Curiosas las reacciones de la prensa, en especial de El Mundo con la polémica artificial sobre si la polícía cargó más de la cuenta en la manifestación anticatólica.
Es el mundo alrevés: los agredidos no son los ciudadanos de todas las nacionalidades que fueron insultados en Madrid. Los agredidos no son los policías que recibieron piedras e insultos. Los agredidos no son los ciudadanos de Madrid que no pueden pasear por la calle. No. Ahora los agredidos son los intransigentes los que organizan una manifestación ilegal, los que se dedican a insultar a las personas por sus creencias religiosas y a insultar a las fuerzas del orden por cumplir su trabajo, los que desafían a la autoridad democrática y se pasan los derechos humanos por el arco del triunfo (hay que recordar que la libertad religiosa está recogida en la Declaración de Derechos).
¡Pobres víctimas los periodistas que no ven las cosas claras!
viernes, 26 de agosto de 2011
lunes, 22 de agosto de 2011
Los indignados se indignan
Tras la JMJ los indignados están más indignados que nunca:
- Indignados con su vida, indignados de ver que muy buena parte de la juventud pasa olímpicamente de su movida trasnochada.
- Indignados porque no tuvieron agresiones de los peregrinos, sólo indiferencia y oraciones.
- Indignados porque los doscientos que se juntaron para la foto de Público no lograron acallar a los dos millones de jóvenes.
- Indignados con la policía, que no permitió la disolución de la "contramanifestación convocada por el Papa".
- Indignados porque su política aprendida de ETA no funcionó: "primero le mato y si usted se defiende aquí lo que hay es un conflicto que hay que arreglar, eso sí, de igual a igual"
- Indignados al fin porque su ideología agoniza con los Castro y los Chavez, y Madrid se llenó de banderas de las exrepúblicas liberadas del comunismo.
- Indignados por las palabras del Papa, que retumban todavía en su conciencia
viernes, 19 de agosto de 2011
Discurso del Papa a los profesores universitarios
El Escorial 19.08.2011
Señor Cardenal Arzobispo de Madrid, Queridos Hermanos en el Episcopado, Queridos Padres Agustinos, Queridos Profesores y Profesoras, Distinguidas Autoridades, Amigos todos
Esperaba con ilusión este encuentro con vosotros, jóvenes profesores de las universidades españolas, que prestáis una espléndida colaboración en la difusión de la verdad, en circunstancias no siempre fáciles. Os saludo cordialmente y agradezco las amables palabras de bienvenida, así como la música interpretada, que ha resonado de forma maravillosa en este monasterio de gran belleza artística, testimonio elocuente durante siglos de una vida de oración y estudio. En este emblemático lugar, razón y fe se han fundido armónicamente en la austera piedra para modelar uno de los monumentos más renombrados de España.
Saludo también con particular afecto a aquellos que en estos días habéis participado en Ávila en el Congreso Mundial de Universidades Católicas, bajo el lema: “Identidad y misión de la Universidad Católica”.
Al estar entre vosotros, me vienen a la mente mis primeros pasos como profesor en la Universidad de Bonn. Cuando todavía se apreciaban las heridas de la guerra y eran muchas las carencias materiales, todo lo suplía la ilusión por una actividad apasionante, el trato con colegas de las diversas disciplinas y el deseo de responder a las inquietudes últimas y fundamentales de los alumnos. Esta “universitas” que entonces viví, de profesores y estudiantes que buscan juntos la verdad en todos los saberes, o como diría Alfonso X el Sabio, ese “ayuntamiento de maestros y escolares con voluntad y entendimiento de aprender los saberes” (Siete Partidas, partida II, tít. XXXI), clarifica el sentido y hasta la definición de la Universidad.
En el lema de la presente Jornada Mundial de la Juventud: “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe” (cf. Col 2,7), podéis también encontrar luz para comprender mejor vuestro ser y quehacer. En este sentido, y como ya escribí en el Mensaje a los jóvenes como preparación para estos días, los términos “arraigados, edificados y firmes” apuntan a fundamentos sólidos para la vida (cf. n. 2).
Pero, ¿dónde encontrarán los jóvenes esos puntos de referencia en una sociedad quebradiza e inestable? A veces se piensa que la misión de un profesor universitario sea hoy exclusivamente la de formar profesionales competentes y eficaces que satisfagan la demanda laboral en cada preciso momento. También se dice que lo único que se debe privilegiar en la presente coyuntura es la mera capacitación técnica.
Ciertamente, cunde en la actualidad esa visión utilitarista de la educación, también la universitaria, difundida especialmente desde ámbitos extrauniversitarios. Sin embargo, vosotros que habéis vivido como yo la Universidad, y que la vivís ahora como docentes, sentís sin duda el anhelo de algo más elevado que corresponda a todas las dimensiones que constituyen al hombre. Sabemos que cuando la sola utilidad y el pragmatismo inmediato se erigen como criterio principal, las pérdidas pueden ser dramáticas: desde los abusos de una ciencia sin límites, más allá de ella misma, hasta el totalitarismo político que se aviva fácilmente cuando se elimina toda referencia superior al mero cálculo de poder. En cambio, la genuina idea de Universidad es precisamente lo que nos preserva de esa visión reduccionista y sesgada de lo humano.
En efecto, la Universidad ha sido, y está llamada a ser siempre, la casa donde se busca la verdad propia de la persona humana. Por ello, no es casualidad que fuera la Iglesia quien promoviera la institución universitaria, pues la fe cristiana nos habla de Cristo como el Logos por quien todo fue hecho (cf. Jn 1,3), y del ser humano creado a imagen y semejanza de Dios. Esta buena noticia descubre una racionalidad en todo lo creado y contempla al hombre como una criatura que participa y puede llegar a reconocer esa racionalidad. La Universidad encarna, pues, un ideal que no debe desvirtuarse ni por ideologías cerradas al diálogo racional, ni por servilismos a una lógica utilitarista de simple mercado, que ve al hombre como mero consumidor.
He ahí vuestra importante y vital misión. Sois vosotros quienes tenéis el honor y la responsabilidad de transmitir ese ideal universitario: un ideal que habéis recibido de vuestros mayores, muchos de ellos humildes seguidores del Evangelio y que en cuanto tales se han convertido en gigantes del espíritu. Debemos sentirnos sus continuadores en una historia bien distinta de la suya, pero en la que las cuestiones esenciales del ser humano siguen reclamando nuestra atención e impulsándonos hacia adelante.
Con ellos nos sentimos unidos a esa cadena de hombres y mujeres que se han entregado a proponer y acreditar la fe ante la inteligencia de los hombres. Y el modo de hacerlo no solo es enseñarlo, sino vivirlo, encarnarlo, como también el Logos se encarnó para poner su morada entre nosotros. En este sentido, los jóvenes necesitan auténticos maestros; personas abiertas a la verdad total en las diferentes ramas del saber, sabiendo escuchar y viviendo en su propio interior ese diálogo interdisciplinar; personas convencidas, sobre todo, de la capacidad humana de avanzar en el camino hacia la verdad. La juventud es tiempo privilegiado para la búsqueda y el encuentro con la verdad. Como ya dijo Platón: “Busca la verdad mientras eres joven, pues si no lo haces, después se te escapará de entre las manos” (Parménides, 135d). Esta alta aspiración es la más valiosa que podéis transmitir personal y vitalmente a vuestros estudiantes, y no simplemente unas técnicas instrumentales y anónimas, o unos datos fríos, usados sólo funcionalmente.
Por tanto, os animo encarecidamente a no perder nunca dicha sensibilidad e ilusión por la verdad; a no olvidar que la enseñanza no es una escueta comunicación de contenidos, sino una formación de jóvenes a quienes habéis de comprender y querer, en quienes debéis suscitar esa sed de verdad que poseen en lo profundo y ese afán de superación. Sed para ellos estímulo y fortaleza.
Para esto, es preciso tener en cuenta, en primer lugar, que el camino hacia la verdad completa compromete también al ser humano por entero: es un camino de la inteligencia y del amor, de la razón y de la fe. No podemos avanzar en el conocimiento de algo si no nos mueve el amor; ni tampoco amar algo en lo que no vemos racionalidad: pues “no existe la inteligencia y después el amor: existe el amor rico en inteligencia y la inteligencia llena de amor” (Caritas in veritate, n. 30). Si verdad y bien están unidos, también lo están conocimiento y amor. De esta unidad deriva la coherencia de vida y pensamiento, la ejemplaridad que se exige a todo buen educador.
En segundo lugar, hay que considerar que la verdad misma siempre va a estar más allá de nuestro alcance. Podemos buscarla y acercarnos a ella, pero no podemos poseerla del todo: más bien, es ella la que nos posee a nosotros y la que nos motiva. En el ejercicio intelectual y docente, la humildad es asimismo una virtud indispensable, que protege de la vanidad que cierra el acceso a la verdad. No debemos atraer a los estudiantes a nosotros mismos, sino encaminarlos hacia esa verdad que todos buscamos. A esto os ayudará el Señor, que os propone ser sencillos y eficaces como la sal, o como la lámpara, que da luz sin hacer ruido (cf. Mt 5,13-15).
Todo esto nos invita a volver siempre la mirada a Cristo, en cuyo rostro resplandece la Verdad que nos ilumina, pero que también es el Camino que lleva a la plenitud perdurable, siendo Caminante junto a nosotros y sosteniéndonos con su amor. Arraigados en Él, seréis buenos guías de nuestros jóvenes. Con esa esperanza, os pongo bajo el amparo de la Virgen María, Trono de la Sabiduría, para que Ella os haga colaboradores de su Hijo con una vida colmada de sentido para vosotros mismos y fecunda en frutos, tanto de conocimiento como de fe, para vuestros alumnos
miércoles, 17 de agosto de 2011
JMJ
Hemos visto a los medios entusiasmados con los jóvenes "indignados". Jóvenes que tenían serios problemas para no hacer botellón en la Puerta del Sol por miedo a que los medios les retratasen bebiendo. Jóvenes que tuvieron que poner mil carteles en los que se prohibía casi todo y que no supieron garantizar la integridad de las jóvenes que se quedaban a dormir en la Acampada.
Ya el "Movimiento" 15-M se decantó como un movimiento de izquierdas que topó con la alargada sombra de Rubalcaba y perdió las simpatías mediáticas.
Con el movimiento languideciendo y los jóvenes ni- ni de vacaciones (porque una cosa es no dar palo al agua y otra quedarse sin la playa), Madrid se llena de miles de jóvenes que vienen a oir a los mayores hablándoles de filosofía, de teología y de moral. Y vienen también a rezar. Y estudian y tienen trabajos y hacen grandes cosas en la vida.
Ellos se han organizado: miles de voluntarios, puestos de información, carteles, patrocinadores, guías... horas y horas de trabajo para lograr una impecable organización...
Son muchos los jóvenes que saben lo que quieren y que lo buscan con ahínco, un ejemplo palpable de liderazgo.
Estos jóvenes dominarán el mundo.
Ya el "Movimiento" 15-M se decantó como un movimiento de izquierdas que topó con la alargada sombra de Rubalcaba y perdió las simpatías mediáticas.
Con el movimiento languideciendo y los jóvenes ni- ni de vacaciones (porque una cosa es no dar palo al agua y otra quedarse sin la playa), Madrid se llena de miles de jóvenes que vienen a oir a los mayores hablándoles de filosofía, de teología y de moral. Y vienen también a rezar. Y estudian y tienen trabajos y hacen grandes cosas en la vida.
Ellos se han organizado: miles de voluntarios, puestos de información, carteles, patrocinadores, guías... horas y horas de trabajo para lograr una impecable organización...
Son muchos los jóvenes que saben lo que quieren y que lo buscan con ahínco, un ejemplo palpable de liderazgo.
Estos jóvenes dominarán el mundo.
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