy bueno (la historia lo merece), los actores casi todos bien, buenas voces y mejor
música. Vamos, un éxito asegurado, mi enhorabuena a los productores.
La obra viene avalada por la Archidiócesis de Madrid, Alfa y
Omega y varios digitales católicos. Ha firmado convenios con entidades
educativas y asociaciones católicas, es decir, parece que es una obra muy
recomendada.
No creo que todos estos apoyos de la Iglesia hubiesen sido
posibles si hubiesen podido ver la obra tal y como se representa, y poco a poco
iremos viendo críticas en esta dirección. Repito que la obra es en general buena,
pero tiene errores que la convierten en algo no apto para católicos, y es una
pena, porque el tratamiento de Cristo desligado de la Iglesia es un imposible.
A veces es una escena de una película estupenda, otras veces
es una frase en un libro, una situación o un gesto, es decir, una nimiedad se
carga toda la obra y –sin dejar de ser una obra de calidad por ello- pasa a estar
en la categoría de «obra no recomendable». Me refiero, por ejemplo, a una
escena “para adultos” en una película familiar, a una falta de guion en una
superproducción o una filosofía barata en boca de un personaje de novela.
Pues bien. 33 el Musical tiene algunas ideas que la hacen
ser de este tipo: «obra no recomendable» y esto es indignante, porque por muy
poco podría haber sido impecable.
Vayamos a los tres errores que he detectado:
El primer error es que cierra la puerta
conscientemente a toda interpretación de la vida de Jesús de Nazaret que no sea
la que se propone. Estoy de acuerdo, y es buena idea, presentar a un Jesús
actual, capaz de decir algo en la sociedad de hoy, basado en el amor, pero eso
no debe ser estorbo a la idea de un Jesús histórico, que es siempre actual. El
Jesús histórico no es el que vivió hace dos mil años, es el que vivió, murió y
resucitó y ha acompañado a la humanidad desde hace dos mil años, en sus errores
y en sus aciertos, puliendo desde dentro de cada persona y por extensión a toda
una civilización y al resto de los seres humanos. Sin Él no tendríamos todos
los logros éticos, estéticos y políticos de la civilización y no se habrían
exportado a todo el planeta.
Este error se muestra en la escena que representa
un programa de televisión del «canal 33», una parodia del típico programa chabacano
de nuestra televisión, donde aparecen ridiculizadas las distintas formas de
entender a Jesús. El autor no tiene la modestia de colocar su idea de Jesús entre
las que selecciona: el Jesús revolucionario-marxista, el Jesús de la teología
católica, el Jesús de la nueva era y el Jesús de una puritana compiten en un
breve espacio de tiempo interrumpiéndose y cantando a la vez. Este error es puro
relativismo, pues se colocan al mismo nivel las distintas formas de entender la
figura de Cristo, las verdaderas y las falsas. No se puede comparar a las ideas
descarriadas de Jesús con la idea de la teología, encarnada por un sacerdote
con sotana, que dice que es la segunda persona de la Trinidad y que tiene dos
naturalezas. Está claro que el Jesús moderno que nos muestra la obra no sería pensable
sin ese aparato racional de la teología, por el cual conocemos todo lo que
sabemos de Él, sin mencionar que esos conceptos aparecen ya en los Hechos de
los Apóstoles. Es inconcebible poner al mismo nivel, ni como broma, 2000 años
de trabajo intelectual guiado por el Espíritu Santo con la apresurada
utilización de la figura de Jesús por el marxismo o con las estupideces de la
nueva era.
El segundo error es que pretende confundir a los sacerdotes
judíos que condenaron a Jesús con el clero actual e histórico jugando con el
vestuario: no llevan barbas de judíos, ni los característicos peiot, en su lugar usan una especie de hábito
negro, con toques rojos que recuerda a la vestimenta de los cardenales; la capa
con capucha parece la de un monje benedictino, y dentro tienen algo parecido a
una estola roja, que con los guantes largos, también rojos y la postura deliberada
de las manos forman una cruz sobre el pecho. Es cierto que como manipulación
está bien lograda, porque en realidad no hay cruz, ni sotana, ni hábito
conventual, lo que hay es una imagen clara de que se trata del clero católico. Por
si alguien tuviese una duda, una pequeña duda de que el autor se refiere a toda
la jerarquía católica el Sumo Sacerdote aparece en un momento bailando un tango
y con acento argentino como el Papa Francisco. Y cantan siempre con acordes
parecidos al gregoriano repitiendo las acusaciones contra Jesús, como si fuese
la Iglesia de Cristo la que condena al Jesús molón de un evangelio inventado,
porque el Jesús real no tenía como misión acabar con el clero, ni con los
preceptos, ni con la religión. Una cosa es denunciar al que no cumple con Dios,
sea este religioso o no, sacerdote o no, y otra muy distinta querer abolir toda
forma de religión, precepto y dogma. Al contrario, Cristo crea la Iglesia de
manera explícita (Mt. 16, 13-20), es decir, no interpretable y dice también
bien claro que no viene a abolir la Ley, sino a cumplirla (Mt. 5, 17; Mt. 7,12;
Rom. 3,31). Sí, trataba con prostitutas y pecadores, pero siempre terminaba con
la invitación a dejar de pecar (Jn. 8,11; Jn. 5,14.Mc. 2,5)
El tercer gran error de la obra es pretende identificar el
gran fracaso de Cristo, como le muestran los demonios en el Huerto de los
Olivos, es crear la Iglesia, construir catedrales “tal altas como la torre de
Babel”. En primer lugar Cristo no fracasó, creó una Iglesia que pese a ser
atacada constantemente es la institución más longeva que ha conocido el hombre,
simplemente porque por muchos musicales que se inventen, "Las fuerzas del
infierno no prevalecerán sobre ella" (Mt 16:18).
En segundo lugar, yo creo que las catedrales son un gran logro del arte y que
la Iglesia ha dado al mundo una forma elevada de entender el hecho humano. No
se pueden entender los grandes progresos de Occidente, en cualquiera de sus
manifestaciones éticas, estéticas o políticas sin la obra de la Iglesia. Así que de fracaso nada, gracias a la Iglesia de Cristo millones de personas son y mejoradas a lo largo de la historia.
Es una pena, pues para afirmar un Jesús actual, con el lenguaje del amor como base de toda una doctrina, desarrollada durante siglos por los pensadores cristianos, no era necesario ridiculizar o denunciar a todos esos sacerdotes y teólogos que viven por Cristo y guardan los preceptos y las normas que el mismo Cristo instituyó, es una falta de caridad grandísima y por tanto cae en lo que pretende criticar.
Pero, en fin, la Iglesia es la única institución que
históricamente se ataca a sí misma casi como fuente de crecimiento. Nunca he entendido esa afición de algunos
católicos por tirar piedras contra el propio tejado. ¿No se podía haber dicho
lo mismo sin atacar a la verdad? ¿Es necesario de verdad mostrar lo peor de la
Iglesia para hablar de un Jesús actual, que tiene algo que decir al mundo de
hoy? ¿No pueden convivir en la misma Iglesia visiones distintas de un mismo
hecho o es cuestión de buenos y malos?
Yo creo que sí, que lo verdaderamente católico es aceptar a
todos los que sinceramente se proponen cada día seguir a Cristo, con sus
peculiaridades y sus maneras, sus errores y fracasos, pero fieles a la Verdad. Por
ejemplo, el misionero que se empeña en afirmar que es una forma de entender el
amor del cristiano es irse a trabajar a África hace bien, pero cuando reprocha
al resto que no lo hagan hace mal. El que cumple con todas las actividades de
parroquia hace bien, pero si critica a los que no van hace mal, etc., etc. Es
decir, ser cristiano es tener una perspectiva sobre la vida y el hombre basada
en Cristo y no una verdad absoluta que excluye a todas las demás y las ataca
con la razón, la burla o el insulto.
No es relativismo relativizar las posturas que muestran al
cristianismo como preceptos, como amor, como teología, todas pueden y deben
convivir, porque en lo esencial están en la misma onda. Pero sí es relativismo
mostrar al mismo nivel la verdad que el engaño, la buena y la mala fe. El
cristiano no se debe meter con el cristiano, debe colaborar, ayudar al otro y
no dejarse llevar por la soberbia dogmática que hace ver que la forma
particular de vida de una persona, un grupo o una época es la única verdadera.
Algún día comprenderemos los misterios de la naturaleza y la
naturaleza humana, uno de ellos es comprender al clero que se avergüenza de
serlo.